![«La literatura infantil debe ser un lugar seguro para el niño»](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202106/30/media/cortadas/Abel%20Amutxategi-Rf0Y6c4ONpHxRro7tx2iOzK-1248x770@El%20Correo.jpg)
![«La literatura infantil debe ser un lugar seguro para el niño»](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202106/30/media/cortadas/Abel%20Amutxategi-Rf0Y6c4ONpHxRro7tx2iOzK-1248x770@El%20Correo.jpg)
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sergio llamas
Lunes, 26 de julio 2021, 19:18
El humor y una creatividad delirante son las dos principales señas del bilbaíno Abel Amutxategi, autor de novelas gamberramente divertidas como 'Su muerte, gracias' o 'La tienda de la señora Li' (ambas en Ediciones El Transbordador). Pero este escritor polifacético, que también ha puesto su pluma a disposición del periodismo cultural y al frente de un blog con recursos para autores (www.comoescribirunlibro.com), se ha sabido hacer un hueco en el difícil mercado de la literatura infantil con propuestas tan locas como un libro de un cuentos que se puede leer en pocos minutos mientras los pequeños se lavan los dientes, o unas historias de terror para niños que evocan el espíritu del célebre R.L. Stine. Actualmente prepara una serie de libros sobre un grupo que investiga sucesos paranormales. La fórmula, que va dirigida a lectores a partir de los 8 años, mezclará humor y misterio y verá la luz el año que viene.
¿Qué hace especial a la literatura infantil?
Para empezar es una literatura que no tiene prejuicios, y eso la hace especialmente interesante bajo mi punto de vista.
Los adultos podemos leer por muchos motivos: para informarnos, para escapar, para obtener un cierto placer intelectual… En ocasiones incluso para creernos superiores a otros y forjarnos una cierta imagen de personas «de bien», por qué no reconocerlo también.
Pero los niños sólo leen para divertirse. Su experiencia lectora es la más pura que uno se pueda encontrar. Y eso hace que sea un público ideal para cualquier escritor. Si a un niño no le gusta lo que has escrito, puedes estar seguro de que no se lo va a leer. Es más: si tiene la oportunidad, te dirá con toda claridad que no le ha gustado. Y saber eso es algo que siempre le pone a uno el ego en su sitio.
¿Tienes una mentalidad diferente cuando escribes para este público?
Es cierto que cada rango de edad se interesa más por unos temas y por unos tipos de estructuras pero, más allá de eso, no creo que haya demasiada diferencia entre escribir para adultos o para niños. Básicamente comparto la idea de Gorki de que «escribir para niños es lo mismo que escribir para adultos, pero mejor».
Además de escribir también diriges tu propio taller literario y un espacio con recursos para escritores ¿Qué es lo que más le cuesta interiorizar a quienes empiezan a escribir literatura infantil?
Lo que más les suele costar es deshacerse de todo lo que creen que es la literatura infantil. La literatura infantil no tiene por qué ser ñoña ni aleccionadora. Simplemente debe tratar al niño como a un igual al que desea atraer y, sobre todo, entretener. Porque, si los adultos tenemos derecho a leer para desconectar y visitar mundos que nos hagan olvidar lo limitada que es nuestra vida cotidiana, no entiendo por que los niños deberían leer por otro motivo.
Es un problema que se da también cuando algunos autores de literatura adulta se adentran por primera vez en el mundo de la literatura infantil. Que parece que se preocupan más por construir sus obras desde su idea de lo que debe ser esta literatura, que desde lo que los niños quieren leer.
¿Hay algún tabú del que no se pueda incluir al escribir literatura infantil?, ¿cuáles serían?
Para mí la frontera está en la seguridad del niño. El protagonista puede correr todo tipo de aventuras, incluso estar al borde de la muerte, pero el lector debe saber en todo momento que la cosa terminará bien… por mucho que esa idea de «bondad» marque un terreno muy amplio en este caso. En 'Las brujas' de Roald Dahl, por ejemplo, el protagonista termina convertido en ratón. Y eso es para él un final alegre, porque calcula que podrá vivir con su abuela hasta la muerte de ambos.
En definitiva, la literatura infantil debe ser un lugar seguro para el niño. Un entorno en el que encuentre un hogar al que quiera volver y desde el que pueda desarrollar tanto su fantasía como su empatía. Donde aprenda que las cosas pueden cambiar y ser diferentes. Un mundo que le enseñe que los dragones existen, como decía Chesterton, pero en el que también aprenda que pueden ser vencidos.
Por norma general el público adulto no suele leer novelas infantiles, aunque la literatura juvenil y el llamado Young Adult lleva unos años en auge. ¿Recomendarías al público adulto acercarse a estas novelas?
En la literatura infantil hay de todo, igual que lo hay en la literatura adulta: desde libros encargados a escritores fantasma por un sueldo irrisorio, hasta auténticas obras de arte. Así que el adulto que se aleje de este tipo de libros por sus prejuicios hacia ellos se estará perdiendo lo mismo que aquel que haya decidido no leer nada de nada. Ni más, ni menos.
Mi consejo sería que los adultos se acercaran a la literatura infantil con el mismo espíritu con el que les recomiendo que se acerquen a la literatura negra, romántica, histórica… o incluso literaria: olvidándose de la estantería en la que han encontrado el libro y dejando a un lado cualquier prejuicio.
Les pediría simplemente que lo leyeran sin miedo y sin vergüenza, y que se plantearan luego si les ha gustado o no. Y si no les ha gustado les pediría que probaran con otro autor diferente, hasta dar con la tecla adecuada. Porque la literatura infantil es un género tan amplio que es absurdo pensar que todos vayamos a vernos reflejados en los mismos estilos y temáticas.
Uno de tus últimos libros fue 'Cuentos a Tumba Abierta', junto a Jordi Villaverde, en la editorial RBA. Es una obra muy en la línea de las historias de la serie 'Pesadillas' de R.L. Stine. ¿Por qué el terror fascina tanto a los menores?
Lo cierto es que el miedo es un sentimiento bastante difícil de gestionar para los niños. Por un lado están en una edad en la que aún tienen miedo de muchas cosas que a nosotros, los adultos, pueden parecernos irracionales: desde fenómenos cotidianos como la oscuridad o las tormentas, hasta temas más serios como perderse o que le pase algo malo a alguno de sus padres o cuidadores. Nosotros les decimos que no tengan miedo. Que no pasa nada. Que en esa oscuridad no se esconde ningún monstruo y que nosotros estaremos siempre a su lado. Pero el miedo sigue apareciendo y ellos se ven obligados a aparentar una entereza que no sienten para no decepcionarnos.
Los libros de terror ofrecen un entorno seguro en el que sentir ese miedo. Un coto cerrado del que saben que los monstruos no podrán salir jamás y que, al final de la lectura, los invitará más a reír que a temblar. Los libros al estilo de estos 'Cuentos a tumba abierta' juegan mucho con esa mezcla de humor y terror. Y eso hace que la lectura sea toda una catarsis para los niños. Son unos cuentos ideales para leer entre amigos o en una pijamada, porque el terror compartido siempre sabe mejor.
Más que el terror, una de tus señas es el humor. ¿Los lectores infantiles tienen mucho sentido del humor?
La risa es el estado natural de los niños. Ellos viven en un mundo extraño que van descubriendo a bocados. Un mundo irracional al que nosotros nos hemos ido acostumbrando poco a poco, pero que no por ello tiene mayor sentido si nos paramos a pensarlo. Por eso me dedico al humor. Porque me gusta amplificar todas las incongruencias que veo en nuestro día a día para tomar conciencia de ellas y poder desactivarlas de algún modo. Porque, por mucho que nos guste creer que lo tenemos todo bajo control, los adultos no engañamos a nadie. Y a los niños menos que a nadie, claro.
En 'La increíble historia de Mara y el sol que cayó del cielo', en Ediciones El Transbordador, hablabas entre otros temas de la familia y el papel que pueden desempeñar los niños. ¿Crees que la literatura infantil tiene que cumplir siempre con esa función ejemplarizante o educadora de las moralejas?
Como autor de literatura infantil tengo que hablar con muchos padres, y veo que hay una corriente de crianza en la que se buscan cada vez moralejas y enseñanzas más concretas: «busco un libro cuyo protagonista se llame Ramiro y al que le guste tirar de la cola a los perros, para que mi hijo aprenda que es algo peligroso». A mí, personalmente, no me gustan nada las moralejas. No me gustan las historias cuyo objetivo es enseñar algo, ni a los niños ni a los adultos. Lo que sí creo es que todas las historias, tanto las dirigidas al público infantil como las dirigidas al público adulto, se cuentan desde un cierto posicionamiento del autor. Y esto, más que una moraleja, transmite una forma de ver el mundo… que es algo mucho más fino y que sí creo que es inevitable.
'La increíble historia de Mara y el sol que cayó del cielo', por ejemplo, tiene dos temas troncales. Por un lado habla de cómo uno va eligiendo su verdadera familia a lo largo de su vida, de cómo uno puede encontrar un hogar fuera del hogar llegado el caso y de cómo ese nuevo hogar puede ser tan cálido o más que el formado por su familia de sangre. Por otro habla de la necesidad de asumir las consecuencias de las propias equivocaciones, de cómo siempre hay un modo de solucionar los errores por grandes que estos nos parezcan en un primer acercamiento. Y en medio de estos dos grandes temas, surge la idea de cómo la comprensión y la amabilidad abren siempre muchas más puertas que el odio.
En este caso he presentado la historia como una fábula apta para todas las edades, para niños de 9 a 99 años como a mí me gusta decir, pero todos ellos son temas que hubiera podido tratar en una novela adulta sin mayor problema.
Tu último trabajo publicado, 'Cuentos cortos para lavarse los dientes', ilustrado por Antonio Navas Camacho en RBA, proponía historias para recompensar a los menores mientras cogen buenos hábitos de higiene. ¿Cómo está funcionando la fórmula?
Los 'Cuentos cortos para lavarse los dientes' surgieron como unos audiocuentos con los que cronometrar el tiempo de cepillado de los más pequeños. Los relojes y cronómetros al uso pueden resultar bastante aburridos, y hay una edad crítica en la que el momento del cepillado de convierte en un tira y afloja bastante desagradable entre padres e hijos. El proyecto tuvo muy buena acogida tanto entre los odontopediatras como entre las propias familias, y aún sigue disponible en Spotify, Youtube o su propia web (www.cuentoscortosparalavarselosdientes.com). Con el tiempo surgió la oportunidad de plasmar estos cuentos en papel, y la verdad es que ha quedado una edición preciosa. Estoy muy contento con ella.
¿Qué consejo le darías a los padres que quieren hacer que sus hijos se conviertan en grandes lectores?
Yo creo que, además de darles ejemplo nosotros mismos, la animación a la lectura debería apoyarse en dos pilares fundamentales: el de la libertad del niño para elegir e ir descubriendo qué tipos de libros le gustan y cuáles no, y el de no presentar nunca la lectura como un castigo. Todos esos mensajes de «castigado sin consola hasta que lo termines este libro» son contraproducentes y no nos ayudarán a hacer de la lectura un terreno amigable, que es lo que debemos buscar en última instancia como educadores.
A partir de ahí podemos y debemos aconsejar a los niños, pero teniendo siempre en cuenta que nuestros consejos serán sólo sugerencias. Recomiendo acompañar a nuestros hijos, leer mucho infantil nosotros también, y salirnos un poco del catálogo de las grandes editoriales para mirar un poco más allá, porque entre las independientes hay verdaderas joyas que no veremos en las mesas de novedades de las grandes cadenas de librerías.
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