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CARLOS BENITO
Miércoles, 20 de mayo 2020
La historia de Lennie Gwyther ya resultaba asombrosa en su momento, a comienzos de los años 30 del siglo pasado, pero se agiganta al contemplarla desde el día de hoy, cuando se ha vuelto inimaginable que un niño de 9 años pueda afrontar en solitario ... un desafío de tal calibre: en compañía de su querido poni, Ginger Mick, el pequeño australiano recorrió los mil kilómetros que separaban su domicilio de Sídney y, después, cubrió de la misma manera el trayecto de vuelta. Aquel viaje, que tenía como único objetivo presenciar la inauguración del Puente de la Bahía de Sídney, le valió al pequeño Lennie el sobrenombre de 'La Leyenda' y lo convirtió en todo un símbolo del carácter emprendedor de los australianos, durante un periodo de incertidumbre y escasez (la Gran Depresión) en el que andaban particularmente necesitados de inyecciones de autoestima.
Lo cierto es que a Lennie se le ponían pocas cosas por delante y ya había dado muestras con anterioridad de ese talante resuelto y audaz. Nuestro protagonista vivía con sus padres y sus tres hermanos pequeños en una granja de Leongatha, en el sureste de Australia, y dedicaba los fines de semana y las vacaciones a echar una mano en las labores agrícolas. Cuando su padre, un veterano de la Primera Guerra Mundial al que llamaban 'El Capitán', se rompió una pierna, el niño de 9 años asumió las tareas de labranza en solitario y logró sacar adelante la cosecha de ese año. Sus padres, agradecidos y admirados ante su capacidad de sacrificio, le preguntaron qué quería como premio por tanto esfuerzo, y Lennie no tuvo que pensárselo mucho: apasionado de la maquinaria y los avances tecnológicos, llevaba años pendiente de la construcción del Puente de la Bahía de Sídney, una maravilla de la ingeniería de la época. Se había enterado de que la inauguración estaba prevista para el 19 de marzo de 1932, así que les pidió a sus padres que le dieran permiso para trasladarse hasta allí y asistir a la ceremonia.
Al principio, los padres no lo tenían nada claro, pero 'El Capitán' estudió la ruta en compañía de su hijo y, al final, lograron convencer a la madre de que también diera su visto bueno al proyecto. Por supuesto, Lennie haría el camino a lomos de su inseparable Ginger Mick, un precioso poni que había nacido el mismo día que él y que su abuelo le había regalado cuando ambos tenían 2 años. El 3 de febrero, emprendieron juntos el itinerario de casi mil kilómetros. Como equipaje, Lennie llevaba una mochilita con algo de ropa, un pijama, un cepillo de dientes y una botella con agua.
En su trayecto sufrieron el asalto de un vagabundo y el azote de la lluvia, y también tuvieron que atravesar una zona incendiada, pero salieron bien librados de todos los imprevistos. La prensa australiana se enteró muy pronto de su iniciativa y transformó su expedición en un acontecimiento: allá por donde pasaban Lennie y Ginger Mick, la gente salía a darles ánimo. En la capital, Canberra, tomó el té con el primer ministro, Joseph Lyons, y a su llegada a Sídney ya se había convertido en una pequeña celebridad que fue aclamada por la población. No solo presenció la inauguración del puente, como era su propósito, sino que le ofrecieron participar en el desfile organizado para la ocasión. Además, conoció al alcalde de la ciudad, pudo montar en un elefante del zoo de Taronga y asistió a un partido de críquet, donde su ídolo, el gran Donald Bradman, le regaló un bate autografiado.
Aunque el plan inicial era que volviese a casa en barco, estaba viviendo una experiencia tan estimulante que consiguió persuadir a su padre para que le dejase regresar igual que había venido, recorriendo los caminos con Ginger Mick. En esos mil kilómetros de regreso tuvo que hacer varias paradas, para hablar en colegios o asistir a bailes, y llegó a Leongatha el 10 de junio. Sus paisanos le brindaron una acogida clamorosa, más propia de un héroe que regresase del campo de batalla. Ya era 'La Leyenda'. El 18 de abril, en mitad de su aventura, había cumplido los 10 años.
Lennie acabó dedicándose profesionalmente a esa maquinaria que le fascinaba desde su primera infancia, en una factoría de General Motors. Se casó, tuvo una hija, se afincó en un barrio de Melbourne y falleció en 1992, con 70 años. El cáncer le impidió completar su gran proyecto de jubilación: se estaba construyendo una embarcación con la que planeaba navegar hasta Tasmania (situada enfrente de la costa de Leongatha) y Nueva Zelanda. Su aventura de hace casi un siglo no ha caído en el olvido: se han publicado varios libros sobre aquello, una calle de su pueblo lleva su nombre y, hace tres años, se inauguró allí una estatua a tamaño real en la que aparece a lomos de Ginger Mick. «Fue un gran logro para un chaval de 9 años. La generación más joven no sería capaz de hacer nada parecido, se quedan estupefactos al oírlo. Es una historia increíble y maravillosa», elogió el alcalde, Bob Newton.
En la inauguración estuvo presente una hermana menor de Lennie, Beryl, de 92 años. «Mi hermano siempre decía que lo que había hecho no era gran cosa. Era lo natural en aquellos tiempos, se resistía a hacerse notar. Él tenía la confianza y la fortaleza para resolver sus problemas, sobreponerse a los obstáculos y perseguir sus sueños».
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