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sergio llamas
Lunes, 15 de noviembre 2021
Formas de enseñanza hay casi tantas como profesores, pero en el mundo de los maestros hay un apellido que cada vez cobra más fuerza: Montessori. Este método de pedagogía activa se centra en proporcionar libertad y tener en cuenta los intereses del alumno. «El profesor no enseña, sino que acompaña al niño en su aprendizaje autónomo», señalan en la escuela Dilyan Montessori Barakaldo, que el pasado mes organizó unas jornadas dirigidas a una treintena de profesionales e investigadores de toda España para dar a conocer el sistema desarrollado a principios del pasado siglo por la educadora italiana Maria Montessori.
Algunos de los cerebros más disruptivos del planeta han sido niños Montessori, como defienden en el centro baracaldés, donde citan como seguidores de esta disciplina a los creadores de Google, Larry Page y Sergey Brin; al fundador de Amazon, Jeff Bezos; o al padre de Facebook, Mark Zuckerberg. En el caso de la guardería afincada en el barrio de Lasesarre, lo más llamativo es que aplica esta enseñanza desde los primeros pasos.
«Despreciamos mucho la capacidad de los más pequeños y ellos ya vienen preparados desde el vientre materno para su independencia y desarrollo», reivindica Ángela Ospina, la directora de la haurreskola Dilyan. El colegio comenzó a aplicar en 2008 este sistema con los menores de 0 a 3 años, y actualmente tiene lista de espera hasta el 2023. «Al principio nos venía gente por el boca a boca, ahora lo hacen por el método. Hay madres que ya han inscrito a sus niños mes y medio antes de dar a luz. Cada vez hay más familias que quieren dejarlo todo preparado desde el embarazo», detalla.
Aunque el método Montessori se aplica hasta los 18 años, buena parte de la clave para aplicar la disciplina con menores de tan corta edad está en el ambiente que se genera para ellos. «Preparamos un ambiente y los materiales en el que pueda adquirir toda su autonomía, y donde el adulto sea un guía. No se trata de dejar al niño hacer lo que le dé la gana. Nosotros le hacemos de modelo y ellos repiten lo que vamos haciendo», resume Ospina.
El objetivo del sistema no es sólo conseguir que el menor recoja el material que ha utilizado, sino que también sea libre de interactuar con él. «Los materiales se colocan con un propósito específico. Hacemos una presentación y lo exploran», describe la experta, que incide en la repetición y en la imitación como claves de este aprendizaje. «Un niño puede coger una pieza de un puzzle y si está en su fase oral lo chupa, o lo tira al suelo por la estimulación auditiva. Nosotros nos acercamos, lo ponemos en su sitio y los usamos adecuadamente. Eso se hace muchas veces y el cerebro del niño lo absorbe. Al final hace puzzles o pone las tarjetas de lenguaje», asegura.
Otra de las diferencias que destacan en la metodología es que no se utilizan las tronas, para evitar que los pequeños se sientan aprisionados. Tampoco se les fijan momentos para comer o dormir. «Los niños tienen sus ciclos, tienen sueño, gatean y van a sus colchones. Les damos autonomía y libre movimiento. Tampoco los tenemos en brazos o los metemos a un parque. La escuela ya está adaptada para ellos y tiene sus espacios para este libre movimiento», añade Ospina, que confía en que la metodología se extienda cada vez más por el territorio y se facilite la continuidad en el método Montessori. «Los compañeros que están con estos alumnos nos dicen que son muy analíticos, independientes, concentrados y observadores, sobre todo si la pedagogía continúa por esa línea», anota, confiando en que cada vez más centros adopten el sistema.
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