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La literatura clásica sigue sin enganchar a los adolescentes

La literatura clásica sigue sin enganchar a los adolescentes

Los textos clásicos distan de las preferencias de nuestros jóvenes. «El rechazo proviene del esfuerzo que les supone el nivel léxico o el registro de estas obras que se encuentran muy alejadas de sus habilidades lingüísticas», asegura una experta

Leire Larrazabal

Jueves, 28 de marzo 2024, 19:06

Llegamos a Secundaria y es momento de abordar la literatura clásica. ¿Cómo puede conseguir un profesor crear hábito lector en la adolescencia usando la narrativa 'young adult'? «Seguimos olvidando que la educación literaria que ofrecemos a nuestros alumnos debe ser adecuada a sus intereses y capacidades si nuestro objetivo es aumentar su motivación y despertar en ellos un interés por la lectura», advierte Olga Fernández-Vicente, profesora e investigadora en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y en la UPV/EHU. Y se remite a los hechos, «según un estudio realizado por el Grupo de Investigación Lazarillo de la Universidad de Cantabria, buena parte de los clásicos recomendados en las aulas de 3º y 4º de la ESO pertenecen a la literatura canónica. En definitiva, este tipo de literatura se puede definir como obras escritas para adultos o sin un público definido. Parecemos olvidar el hecho de que los adultos jóvenes o adolescentes, cuya naturaleza es básicamente egocéntrica, prefieren leer sobre personas que sean tan semejantes a ellos como sea posible. Teniendo esto en cuenta, sorprende que se sigan recomendando algunas obras del teatro clásico español a pesar de que están claramente alejadas de los intereses de nuestros jóvenes adolescentes». Y pone ejemplos, 'El Sí de las Niñas', de Leandro Fernández de Moratín de 1806; 'Don Álvaro y la Fuerza del Sino', escrita por el Duque de Rivas en 1835; o clásicos como 'Zalacaín el aventurero', de Pío Baroja de 1908; o 'La Regenta', de Leopoldo Alas 'Clarín'.

La literatura clásica requiere «tiempo y una madurez académica que muchos estudiantes de Secundaria aún no han desarrollado», sostiene Fernández-Vicente. Por eso, aboga «por el uso de la literatura juvenil para apoyar el desarrollo de la comprensión lectora e involucrar al adolescente en la lectura analítica». Y sin olvidar que la literatura impresa no es la única literatura que se puede recomendar al alumnado: «habría que tener en cuenta el uso de vídeos, CD, cómics, audiolibros, novelas gráficas o programas en CD-ROM en el aula», propone la experta.

«Obras para adultos cultivados»

Es evidente que los textos clásicos distan de las preferencias de nuestros jóvenes. «El rechazo proviene del esfuerzo que les supone el nivel léxico o el registro de estas obras que se encuentran muy alejadas de sus habilidades lingüísticas», opina. Además, los clásicos no tratan las preocupaciones de un adolescente. «Son obras que fueron escritas para adultos cultivados. En ocasiones, no nos damos cuenta de que incluso nuestros estudiantes más brillantes siguen siendo adolescentes con los problemas y necesidades típicos de la adolescencia, e ignoramos el hecho de que una de las características más valiosas de la literatura juvenil contemporánea es que ayuda a los adolescentes a sentirse comprendidos y parte de algo. Y Fernández-Vicente también echa por tierra la opinión de que nuestros adolescentes no leen: «sí leen, pasan el día delante de la pantalla leyendo informaciones que les interesan, pero, obviamente, no podemos valorar la calidad de lo que leen».

¿La literatura juvenil podría servir como puente para llevar a las obras clásicas? «Los estudiantes deben convertirse primero en lectores y luego desarrollar las habilidades necesarias para comprender temas más complejos, tramas y las técnicas literarias utilizadas para lograrlas», explica. Y concluye, el informe PISA entiende la competencia lectora como «la capacidad de comprender, utilizar, reflexionar y comprometerse con textos con el objetivo de desarrollar el conocimiento y el potencial personal y participar en la sociedad. En ningún momento indica que esos textos hayan de pertenecer al canon. Por lo tanto, considero esencial abrir nuestras mentes y comenzar a entender la lectura de otro modo, es decir, sin identificarla con el texto clásico. Tal vez una vez hayamos abierto nuestras mentes nuestros alumnos logren abrir sus horizontes lectores», apostilla.

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