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manuela diaz
Domingo, 10 de mayo 2020
Se empieza con una rabieta en plena calle porque no le compras el juguete que quiere. Luego en casa tira las pinturas al suelo si el dibujo que está haciendo no logra los resultados imaginados y en el parque pierde los estribos si no gana. Más tarde esos juegos y chuches se convierten en suspensos, amor no correspondido, puesto laboral no alcanzado…. Hablemos de la frustración. De cómo enseñar a nuestros hijos e hijas a lidiar con los fracasos en una sociedad cada vez más competitiva. Según los expertos la clave está en dominar las pequeñas decepciones, saber autocontrolarse y de su dominio depende la felicidad. Pero ¿cómo lograrlo?
Pues para empezar, un tema que genera no pocos berrinches: las golosinas. Ha leído bien. Golosinas. En la década de 1960, el psicólogo Walter Mischel llevó a cabo un experimento con menores de entre 4 y 6 años. El conocido 'test de la golosina', que consistía en encerrar al menor en una habitación frente a un malvavisco o chuche. Si era capaz de permanecer quince minutos sin abalanzarse sobre el dulce, recibiría ración doble. Pero si sucumbía, podía tocar la campana y llevarse solo el malvavisco que tenía enfrente. Con esta prueba Mischel demostró que , eran capaces de controlar su ingesta sin la presencia de un adulto. Si se logra esta contención, a largo plazo acababan obteniendo mayores logros académicos y una mayor integración social.
El problema es que los críos no están acostumbrados a esperar. La sociedad tampoco se lo pone fácil. Antes teníamos que aguardarr una semana para ver nuestros dibujos favoritos, ahora podemos verlos cuando se nos antoje. Y a esto se suma el hecho de que muchas veces los progenitores intentamos ahorrarles las frustraciones. Al mínimo indicio de que se va a desatar la rabieta y se ponga a gritar en plena calle como si le estuvieran matando porque no le dejas el móvil, se lo das. Y si quiere ese juguete, aunque ayer le regalaste otro, ¿por qué no comprárselo?, tampoco cuesta tanto y ¡mírale que feliz está! Pero cuidado. Para el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, «si queremos tener hijos felices en lugar de hacer que el viento siempre sople a su favor hay que enseñarles también a navegar en tempestades».
Esta facultad de autocontrol, de dominar la frustración y de saber esperar, de no comerse la golosina, se puede entrenar. «Sabiendo controlarse en los momentos que lo requieren y disfrutar en los momentos en los que pueden gozar se darán cuenta de que la vida realmente es maravillosa», explica el autor del bestseller 'El cerebro del niño explicado a los padres' traducido a 14 idiomas. El experto analiza en su libro y en su página web da cinco claves para enseñarles a fracasar.
1.
Tomemos aire y aprendamos a asumir nuestras frustraciones con deportividad. No se acaba el mundo porque desobedezcan de vez en cuando o traigan algún suspenso a casa. Si están acostumbrados a que estos hechos sean un «drama» para el adulto, «ellos aprenderán a vivir los pequeños fracasos en sus vidas como auténticas tragedias». Y es que, para lo bueno y para lo malo, somos su espejo.
2.
Fracasar no significa ser un fracasado. Todos fracasamos en algún momento de nuestras vidas, es algo muy habitual y por ello hay que quitarle hierro al
3.
Para Álvaro Bilbao, un error habitual de las personas que se sienten fracasadas es «no valorar sus puntos fuertes y reutilizarlos en los siguientes intentos». Es importante valorar el esfuerzo, la imaginación o la ilusión. De esta manera, conseguimos que el peque siga afanándose en todo el resto de su vida y sin lugar a dudas acabará acertando y alcanzando el éxito.
4.
Aquí el neuropsicólogo y padre de tres hijos pone un ejemplo muy sencillo. Una conversación entre una madre y su hijo de tres años que se acaba de caer del columpio:
Madre: Te has dado un buen tortazo, verdad?
Hijo: Sí….
M: ¿Qué crees que salió mal?
H: Me bajé cuando el columpio todavía se movía
M: ¿Qué harías distinto la próxima vez?
H: Esperar a que el columpio esté quieto
Según Bilbao este esquema de conversación puede aplicarse a cualquier frustración. Un amigo que le quitó el juguete, un examen suspendido o una declaración de amor frustrada. «En todos los casos su cerebro aprenderá a enfrentarse mejor a este tipo de situaciones si recuerda lo que no funcionó y se plantea nuevas alternativas», explica.
5.
Dicen que la genética puede jugar un factor importante a la hora de que un niño se venga a arriba frente a los desafíos. La balanza la pone un gen en el cromosoma 17 que predispone al abandono. Pero si es el caso de nuestro hijo, si tiende a desmotivarse ante el primer obstáculo, no tiren la toalla. Hay que enseñar a levantarse. ¿Y cómo se logra? Según el experto, ayudando al niño a afrontar sus miedos y aceptar los desafíos con fortaleza. Para ello es bueno animarle a retomar aquellas actividades que no le salieron bien, acompañarle para que se sienta seguro haciéndolo a tu lado, ayudarle a superar sus miedos paso a paso o poneros objetivos más pequeños o accesibles a su edad para que vaya cogiendo confianza.
Con la ayuda del adulto aprenderá que «una dificultad no es un fracaso sino solo un obstáculo que superar». Además, como premio, Bilbao insiste en que la confianza es uno de los mejores regalos que se puede hacer al menor.
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