Lo hacen todo mal en el examen de la alimentación. Bueno, mejor dicho, dejamos que lo hagan todo mal; a veces por simple desconocimiento y otras directamente por recurrir a lo sencillo. Total, que nuestros hijos e hijas se nutren mal, muy mal en algunos casos: bollería, refrescos, chocolates… en los que reinan las grasas y azúcares. Digamos que en su pirámide alimenticia hace tiempo que se abrió una grieta que 'serpentea' poniendo en jaque su estabilidad. Por cierto, demos desde ya el primer paso para empezar a voltear la situación: eliminemos el cacao en polvo industrial del desayuno. También el ketchup para endulzar la comida. ¿Y el pan de molde para las meriendas? También. Fuera. Los dietistas, desde luego, lo aconsejan.
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En esta bolsa meteremos a lo largo de las próximas líneas muchos más alimentos. Nuestros peques comen mal desde que se despiertan hasta que se acuestan. Ahí están los datos: el 20,7% de la población infantil española sufre sobrepeso, mientras que un 14% padece obesidad, lo que podría acarrear problemas de salud. ¿Los motivos? Empecemos por lo primero que hacen nada más despertarse: desayunar.
Cacao en polvo con leche, al zumo de naranja de bote... «Lo ideal sería no consumir ni uno ni otro, ni para desayunar ni en ningún otro momento de forma habitual. Son dos alimentos de contenido en azúcar muy elevado y que no son saludables ni para niños, ni para nadie», aconseja Tania Sánchez del Amo (@nutrizioeskola), dietista-nutricionista especializada en nutrición infantil y experta en sobrepeso y obesidad. «Vaya, ¿y entonces qué le doy», te estarás preguntando, asombrado por el cambio que te espera. Te será entonces de ayuda las pautas a seguir que abordó anteriormente Sánchez del Amo para que nuestros hijos mantengan una dieta equilibrada. Desde luego, lo ideal es tomar hidratos de carbono para que tengan energía, pero elegir los formatos menos azucarados (tostadas de pan o cereales lo más naturales posibles), algo de proteína (fiambre de pavo, jamón, huevos), lácteos (leche, yogur) y fruta fresca (mejor que zumo, que, en cualquier caso, debería ser natural).
Pero sigamos, porque hay más errores que corregir. El 'hamaiketako' con esos cuadraditos de plata que dentro esconden bocatas cubiertos con pan de molde. Estamos ante otro de los errores más comunes. «El pan de molde es un pan fácil de masticar y por tanto un alimento utilizado por los padres y madres tanto en el desayuno como en la merienda. Este pan además de harina, levadura, agua y sal lleva también grasas, azúcares, conservantes, aditivos… siendo estas grasas saturadas, grasas hidrogenadas y grasas trans. Sin duda, mejor el pan de toda la vida y a poder ser de calidad», aconseja.
Y si pensamos que en casa la cosa cambia, que aquí ya sí comerán bien, estamos equivocados. Seguimos por la misma senda. Que si una coca-cola porque me muero de sed y hace un calor de narices en la calle, que si tengo hambre y me apetecen esas galletas de chocolate… Sigue engordando esa bolsa de mala praxis. «La gran mayoría contienen aceite de palma, grasas hidrogenadas, grasas trans… En definitiva, grasas de mala calidad. Y la mayoría de los refrescos aportan grandes cantidades de azúcar, cantidades infinitamente superiores a lo que los niños deben consumir», apunta la experta.
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Total, que «hay más probabilidades de padecer sobrepeso y obesidad y a su vez enfermedades relacionadas como son la diabetes, enfermedades cardiovasculares, trigliceridemias o hipertensión», alerta. Y más ahora que apenas practican deporte. El confinamiento les ha pegado ahora otro 'bocado' de esos que duelen, que dejan una herida de las que cuesta recuperarse. Este parón en la rutina dibujado por la pandemia ha puesto aún más en evidencia las carencias que tenemos como sociedad en la alimentación, quizá en mayor grado con los jóvenes.
Porque sin deporte escolar, muchos ocupaban ese tiempo frente a la tele, horas y horas sin moverse. Y las consecuencias son evidentes. Según la la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), los chavales engordaron durante el primer confinamiento unos tres kilos de media hasta verano. Intente levantar una pesa de tres kilos, verá que sí es mucho en comparación con esos aún menudos cuerpos.
Pese a todo, «en general creo que la población identifica perfectamente los alimentos que son más o menos saludables, como puede ser la bollería, los embutidos, las chucherías, las comidas rápidas o los alimentos ultraprocesados». Lo sabemos, pero pecamos. «Quizás el error que se cometa en muchas ocasiones es consumirlos de forma habitual o con mucha frecuencia».
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Que sí, que está claro que tarde o temprano terminarán cayendo en los brazos de las comidas industriales, pero cuanto más tarde lo hagan, mejor. «Siempre que hablemos de alimentos ultraprocesados su consumo debe retrasarse lo máximo posible y que sea un consumo esporádico», recomienda. Por una razón muy sencilla, porque pondremos las piezas con las que funcionará el motor de nuestro cuerpo: cuanto más sanas sean, más potencia tendrá. «En la niñez comienzan a establecerse los hábitos alimentarios, se consolidan en los años posteriores y se modifican muy poco cuando somos adulto, por tanto adquirir unos buenos hábitos siendo niños es tremendamente importante para su salud», explica Sánchez del Amo.
Por cierto, hay otro de los puntos que pocas veces se pone encima de la mesa: la cafeína. Es cierto que el café no es habitual en edades tan tempranas, pero sí otros alimentos que contienen este estimulante, como por ejemplo los refrescos y el chocolate. En el caso del primero anteriormente hemos advertido sobre su alto contenido en azúcar, pero también hay que tener cuidado porque suelen contener cafeína. El exceso de cafeína puede ocasionarles nerviosismo, dificultad para dormir, dificultad para concentrarse y dolores de cabeza entre otros». De ahí que su consumo sea siempre «en cantidades pequeñas».
Pero es que en la ecuación también aparece el chocolate, que actúa de manera parecida. «Normalmente el chocolate que consumen es el chocolate con leche, donde el principal ingrediente es el azúcar y por tanto no es un alimento saludable y no se debe consumir de forma habitual, sino ocasional». Debemos fijarnos en una cifra, el porcentaje de pureza: cuanto más, mejor. «Debería ser un chocolate de un porcentaje de cacao muy elevado, como por ejemplo 85% o 90%. El problema suele ser que este tipo de chocolates no les suele gustar porque el contenido en azúcar en bajito y por tanto el sabor es amargo». Pero bueno, todo es hacerse.
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Esta lectura sobre el porcentaje de pureza puede que sea sencilla, pero hay otra que nos cuesta más. Cuando nos enfrentamos a una estantería de alimentos no sabemos cuál escoger, dudamos entre cuál es más saludable. Y en ocasiones nos dejamos guiar por la apariencia. Por un lado, los falsos mensajes de que son sanos o 'light', como acostumbran a llamarse ahora. «Esta creo que es una de las asignaturas pendientes en el mundo de la nutrición, aprender a leer etiquetas. Si no sabemos leer una etiqueta es imposible que podamos saber lo que estamos comiendo y por tanto en ocasiones consumamos alimentos desaconsejados por desconocimiento».
Un 'mal' que también es frecuente entre los padres con hijos muy pequeños. «Uno de los primeros errores que cometemos como padres y madres es comprar aquellos productos que se denominan como 'mi primer yogur' o 'mi primera papilla de frutas'. Realmente son alimentos con un contenido muy elevado de azúcar y grasas saturadas», advierte.
¿Qué debemos hacer, entonces? «Lo primero, hay que fijarse en la lista de ingredientes. Por ejemplo, hay alimentos donde podemos ver claramente que el azúcar aparece como primer ingrediente y por tanto es un alimento no aconsejado. A partir de ahí podríamos mirar la tabla nutricional y fijarnos por ejemplo el contenido en azúcar, en grasas saturadas, en fibra… dependiendo siempre del alimento que estemos valorando». Unos deberes que podríamos empezar a hacer antes de la próxima visita al supermercado.
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