-k0s-U2301146801197REF-1200x840@El%20Correo.jpg)
-k0s-U2301146801197REF-1200x840@El%20Correo.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Leire Fernández
Domingo, 16 de marzo 2025, 19:19
Cuando pensamos en aquello que nos ha herido nos vienen a la cabeza cosas que pasaron. Pero ¿cómo nos afectan las ausencias, las pérdidas, lo que no pasó y debería haber pasado? El último libro de la psiquiatra y psicoterapeuta Anabel González, 'Lo que no pasó', profundiza en cómo influyen esas heridas silenciosas en nosotros.
¿Todos tenemos heridas de la infancia por sanar?
Bueno, todos tenemos historias, ¿no? Y como no hemos crecido en una historia idílica, maravillosa y perfecta, con seres irreales, sino como personas humanas, pues habrá habido cosas que han estado súper bien y habrá habido cosas que faltaron también.
El planteamiento del libro es sobre aquello que no ha sucedido, ¿cómo identificas lo que no te ha pasado pero que detectas que has necesitado?
A veces sí que lo notas, porque notas una sensación de vacío que tienes ahí desde siempre, o notas que la soledad a ti te suena a desamparo y a desprotección, o el abandono,... El abandono es una sensación demasiado identificable y bastante dura. En otras ocasiones, es más complicado porque si tú has crecido en un desierto y eso era lo normal, te has adaptado tanto a funcionar ahí que hasta te puede parecer una buena historia. Esto era 'lo que había', y nos hemos convencido de que ni siquiera necesitábamos más y de que esto nos ha hecho más fuertes y que eso puede ser lo ideal.
A quienes tienen miedo a enfrentarse a una terapia, ¿qué les diría para quitarles ese miedo? Hay mucha gente que aún prefiere 'tener sus muertos en el armario'.
Pero estar ahí con muertos en un armario, digo yo, que no será lo mejor. Si yo he enterrado las cosas, he tapado todo eso para que no me moleste durante un tiempo. Y hay cosas que a corto plazo tienen todo el sentido del mundo. Mientras yo estoy en una situación difícil no me puedo parar a pensar, a conectar y a resolver. Con tirar para adelante ya me llega bien.
Pero cuando salgo de la situación ¿no valdrá la pena recolocar todo eso? Porque si no el problema que yo dejo atrás no lo dejo atrás, sino que me lo llevo atado al pie y me va dificultando al andar o pasan cosas en el presente que conectan con eso que he dejado ahí y se me abre el armario y me salen los muertos, y entonces sí que es complicado. Es mejor planteárnoslo en un momento tranquilo, que es cuando lo podemos hacer con calma y cuando realmente vamos a poder resolver cosas.
A veces ya nos obliga la vida, porque se nos desbarata todo. Llevamos acumulando residuos emocionales tanto tiempo que el día que cae la última gota viene la gran avalancha. Y ahí no nos queda más remedio que ponernos a pensar y a solucionar.
Al comienzo del libro dice que «es necesario que la crianza tenga sus carencias y sus problemáticas para que sea buena». ¿Estamos un poco obsesionadas las familias ahora mismo con crianzas perfectas?
Sí, y buscar la crianza perfecta es muy contraproducente para los niños porque lo vas a hacer con una exigencia tan grande y con los pelos de punta todo el día porque no vas a llegar. Porque además cada maestrillo tiene su librillo y si te los lees todos te vuelves loco. Cada uno te dice una cosa. Los teóricos del apego que estudiaron esto a fondo nunca hablaron de la madre perfecta, hablaron de la madre suficientemente buena, que es la que lo hace relativamente bien.
Y tampoco es nada bueno para un niño que sus padres estén obsesionados mirándolo 24/7, porque el chiquillo no va a poder ni explorar el mundo, ni probar cosas, ni hacer trastadas, ni nada de nada. Necesitamos una cosa real, normal y viable. Un niño necesita personas que tienen sus defectos y habrá momentos en los que el niño a lo mejor no pueda tener lo que quiere en ese momento y también es bueno que aprenda a esperar, y que aprenda a ganarse las cosas.
Anabel González
Antes el mejor filete se le daba al padre, que era el que traía el dinero a casa. Ahora a lo mejor se le da a los niños...
Es que cosiderarles lo más importante del mundo tampoco significa que haya que dar una sobredosis de nada. Porque a veces, si nosotros hemos crecido en una casa en la que yo nunca comí un filete porque se lo daban a mi padre, a lo mejor al niño le doy tres filetes, no solo uno, porque me faltaron a mí.
Los niños no necesitan lo que nos faltó a nosotros, necesitan lo que ellos necesitan. Y también necesitan saber lo que es compartir, lo que es repartir, lo que es ceder.
¿Dónde está la línea entre que una familia avive un poco el potencial de su hijo y que quieran que sean como ellos querrían haber sido?
Cuando avivas ese potencial del niño, tú miras a ese niño qué le gusta, qué se le da bien, qué disfruta haciendo, porque a veces se te pueden dar bien cosas, pero ya cuando te ponen cuatro horas de entrenamiento al día, igual ya no lo disfrutas tanto. Pero cuando tú haces que el niño casi sin querer se acabe apuntando a cosas que te gustan a ti, entonces al niño ni siquiera le potencias sus capacidades.
Yo creo que es importante mirar qué es lo que al niño, repito, se le da bien y disfruta haciendo y hasta qué punto lo disfruta, y pensar que no tiene por qué llegar al top de nada. No todos los niños que juegan fútbol van a jugar en primera división, ni falta que hace, porque si no estamos todos condenados a la insatisfacción.
Y otra cosa que yo creo que es importante tener en cuenta es que incluso a las personas que se le dan súper bien algunas cosas, eso es porque se le tienen que dar súper mal otras. Si tú pintas, pues a lo mejor tu casa la tienes hecha un desastre porque toda tu energía está ahí. Entonces si el nivel de exigencia es muy alto para todo, es que ni siquiera vamos a conseguir desarrollar talentos, vamos a conseguir ahogar niños.
Hay un dicho que dice que 'si a tu hijo se le dan mal las matemáticas y bien el dibujo, apúntale a dibujo, no a matemáticas'.
Exactamente. Bueno, creo que estará esclavizado a aprobar las matemáticas, no le quedará otra, pero bueno, con que las pasen será suficiente.
Y como padres, ¿cómo evitamos caer un poco en esa imposición con nuestros hijos?
Mirándonos un poquito a nosotros. Lo de criar hijos es muy agotador, pero en la medida que podamos también acordarnos de cargar nuestras propias baterías, porque cuando se nos agoten totalmente, a ver cómo cuidamos a nadie. Y si los padres están bien, o por lo menos lo suficientemente bien, el siguiente paso es ver qué se supone que un niño tiene que hacer. Si tenemos varios hijos, cada uno tendrá su particularidad, sus intereses, las cosas que le cuestan.
Y otra cosa importante también, con respecto a la crianza, es cómo los acompañamos en los malos momentos. Porque a veces nos preocupa mucho que el niño sea feliz, que le vayan bien las cosas, y genial, claro que sí, pero es súper importante, no nos damos cuenta de lo importantísimo que es cómo les acompañamos en los días difíciles. Cuando algo les sale mal, cómo acompañamos eso, cuando tiene un problema, cuando tiene un disgusto, si nos lo puede contar, si le explicamos las cosas, si les ayudamos a entenderse.
Porque todo eso que estamos haciendo cuando los niños tienen un problema, aunque no se lo podamos solucionar, es lo que de mayor van a utilizar. ¿Qué se hace cuando uno tiene un problema? Pues yo aprendí en mi casa que te miran con comprensión. Bueno, pues yo seré capaz de mirarme con comprensión cuando tenga un problema y no autocastigarme.
En el libro también dices que no se trata de crear traumas donde no los hay. A veces da la sensación de que a todo se le busca una causa en la infancia, y un trauma que tenemos en la infancia. ¿Todo es causa de los problemas de la infancia?
Yo no diría ni la palabra trauma ni la palabra problema, pero los sitios en los que aprendemos a regular nuestras emociones, ¿dónde están? Pues la primera escuela está en la infancia. Y yo lo que he aprendido, no solo tiene en cuenta lo que estudié en Bachillerato, lo que aprendí en preescolar también, fueron los cimientos.
Entonces, si yo aprendí a coger mal el bolígrafo de pequeño, luego sigo cogiendo mal el bolígrafo de mayor, pues claro que nos tenemos que remontar a la infancia, es el principio de las cosas. No significa que todos sean problemas, pero sí que son aprendizajes. Y yo aprendo en una dirección o en otra. Y esos aprendizajes a veces me vienen bien y a veces no.
Sí que es cierto, y yo trabajo dentro de las terapias de trauma, que durante mucho tiempo nos hemos esforzado en hacer visible la importancia de los traumas, pero no le llamaría trauma a cualquier experiencia negativa, y creo que ahora ya se nos ha ido la mano y todo es un trauma. Ni siquiera las experiencias muy graves se tienen que convertir en traumas, depende también de qué mecanismos se ponen en marcha ahí y de si luego se resuelven o no se resuelven.
Fíjate, para que algo se convierta en traumático, no es importante solo lo que pasó, sino también lo que pasa alrededor. Por ejemplo, se muere alguien en una familia, o alguien se va, o desaparece un miembro de la familia porque hay un problema con él y se va, y hay un niño pequeñito. Al niño pequeñito se le explica a su nivel lo que está pasando para que lo entienda, o no se le explica.
Eso puede influir en que esa situación para el niño se convierta en un trauma o no, porque si al niño lo que sucede se le explica, se lo arropa, alguien entiende cómo se siente el niño, le presta atención, ¿qué aprende el niño? Que de las situaciones difíciles se puede salir y uno puede pararse a entender lo que le pasa, uno puede mirarse de una determinada manera, que eso no lo vivió solo, que lo vivió acompañado. Es totalmente diferente.
En uno de los capítulos dices que aceptar, entender, justificar, tolerar y perdonar son acciones diferentes. ¿Hay veces que las confundimos?
Muchísimas veces. Porque, por ejemplo, cuando hablamos de entender y aceptar yo creo que es fundamental, pero eso no implica ni tolerar ni perdonar. Si yo entiendo la mente de alguien que es mi peor enemigo, incluso yo me puedo proteger mejor, no significa que me tenga que caer bien, ni significa que tenga que justificar sus acciones. Si hace cosas que son injustificables, pues yo tampoco lo justifico. Ahora, la puedo entender, y entender cómo le funciona a la cabeza a gente totalmente distinta de nosotros es un ejercicio súper saludable y muy interesante. De hecho, yo sugiero leer novelas de personajes que sean todo lo contrario de lo que somos nosotros, porque en las novelas nos cuentan un poco la idiosincrasia, cómo funciona la cabeza de un personaje.
Y luego perdonar es un derecho que tenemos, pero tampoco es obligatorio. Para estar yo bien, no necesito perdonar, necesito dejar de odiar, porque eso sí que me atasca ahí en el rencor. Si me atasco en el rencor, el daño sigue debajo. Pero perdonar yo creo que es un derecho que tenemos, nunca es bueno que lo veamos como una obligación.
Anabel, ¿cómo sabemos que 'estamos bien'?
Lo de estar bien está un poco sobrevalorado, hay que ir viviendo. Yo creo que es buena señal que evolucionemos y que echemos la vista atrás y digamos, antes llevaba mucho peor esto y ahora, pues oye, un poquito mejor. Yo creo que ese es el objetivo, ¿verdad? Porque bien, bien, así en estado zen perpetuo, yo creo que no nos soportaría nadie, ni nosotros mismos.
Te puede interesar
La Unidad de Trasplantes de Valdecilla, premio Cántabro del Año
El Diario Montañés
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.