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En las décadas de carrera de Emmylou Harris hay una trayectoria coherente. Y esto es algo que no todo el mundo puede decir. Una joven bonita y con una voz más preciosa aún enamoró a audiencias que la descubrieron como segunda voz con Dylan en ... el disco 'Desire'. O como solista con 'Evangeline' junto a The Band en 'The Last Waltz' de Scorsese. También, a quienes la oyeron junto a Mark Knopfler, más recientemente.
Pero es que la gran figura del country fue decisiva para que Gram Parsons y Chris Hillman dieran forma a los míticos Flying Burrito Brothers. O para que otras artistas tomaran ejemplo y crecieran también como instrumentistas y compositoras.
De lo que no hay duda es que Harris ha sido la gran voz femenina, inconfundible, de un Azkena donde su bolo ha pinchado en algunos aspectos. Había quienes decían que lo músicos no estaban a su altura. Otros, que había mucha balada. De todo. También hubo oyentes entusiastas. Así que, en suma, un público tan dividido que parecía haber asistido a conciertos diferentes.
Pero lo cierto es que el mero hecho de ver a Emmylou Harris con su guitarra acústica Gibson SJ 200 y escuchar ese fraseo vocal tan único era para muchos la gloria bendita. Como para aquel Neil Young que lo oía en los coros de su concierto filmado por Jonathan Demme, 'Heart of Gold'.
Hubo oportunidad de disfrutar con clásicos como el 'Red Dirt Girl' que Harris compuso y grabó en 2000 para el álbum homónimo. O con 'Las Vegas', una de las piezas que remitían a Gram Parsons. Sin olvidar el 'Luxury Liner', un tanto carente de pulso por parte del grupo, donde el bajo y la batería se sumaban a una guitarra Gibson Les Paul Special, unas teclas/acordeón y un mandolinista y violinista.
Estos últimos tres, junto a la lideresa, hicieron también una aportación a capella que, para una buena parte de la audiencia, dejaba de aportar el pulso rítmico deseado a la actuación. Tampoco era para todo el público un tema tan bonito y lírico como el 'All the Roadrunning' que Emmylou Harris grabara junto al exlíder de Dire Straits.
Pero es que, si es cierto que no hay que ser talibán en un festival de rock tan abierto, la propuesta de la gran dama del country se quedó ciertamente corta de material que animara al baile. Aunque fuera en línea.
El toque psicodélico del hard rock blusero de De Wolff tuvo un imitador en la meteorología. De forma paralela a los desarrollos instrumentales del trío, hubo aguaceros, sol, cielos nublados y, entre el público, entusiasmo.
El guitarrista detalló en castellano que eran «de los Países Bajos», con su Gibson Les Paul Goldtop colgada en el hombro. Un instrumento tan clásico e icónico, con su vibrato Bigsby, como el repertorio que lanzaron. Con un sonido estupendo, sí, aunque fuera el escenario Respect a las seis y pico de la tarde. Las seis cuerdas tuvieron peso , profundidad y hasta tonos densos y cremosos, mientras que el Hammond con su altavoz giratorio Leslie completaba unos registros de auténtica esencia rockera. Robin Piso regaló ecos clásicos y con sabor en sus teclas.
No obstante, Pablo van de Poel, que presentó al baterista Luka como «mi hermanito», recordó que «estamos en 2022» para insinuar que hoy no hay tiempo para un solo de tambores. La gente lo negó, pidió y recibió.
El 'show', que incluyó a Pablo tocando con una Gibson Firebird mientras era llevado en volandas por el público, fue de lo mejor del festival.
Pero también fue para recordar el intenso y muy Crazy Horse-Neil Young de Israel Nash y su banda.
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