Ganar una infancia, el partido que jugamos todos

Todo nace con una reflexión. «Lo que se les da hoy a los niños, darán ellos mañana a la sociedad». Un ejercicio de relevos en el que el testigo es su educación. Y llegar a la meta pasa por correr por una calle marcada por el buen trato hacia esos pequeños cuerpos para ir cimentando un futuro de calidad. A día de hoy, algunos pasos se desvían en esa dirección. Hay trabajo por delante. Y no hace falta realizar de golpe un gran cambio, sino dar pequeños pasos de manera constante. Así lo aconsejan profesionales del ámbito sanitario, educativo, deportivo, familiar y de ocio en el documental 'Ganar una infancia', proyectado este viernes para arrojar luz en el camino.

Este reportaje gráfico realizado por BBK Family, junto con el área de Protección a la Infancia 'Aterpe' de la Fundación Athletic, dentro de la campaña 'Buen trato a la infancia y adolescencia', recoge durante media hora -dirigido por Yelena Grigorenko- varios aspectos que habría que cambiar en la sociedad. La importancia de elementos físicos, como las competencias, actitudes, comportamientos o valores que deben tener los adultos a la hora de tratarles. Un partido que se juega desde diferentes áreas y que se reflejan ahora en este trabajo con el que el programa abrió ayer apetito.

El menú es extenso. Los días 20 y 21 de este mes se llevarán a cabo jornadas formativas de forma on-line que contarán con la presencia de la psicóloga Pepa Horno, especializada en la infancia y protección, y Francesco Tonucci, psicopedagogo y experto en el buen trato a la infancia. También habrá un espacio para exponer diferentes experiencias en ámbitos como el sanitario, educativo, familiar, deporte… Y a finales de mes tendrá lugar el BBK Family learning, una plataforma de formación y aprendizaje gratuita (on-line) para mejorar las habilidades de padres y madres en aspectos como crear un hogar seguro emocionalmente y el buen trato en el deporte. «Estas campañas ayudan a sensibilizar a la sociedad. Mejoras para ganar ese futuro», aplaude Ainhoa Allende, responsable de BBK Family.

«Mi hijo nació con problemas. Crees que es una pesadilla, una bofetada. No solamente tuve que aprender a ser madre, también muchas otras cosas. Menos una: ver sufrir a tu hijo», confiesa Iratxe Estebaranz, con la voz casi entrecortada. «Mamá, no te digo la verdad para que no sufras», evoca a su hijo esta ama, quien da voz a las miles de historias como la suya que inundan la calle. Y a veces esos mismos niños pulsan la tecla para solucionarlo todo. Es parte de la «diversidad», le calma su crío. «Hay que educar a que se pongan en el lugar del otro, que entiendan que la empatía es el valor fundamental».

Hay otro aspecto en el que aún queda tarea pendiente y en la que los padres también sor partícipes. «El niño de hoy en día tiene un trabajo muy importante: recuperar lo que es ser niño». Por extraño que parezca, se da. Auria Diharce, del espacio de crianza y familia Mara Mara, cree que a veces en casa se les cierra esa ventana de ocio, de disfrutar de esta etapa única en su vida. «Estamos regidos por el bien y el mal, los niños necesitan salir de ahí. Y eso lo reivindican por ejemplo cuando van sucios de barro a casa. Significa que han estado a gusto, ponle ropa para que se pueda manchar. Si un niño está quieto, algo pasa», advierte.

El deporte también juega un papel fundamental en la educación. Y los expertos coinciden en que la mayor victoria debe ser que realicen actividad física y disfruten, la competitividad se presenta aquí como un duro adversario. «Tenemos una responsabilidad deportiva para que mejoren sus habilidades. Pueden ganar o perder, pero lo más importante es cubrir sus necesidades del ahora», remarca Iñaki Alonso, responsable de protección a infancia del Athletic Club.

Una idea que comparte el pelotari Danel Elezkano. «El peor error que podemos cometer es relacionar el deporte con la victoria, el objetivo es pasárselo bien». Y es que no hay que olvidar que esta etapa no deja de ser un periodo formativo y de desarrollo. Gonzal Suances, técnico de proyectos de la Fundación Athletic, asemeja a los niños en esta etapa con «discos duros sin grabar». «Estamos en el momento clave para hacerlo bien. Hay que cuidar cómo nos dirigimos a ellos, el no chillar. Que vuelva a casa llorando es lo peor», lamenta sobre algunos casos.

La educación de los niños muchas veces es tan sencilla como aprender a escucharles. «Saber lo que necesitan y ser capaces de flexibilizar», aconseja Miren Agirre, pedagoga terapeuta de Osotu-Lanbarri ikastetxea. Un centro que puso esa máxima en práctica y se adaptó atendiendo esos mensajes. «Es que nos sentimos como en una cárcel», señalaban los alumnos en clase. Así que se cambió el timbre por la música y las aulas fueron decoradas con colores más alegres. «Se les escucha y muchas cosas en las que tienen intervención se hacen gracias a ellos», destaca Marimar Hernáez, profesora de este centro.

Una medida con la que tratan de eliminar de la lista la idea de que no conseguirán nunca sus propósitos. Una barrera a sus aspiraciones. «La sociedad nos repite constantemente 'esto no los vas a poder hacer', 'esto no lo vas a conseguir'… Bueno, ya veremos». Porque Hernáez incide en la importancia de permitir que lo intenten, que no tengan nunca miedo a errar. «Los niños no crecen con autonomía, tienen un miedo terrible a equivocarse, desde el juego hasta los deberes», comenta apenada. Cree que se ha dado un paso atrás en este sentido. «En esencia somos lo mismo, pero con menos libertad».

En una sociedad tan estructurada, hasta los niños tienen que consultar a veces sus agendas para saber si pueden estar con sus amigos o simplemente ir al parque. «Se quejan de falta de tiempo libre para jugar o aburrirse, tienen todo el tiempo organizado», destaca en su mensaje Itziar Fuente de la Diez, pediatra de Osakidetza, quien advierte además del 'vacío' que existe a la hora de tratar a los adolescentes. «A los pediatras se nos quedan grandes, se quedan en tierra de nadie en un momento de su vida conflictivo. La respuesta que damos es ir poniendo tiritas cuando ya hay un daño ahí». Cree que «falta respuesta preventiva», actuar antes de que se consuman los hechos.

No es partidaria de recurrir al miedo o al castigo para alcanzar ese objetivo. «Hay que educar, poner límites y normas, sí, pero desde el cariño y la empatía». Y acompañarles en todo momento. «Tienen miedo al castigo y la soledad», apunta Ana Sarz Totorikaguena, enfermera de Osakidetza. «Cuando de pequeña yo tuve problemas no tenía a quién dirigirme», confiesa, reforzando el papel de esa persona que actúe de referencia, que les guíe y anime. «Cuando vienen a consulta siempre les digo que lo han hecho bien, independientemente de lo que hayan hecho o cómo, cada uno hace lo que puede. Hay que legalizar que tengan miedo, nos protege».

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