Carlos Cienfuegos
Miércoles, 24 de mayo 2023, 20:16
Llegar con malas notas a casa cuando aseguraba que había aprobado todos los exámenes; decir que no tiene deberes, cuando realmente no los ha hecho; o hablar de hacer planes con unos amigos y estar con otros. Éstas son solo algunas de las mentiras que más han escuchado los padres. Unas expresiones que sacan de quicio a menores y adultos y que se suelen corregir con castigos, reprimendas o manifestaciones de que esa actitud es reprobable. Pero, ¿qué hay detrás de las mentiras de nuestros hijos?
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Todo el mundo ha soltado alguna en su momento. Muchas veces las llamamos «piadosas» para minimizar nuestro acto. El problema es que nunca pensamos qué hay detrás de cada una. «Varía muchísimo de un peque a otro, de una familia a otra o de un niño a un adolescente, pero todas tienen una función. Es decir, no se trata tanto de cómo hacer que dejen de hacerlo sino de saber por qué lo hacen», explica Jennifer Lavín, responsable de los centros Jennifer Lavín Psicología y Keiki Psikologia.
Evitar decepcionar a los padres, querer cierta independencia o no aceptar las frustraciones son algunas de las más extendidas entre la infancia y la adolescencia. «La adolescencia se caracteriza por la oposición. Si uno no está sacando buenas notas y le cuesta responsabilizarse, los padres tienden a estar encima de él. Eso se les suele hacer insoportable porque, al final, están construyéndose a sí mismos y haciendo su propio camino. Entonces mienten para evitar esa reacción», asegura.
Jennifer Lavín
Responsable de los centros Jennifer Lavín Psicología y Keiki Psikologia
Por ello, Lavín defiende que hay que evitar «las etiquetas. Porque un niño mienta no significa que sea un mentiroso, sino que está pasando por un momento muy difícil de gestionar y es la manera que encuentra de hacerlo». El entorno no influye tanto como podemos pensar. «Yo en la clínica no lo he visto tanto. En cierta etapa del desarrollo de los niños es posible que afecte un poco, pro hablamos de pequeños de entre los 5 y los 8, como mucho».
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Se suele decir que cuando somos pequeños mentimos más, pero está lejos de la realidad. «La mentira siempre tiene una función, para el niño, adolescente y para el adulto». Por eso es importante cómo se posicionan los padres ante ellas. «No se trata de ir a castigarla, ni se trata de centrarte en ella, sino de lo que hay detrás. De alguna manera, en vez de decirle y señalarle que lo que dice no es cierto, hay que desmontarla o devolvérsela más de otra manera».
- ¿Y si esa conducta se mantiene?
- Yo trabajo un poco más desde la particularidad de cada paciente y cada familia. Es verdad que no existe una fórmula mágica, pero los castigos no suelen funcionar con las mentiras, ya que tapamos la función y no se trabaja sobre ella. Entonces, el niño puede sentirse más incomprendido y actuar más en consecuencia.
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