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Mi hijo adolescente quiere tatuarse... ¿Qué hago?

Mi hijo adolescente quiere tatuarse... ¿Qué hago?

Los pediatras recomiendan hablar abiertamente sobre el tema en familia, sin cerrarse nunca en banda, y darse un tiempo de reflexión antes de pasar por la aguja, siempre en el estudio de un profesional

MIRARI ARTIME

Martes, 7 de septiembre 2021, 19:06

Aunque no existen cifras oficiales, los últimos datos aportados por distintas federaciones del sector del tatuaje indican que alrededor del 26 % de los jóvenes menores de 29 años tienen uno en su cuerpo. No hay distinción entre chicas y chicos. Según diversos estudios realizados en Bizkaia, ellas prefieren hacérselos en el tobillo, mientras que para ellos los brazos, los tobillos y la espalda suelen ser los lugares elegidos.

Para los padres es necesario entender qué hay detrás de una decisión de ese tipo, cómo y por qué se quieren hacer un tatuaje y los riesgos que entraña, y de esa manera ayudarles a tomar decisiones. Hay muchos progenitores que se cierran en banda. Otros, por no discutir, asienten sin inmutarse. Cada vez hay más padres que están, a su vez, tatuados, pero muchos no han tenido ningún contacto con esta práctica: para ellos, que un hijo o una hija quiera hacerse un tatuaje sigue implicando entrar en un mundo desconocido y plagado de estereotipos.

La Asociación Estatal de Pediatría (AEP) detalla en primer lugar la importancia de conocer bien en qué consiste un tatuaje. «Se trata de una herida punzante en las capas profundas de la piel que se rellena con tinta. Se ejecuta por medio de punciones con agujas u otros instrumentos que inyectan los tintes directa y profundamente en la piel», desarrollan. El resultado es la coloración permanente de la misma. «La micropigmentación, por su parte, consiste en la introducción más superficial (debajo de la epidermis) de pigmentos y colorantes. La duración es de meses o años», explican.

En este punto, recalcan los riesgos de tatuarse en entornos no profesionales. «Al realizar los tatuajes pueden transmitirse infecciones como el sida, la hepatitis B o C. Esto puede ocurrir si no se utilizan agujas de un solo uso», indican. Además, la zona donde se ha actuado puede infectarse y sufrir reacciones alérgicas a los tintes. «La presencia de estos grabados en determinadas zonas corporales en ocasiones es una contraindicación u obstáculo para la aplicación de determinadas técnicas anestésicas comoepidural o raquianestesia, así como en pruebas de imagen como puede ser la resonancia magnética», advierten.

Rebeldía contra lo convencional

Por ese motivo, instan a seguir una serie de recomendaciones. La principal es, por supuesto, la de acudir a un centro autorizado, que disponga de los permisos reglamentarios. «No es recomendable hacérselos en lugares y espacios que no son estables como conciertos, mercados o ferias», señalan. Habitualmente, en los estudios y talleres, los menores deben acudir acompañados de los padres. Después de tatuarse, lo importante es mantener la zona limpia y lavarla con agua y jabón a diario. «Si se observa que el área donde se ha intervenido se hincha o se pone roja, caliente, tiene pus o mal olor, debe consultarse con el médico», aconsejan.

Pese a tratarse de una práctica que existe desde hace milenios y que cada vez está más extendida, muchos padres se cuestionan por qué los hijos quieren hacerse un tatuaje. Según la AEP, entre las razones habituales se incluyen el deseo de diferenciarse de los demás, experimentar con el cuerpo y rebelarse contra lo convencional, así como agradar a los amigos e integrarse en el grupo. Los pediatras recuerdan además que el motivo elegido puede acabar resultando contraproducente y causar «un efecto negativo en el joven», lanzan. «Esto pasa en el caso de una imagen mal elegida, que produzca burlas y rechazo. Por ejemplo, tatuarse el nombre de la pareja se convierte fácilmente en algo indeseado, sobre todo en la adolescencia, cuando las emociones cambian con frecuencia».

De ahí que, a la hora de abordar la petición de un hijo, aconsejen hablar abiertamente del tema, conocer los riesgos que conlleva, las precauciones que deben tomarse y establecer un tiempo para pensar y que el adolescente tenga suficiente información sobre el tema. Meditar. «Nunca amenazar con castigos, ya que esto perjudica la confianza y bloquea la comunicación entre padres e hijos».

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