Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
CARLOS BENITO
Lunes, 22 de junio 2020
La propia familia de Tanitoluwa Adewumi (Tani, para abreviar) suele hablar de «milagro» cada vez que repasa la historia del pequeño, pero en realidad su éxito tiene más que ver con una combinación afortunada de talento, capacidad de sacrificio y apoyo de parientes y profesores. El pequeño Tani dio la sorpresa el año pasado al ganar, en su categoría de edad, el campeonato escolar de ajedrez del estado de Nueva York. En él se sumaban dos factores que, en principio, parecían propiciar muy poco esa victoria. En primer lugar, Tani había aprendido las reglas del juego hacía solo un año, mientras que muchos de sus oponentes llevaban más de media vida frente al tablero. En segundo, el niño nigeriano y su familia estaban atravesando un periodo de cambios y penalidades y residían en un albergue para personas sin hogar: entre sus adversarios, en cambio, había hijos de entornos privilegiados que contaban con la asistencia de un entrenador personal.
La vida de esta familia cristiana de Abuya, la capital nigeriana, cambió radicalmente hace algo más de dos años. En su país llevaban una existencia holgada: el padre, Kayode, era propietario de un negocio de impresión con trece empleados, mientras que la madre, Oluwatoyin, trabajaba de contable. Un día, cuatro hombres entraron en el establecimiento de Kayode y le encargaron 25.000 copias de un cartel que le dejaron en un 'pendrive'. A Kayode se le encogió el alma al abrir el archivo del póster: llevaba un texto en árabe que decía 'matad a todos los cristianos, muerte a la educación occidental'. Cuando los hombres regresaron a recoger el pedido, les dijo que no había podido imprimirlo a causa de una avería y los envió a otro sitio. Aquellos desconocidos eran terroristas de Boko Haram y pronto tomaron represalias contra el impresor cristiano: una noche, varios individuos aparecieron en su casa y, al no encontrarlo allí, amenazaron a Oluwatoyin con una pistola. La mujer cree que se salvó de la muerte porque supo rogarles en árabe que no disparasen.
La pareja (que tiene otro hijo, siete años mayor que Tani) decidió que la situación se había vuelto demasiado peligrosa. Primero, se mudaron a otro lugar de Nigeria, pero tampoco allí se sentían seguros, de modo que lo abandonaron todo y huyeron a Estados Unidos. En Nueva York, un sacerdote les buscó alojamiento en un albergue para personas sin hogar. Kayode se puso a fregar platos y alquiló un coche para trabajar como conductor de Uber, mientras que Oluwatoyin empezó a limpiar casas. A Tani lo inscribieron en una escuela pública de Manhattan, donde dio la casualidad de que funcionaba un entusiasta club de ajedrez.
Tani jamás había jugado al ajedrez, pero se sintió fascinado en cuanto su profesor les explicó las reglas. Pronto quiso apuntarse al club, dirigido por otro maestro del colegio, pero la cuota era demasiado alta para la precaria economía familiar. En vista de su pasión por el juego, le concedieron una beca que le permitió profundizar en su nueva afición. Todas las tardes, en el albergue, Tani dedicaba horas a estudiar partidas y adquirir nuevas destrezas. Según sus profesores, su aprendizaje experimentó un avance rapidísimo gracias a su «increíble memoria», su interés y su esfuerzo, y pronto desarrolló su propio estilo de juego, audaz y agresivo.
En un año, Tani ya había acumulado siete trofeos. En marzo del año pasado, ganó el campeonato escolar (con tablas en una partida y victorias en otras cinco) y su historia llegó a las páginas de 'The New York Times' y conmovió al país. Personalidades como Bill Clinton o Garry Kasparov elogiaron sus logros y un representante del Gobierno nigeriano se refirió a él como «un orgullo para la nación». Sus profesores-entrenadores pusieron en marcha un 'crowdfunding' con un objetivo de 50.000 dólares, pero solo tardó diez días en superar los 250.000, a los que se sumaron ofertas de alojamiento, becas para escuelas de prestigio y diversas donaciones. La familia aceptó una de las viviendas más modestas que les habían ofrecido, declinó las plazas en colegios (por fidelidad a la escuela pública que tanto ha alentado a su hijo) y entregó la décima parte de la recaudación a la iglesia que les ayudó al llegar a Estados Unidos, mientras que el resto lo destinaron a crear la Fundación Tanitoluwa Adewumi para ayudar a otros niños en situaciones similares. Hace un par de meses se presentó un libro sobre el pequeño prodigio y existen planes para filmar una película.
«Quiero ser el gran maestro internacional más joven», declaró Tani a 'The New York Times'. Le quedan algo menos de tres años para conseguirlo: en septiembre cumplirá los 10, y el jugador que logró ese título a menos edad fue Serguéi Kariakin, con 12 años y 7 meses. Pero, más que esa ambición, quizá convenga recordar lo que le explicó al autor del libro sobre su historia: «En el ajedrez, nunca pierdes. Si pierdes, aprendes, y si aprendes, ganas».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.