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Leire Fernández
Domingo, 23 de marzo 2025, 19:07
Andrea Ros es actriz, educadora perinatal, escritora y sobre todo madre. Acaba de publicar su segundo libro 'Comadres' y a través de su perfil de Instagram @madremente y desde El refugio de les mares, centro que gestiona en Barcelona, acompaña a las mujeres en su maternidad, porque el secreto para la conciliación «era estar juntas».
Andrea, ¿en algún momento será viable una sociedad que priorice los cuidados?
Yo quiero pensar que sí, porque si no, no puedo ni imaginarme que todo lo que estamos haciendo no va a servir de nada. Es que sin los cuidados nos vamos a morir. Tenemos una sociedad tremendamente enferma y poner los cuidados en el centro es lo mínimo para seguir estando vivos.
No podemos seguir externalizando los cuidados. No podemos seguir haciendo como que no los necesitamos. Eso sobre todo, ¿no? Como que esto de la autosuficiencia y de la independencia es mentira. No somos independientes. Somos absolutamente dependientes los unos de los otros.
Al principio del libro dices, «no hay feminismo sin las madres», pero parece que últimamente es más feminista la que decide no ser madre.
Porque nos han hecho creer que ser madre es patriarcal. Pero es absurdo. Ser madre estaba antes del patriarcado, por suerte. Ser madre es una cuestión feminista. O sea, está muy bien que haya gente que no desee eso. Es fantástico, pero para las que lo deseamos necesitamos derechos, ¿no? Necesitamos que nos protejan y nos cuiden.
Lo que es patriarcal es no permitir a las mujeres tomar sus propias decisiones. Al final lo que es patriarcal es la maternidad a la que estamos sometidas. Nos hemos creído que el trabajo iba a emanciparnos. Esa es la falacia que nos hemos creído, ¿no? ¡Y qué mentira más grande! Porque necesitamos estar en pareja para poder pagar un alquiler, porque es imposible pagarlo solo una. Entonces, nos hemos creído esta mentira y creemos que eso es realmente el feminismo. Pero lo que es feminista es que yo pueda tomar decisiones sobre mi vida.
Es curioso que para mejorar la situación de las mujeres madres se amplía el permiso de paternidad y se equipara al de la mujer que lleva congelado desde los 80...
No solo se equipara, sino que se hace intransferible. Y esto la consecuencia que ha tenido es que ha precarizado más a las madres. Porque cuando eran transferibles, el de la mujer era insuficiente, pero con el de su pareja podía alargar un poco hasta los 6 meses de lactancia materna, por ejemplo. Pero es que ahora, al hacerlo intransferible, lo que han provocado es que las mujeres, como quieren seguir cuidando, se precaricen mucho más. Porque ellas quieren seguir dando el pecho. Entonces, esos dos meses que faltan los acaban sacando de su jornada o con reducciones o con excedencias. Esto, por supuesto, las privilegiadas que pueden hacerlo. Las demás simplemente renuncian a poder dar el pecho a su hijo.
O poder estar simplemente con ellos, ¿eh? Porque las mujeres que dan biberón también quieren estar con sus hijos. Hemos entendido todo mal.
«Los hombres no se embarazan, no paren, no lactan, somos diferentes le pique a quien le pique», dices en el libro. ¿Igual deberíamos empezar a cambiar las reivindicaciones de igualdad por las de equidad?
Claro, es que ser madre y ser padre no es lo mismo. Nos pongamos como nos pongamos. Entonces, en la era de que todos somos iguales, pues le estamos dedicando toda la energía a equiparar algo que no es igual. Entonces, no podemos estar ampliando el permiso de los padres sin estar cubriendo lo mínimo que necesitan las madres, que es, por lo menos, los seis meses de lactancia materna, pero en el mejor de los casos, los nueve meses de exterogestación, o el año, como en los países nórdicos. O sea, que no estamos pidiendo una cosa muy rara. Estamos pidiendo algo que ya existe.
Entonces, cuando las madres no estén sometidas a esta violencia, pues entonces podremos ampliar el de los padres. Yo quiero poder maternar con mi pareja. Por supuesto que sí. Y, además, creo que los permisos de paternidad son una oportunidad tremenda para que los hombres conecten con la ternura, que es algo que también les ha sido robado. O sea, yo no digo que no, pero no podemos olvidarnos de que los derechos de las madres aún no están conquistados.
En el libro comentas que tenemos demasiada teoría y eso nos condiciona para intentar ser perfectas. Hace poco leí un comentario de una psicóloga que decía que a los millenials nos vendieron la importancia de la formación para todo, si te formabas te iba a ir bien en la vida y que por lo tanto no puede sorprendernos que también nos llevemos esto al terreno de la maternidad y busquemos formarnos todo el tiempo.
Sí, es que no puedo estar más de acuerdo con esta mujer porque es que esta es la realidad, es donde nos hemos escondido los millenials, ¿no? Si leo, lo tengo todo asegurado. Pero eso también es una muestra de los solas que estamos, porque nos hemos tenido que refugiar en los libros, porque no tenemos otras compañeras con las que hablar. Hablar de maternidad está como mal visto, eres un poco la aburrida del grupo si hablas de esto, ¿no? Entonces, pues el único recurso que hemos encontrado ha sido meternos de lleno en la teoría y esto está teniendo algunas consecuencias un poco peligrosas.
Ahora que se habla más de la maternidad tenemos que oír que somos muy pesadas, que todo el tiempo dando vueltas con lo difícil que es ser madres, que otras generaciones lo fueron antes y no se quejaron tanto... Se habla mucho de niñofobia, pero también hay mucha maternofobia.
Es que va ligada una cosa a la otra, porque si echamos a los niños de los sitios automáticamente estamos echando a sus madres, porque las madres van a querer seguir estando con sus hijos, ¿sabes? No vamos a querer dejar de estar con ellos.
Yo no puedo mucho con este discurso de esto lo han hecho todas las mujeres antes y nunca se han quejado tanto. Como si el problema fuera quejarse y no el problema en sí. Igual no se quejaban porque no podían, por ejemplo, entre otras cosas.
O se quejaban entre ellas, si hablas con tus abuelas tendrían sus quejas también. Lo que pasa es que no las escuchaba nadie. Pero bueno, que las mujeres hayan aguantado violencias no quiere decir que no podamos decir basta.
Esto pasa lo mismo con la violencia de género. ¿Cuántas mujeres han sufrido palizas sistemáticamente en su casa siempre y no han nunca dicho nada? Porque antes no se podía decir nada. Ahora se puede decir.
Pero vamos, es que este mensaje de siempre ha pasado y nadie se ha quejado es como, «ah, entonces lo que quieres es que me siga pasando esto y que me calle, ¿no?». Es un poco problemático ese pensamiento.
¿Algún día dejaremos de librar la guerra teta contra biberón?
Ay, ojalá, por Dios. Yo creo que ya estamos empezando. En El Refugi, que hay 500 mujeres al mes, ya no está esta lucha. Ya hemos entendido que la movida va más allá. Que es independiente. Que no importan las decisiones que tomemos individualmente. Que lo que importa es que nos estamos entendiendo. Porque la experiencia es la misma. Porque pasamos por las mismas cosas. Y yo creo que eso ya está superado.
Bueno, no en todo el mundo seguramente. Pero yo te digo que en el círculo en el que yo me muevo es un debate ya completamente superado. No podemos saber las circunstancias que nos llevan a cada una a tomar cada decisión. Entonces yo creo que eso ya lo estamos entendiendo. Que ser madre nos conecta a otro nivel. Y que no importa cómo lo haces.
A la hora de poner límites, ¿hay que saber qué batallas merece la pena luchar?
Sí, porque a veces ponemos un límite que nos ponemos unas trampas nosotras mismas. Igual hay que ser un poco más flexible. Cada una tiene que ver lo que es importante para ella. Yo en el libro pongo el ejemplo de la chaqueta que para mí fue muy claro. Yo estuve semanas peleando con mis hijos para que se pusieran la chaqueta antes de salir de casa. Cuando descubrí que cuando salían y tenían frío se la ponían, pues dejé de pelearme.
Que también una retirada de tiempo es una victoria. Esta no va a ser mi lucha. Yo creo que cada una tiene que encontrar dónde sí y dónde no.
En general nos deja muy tranquilas la frase de que 'no se puede criar sin gritar'...
Yo lo he ido pensando a medida que he ido creciendo como madre, pero cuando entrevisté a María Velasco, que es una médico-psiquiatra infantil muy guay, ella fue categórica. No se puede criar sin gritar. Porque el grito forma parte de la vida. Alguien que yo considero muy listo, si ella lo dice, me rindo.
Yo pienso que el grito también nos pertenece a las madres, porque nos pertenece a las mujeres. La furia, la rabia, no van ligadas a la violencia. O sea, que yo sienta furia y sienta rabia, es una cosa. Lo que yo haga con mi furia y con mi rabia es otra. Entonces yo creo que a las madres hay que devolverles todo esto. Esto lo decía Adrienne Rich en un libro que publicó en el 75. Ella decía, «la maternidad es cólera y ternura». Entonces esto es algo que hemos sabido siempre.
La furia va implícita en maternar. Todas la hemos sentido. Tanto en la defensa de nuestros hijos como muchas veces hacia nuestros propios hijos. Cuando nos hablan mal, cuando tienen comportamientos que nos dan vergüenza. Como que nos activan muchas emociones. ¿Por qué vamos a seguir negando esto y vamos a seguir haciendo como que nuestros hijos solo nos fascinan?
Pues no, nuestros hijos nos fascinan y nos sacan de quicio. De hecho, a veces más de las que nos fascinan. Gritar no es violento per se. Hay mucha gente que maltrata a sus hijos sin gritar. Que los menosprecia, que los ridiculiza y ahí no está gritando nadie. Hay matices y yo creo que ahí es donde a mí me interesa estar, en el debate de los matices.
Andrea y la pregunta del millón, ¿cómo están las madres?
Están loquísimas. Estamos locas. Pero cómo no. El escenario es terrible. La que está cuerda no sé cómo lo ha hecho.
Porque si partimos de la base que la mitad de las mujeres viven violencia obstétrica. No sabemos ni cuántas viven violencia durante sus lactancias con profesionales que no están actualizados, con pérdidas de lactancia y con todo lo que se supone a nivel emocional. Luego estamos 16 semanas intentando recuperarnos de eso con parejas más o menos disfuncionales y luego otra vez a la carga sin que nos haya dado tiempo de nada.
Entonces, aquí estamos hablando de que el 30% de las madres tienen problemas de salud mental. Eso sacó un estudio Ibone Olza desde el Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal hace muy poco. Entonces, pues estamos mal. Pero estamos empezando a estar juntas y eso alivia un poco.
Pero hacen falta políticas públicas, sin duda.
Según datos del Observatorio de Violencia Obstétrica de España el 44% de las mujeres han sufrido violencia obstétrica en algún momento, una cifra que podría ser mucho mayor, ya que las prácticas violentas se producen en los partos y «socialmente se entienden como un parto normal». «Los protocolos están obsoletos, porque la fisiología lleva mucho tiempo sin estar en el centro, porque se han quitado de en medio a las matronas. Hacen falta más matronas. Es que la situación es delirante. Las matronas están acompañando entre 3 y 4 partos al mismo tiempo. Y la situación ha empeorado porque las matronas siguen jubilándose, pero no están entrando matronas nuevas. Entonces no hay relevo generacional. Y no es porque las mujeres no quieran ser matronas. Es porque no se están ofreciendo suficientes plazas en los EIR para matronas», reconoce Andrea Ros. «El problema es muy grave. Y teniendo una ministra de Sanidad, mujer, madre y médico es delirante que aún no estemos poniendo esto sobre la mesa de forma seria porque nos va la vida. Literalmente».
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