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Marina León
Domingo, 19 de septiembre 2021, 19:42
«Los niños fuera de la cocina», «no molestes y vete a jugar», «es peligroso, te puedes quemar», «cuidado con eso que corta». Muchas generaciones nos hemos criado pensando que existía una barrera invisible entre los niños y la cocina, era un terreno única y exclusivamente para los adultos. Hace años que este imaginario se ha ido desvaneciendo y, autoras como Patricia Pérez contribuyen a ello. Esta maestra de Valencia se enamoró del popular método Montessori y tras años de formación y puesta en práctica en las aulas y en casa ha terminado plasmándolo sobre el papel con su libro 'Cocinando en familia con Montessori' (Vergara). Tiene cuatro hijos y desde que era pequeños pasaban mucho tiempo juntos en la cocina, de ahí surgió la idea de contarles a otras familias que los niños pueden ser autónomos a la hora de cocinar. «La cosa no es dejarles a su libre albedrio si no que sean los protagonistas de las recetas mientras nosotros les acompañamos en el proceso».
- Este libro destierra la idea de mantener a los niños en un segundo plano en la cocina
Destierra esa idea y muchas otras. Estamos acostumbrados a que los niños dependan totalmente de los adultos para hacerlo todo, que no sean autónomos, y el objetivo de la metodología Montessori es lograr lo contrario. No significa dejarles hacer lo que quieran, pero tampoco traicionar su libertad. Necesitan una persona adulta que les siga, les respete y les acompañe. La responsabilidad que desarrollan al darles la oportunidad de hacer por ellos mismo pequeñas acciones y tomar decisiones es lo que al final les va a otorgar esa libertad. En ese sentido les estamos ayudando a prepararse para la vida real.
- ¿Está bien que ellos elijan qué quieren comer?, ¿Dónde está el límite?
Creo que es un proceso más educativo que otra cosa. Desde pequeñitos nuestra responsabilidad es ofrecerles una comida sana y variada y si es así obviamente van a querer probarlo todo. Es más fácil introducir alimentos cuando son bebés que cuando son más mayores, pero también es cierto que ellos sienten mucha curiosidad y está bien que decidan lo que quieren preparar. Si quieren vivir a base de helados, igual no es la mejor opción y ahí está nuestra misión, acompañarles para que tomen buenas decisiones.
- ¿Qué otras habilidades pueden adquirir los niños con la cocina que luego puedan aplicar en su día a día?
La cocina es una actividad muy completa y se trabajan un montón de cosas. Matemáticas en el momento en el que pesas un ingrediente o divides en porciones, aprendes vocabulario, comprensión lectora, es una forma de expresión continua, desarrollan el sentido del orden para no acabar locos perdidos en la cocina e ir recogiendo y limpiando. A nivel sensorial lo embarga todo por completo, los cinco sentidos, olores, sabores, el tacto, los colores a través de la vista…
- ¿Y todo esto cómo se consigue con cuatro hijos?
Al principio nuestra cocina parecía un campo de batalla y acabábamos enfadados, pero nos dimos cuenta de que había que cambiar el planteamiento, no lo estábamos haciendo bien nosotros, los mayores. Siempre hemos tenido una cocina muy pequeñita y al final te vas adaptando. Algo que preocupa mucho a los padres, y a mi antes también, es el tema de las manchas en la ropa. Al final todo se resume en comprarles a los niños un delantal o algún tipo de prenda que les proteja la ropa.
- ¿Cómo enseñarles esa parte menos divertida cuando toca recoger y fregar?
Se puede plantear como un juego como, vamos a ver cuántas cosas eres capaz de fregar tú. Siempre habrá algún niño que diga, pues no me apetece, ahí es cuando entra el concepto de consecuencias naturales, no de castigo. Si este plato o esta cuchara no están limpios, después no vas a poder comer con ellos, valora y toma la decisión de qué quieres hacer.
- ¿Programas como Master Chef Junior favorecen estos aprendizajes?
No he visto ninguno porque vemos muy poco la tele, pero es cierto que eso está ahí. Se ve en las redes sociales, en las librerías y creo que es positivo porque es algo que a los niños nunca se les ha dado la oportunidad de hacer porque estaba limitado a los adultos y es una actividad muy enriquecedora.
- ¿Y qué pasa con las familias que no tienen tiempo para comer juntas?
Independientemente de que los niños pasen más tiempo en el cole que en casa, porque desgraciadamente es así, los fines de semana son un buen momento y muchas familias es el único rato que pasamos con nuestros hijos. Puedes aprovechar cualquier ocasión, desde poner la mesa, preparar unos sándwiches para ir al parque o un batido para desayunar o merendar.
- En plena era digital existe una sobreexposición a las pantallas desde edades más tempranas, también a la hora de sentarnos alrededor de la mesa
Es algo totalmente negativo. Las comidas tienen que ser un momento de encuentro con la familia porque a veces son los únicos que tenemos al cabo del día. Nos sirven para saber cómo se sienten o qué han hecho durante el día.
- Pero no todo gira en torno al momento de comer o cenar
Hay niños que es verdad que no sienten ningún tipo de interés por la comida y podrían vivir del aire, pero, esto va mucho más allá. En el momento en el que les involucras en el proceso de cocinar cambian el chip y descubren otra actividad. Todo empieza desde ir a comprar juntos los ingredientes o llegando a un acuerdo sobre lo que se va a comer durante la semana o, por ejemplo, plantar un huerto en el balcón o el jardín. Los pequeños lo único que quieren es pertenecer, sentirse parte de algo y que no sea una imposición.
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