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Leire Larrazabal
Domingo, 6 de octubre 2024
«Vivimos en una sociedad muy competitiva, en la que se da excesivo valor al éxito en todas las áreas de la vida, sin embargo todos sabemos que el éxito se adquiere a base de esfuerzo, trabajo, constancia, determinación, compromiso, y estos son los valores que debemos inculcar en nuestros niños», empieza alertando y describiendo Iratxe Martínez Güenaga, psicóloga general sanitaria, experta en Psicoterapia de Tiempo Limitado y miembro del Colegio Oficial de Psicología de Bizkaia.
A todo el mundo le gusta ganar y a los críos no le gusta perder ni jugando al parchís, eso es un hecho. Pero no hay que darles todo mascado. «Un niño ha de experimentar qué se siente tanto al ganar como al perder, no conviene dejarles ganar sin que haya habido un esfuerzo previo, y es justo ahí donde debemos colocar el foco, en el esfuerzo porque el esfuerzo es algo que ellos pueden controlar, no tanto el resultado», explica la experta.
Lógicamente, es totalmente «normal» que los peques sientan «rabia o vergüenza» cuando pierden pero ahí es donde entra el papel de los padres para facilitarles esa expresión emocional. No debemos olvidar que las emociones son inherentes al ser humano, nos acompañan siempre, por lo tanto, aprender a identificarlas para gestionarlas será fundamental», aconseja Martínez Güenaga.
Y nosotros, los padres, tenemos que ser los primeros en dar ejemplo. «Con nuestro ejemplo acompañamos cuando muestren una pataleta por haber perdido y desde la calma validamos su emoción, corrigiendo comportamientos inadecuados o desproporcionados. No olvidemos que los niños hacen lo que ven, no lo que les decimos que deben hacer», aclara.
Cada vez que un niño no logra lo que quiere ejercita la tolerancia a la frustración, y esta será fundamental para desarrollar recursos y habilidades para enfrentarse a los desafíos de la vida. «Si experimenta estas emociones y sensaciones acompañado, en un entorno seguro y lleno de amor como es el entorno familiar será menos traumático», recuerda. Y es que cuando un niño se frustra aprende a conocerse, a esperar, a resolver conflictos, a gestionar emocionalmente. «Favorece el desarrollo de herramientas para mejorar sus habilidades intrapersonales e interpersonales, favorece su desarrollo personal, habilidades sociales», concluye la psicóloga.
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