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Carlos Cienfuegos
Miércoles, 11 de diciembre 2024, 20:11
El consumo de pornografía entre niños y adolescentes se está convirtiendo en un problema. Diversos estudios hablan de que seis de cada diez niños la consumen, así como el visionado comienza entre los 8 y 10 años. Un problema que puede generar una adicción, pero también en enfermedades de salud mental como estrés, ansiedad o depresión. Así se deduce de un estudio publicado por la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Una de sus autoras, Giulia Testa, profesora e investigadora del grupo de Investigación en Adicciones Comportamentales de la UNIR, asegura que se trata de «un círculo vicioso» y que «se debe concienciar sobre el riesgo que conlleva su consumo».
- ¿Existe el riesgo de que los adolescentes consideren el consumo de porno en una falsa terapia?
- Sí, porque el consumo de pornografía puede ofrecer un alivio temporal de las emociones negativas y el estrés al activar la dopamina y el sistema de recompensa cerebral, lo que refuerza su uso continuo. Sin embargo, a largo plazo, esto puede perjudicar la capacidad de manejar las emociones de manera saludable. Los adolescentes son particularmente vulnerables, ya que aún están aprendiendo a gestionar sus sentimientos. Aunque la mayoría de los estudios se han realizado en adultos, es crucial investigar estos efectos en los adolescentes.
- Existen estudios de que su consumo también genera estrés, depresión y ansiedad.
- Es un círculo vicioso: inicialmente, se consume pornografía para aliviar el estrés, la ansiedad, el aburrimiento o la soledad. Sin embargo, su propio consumo acaba generando más ansiedad y estrés debido a las consecuencias negativas en diversas áreas de la vida. Esto lleva a la persona a consumir pornografía nuevamente para aliviar este estado disfórico, perpetuando así el ciclo.
- Qué es más frecuente: ¿que lo consuman para regular estados emocionales desagradables o para enfrentarse a eventos vitales?
- Los estudios analizados se han centrado en la relación entre el consumo de pornografía y la regulación (o desregulación) emocional, pero no hemos encontrado ninguno que explore el uso de la pornografía para enfrentar eventos vitales. Las motivaciones emocionales más recurrentes son la soledad, el aburrimiento y la gestión de la ansiedad y el estrés. Además, algunos estudios indican que las dificultades generales en la regulación emocional y en el manejo del estrés se asocian con un mayor riesgo de desarrollar un consumo problemático o adictivo de pornografía.
- ¿Habría que impartir una buena educación sexual desde pequeños?
- El rol de la educación afectivo-sexual es fundamental y se puede realizar desde distintos contextos como la escuela o la familia. Incluir elementos que ayuden a los jóvenes a tener una visión crítica sobre la pornografía, diferenciarla de la realidad y conocer sus posibles consecuencias, como el riesgo de adicción.
- ¿Desde qué edad?
- No hay una regla general, pero es importante tener en cuenta que los primeros contactos accidentales con la pornografía pueden ocurrir a edades muy tempranas. Por ello, es fundamental comenzar cuanto antes para prevenir posibles efectos negativos, adaptando el contenido a la edad.
- ¿Deberíamos inculcar la posibilidad de adicción?
- No todos los que usan pornografía desarrollan una adicción, pero es importante concienciar sobre el riesgo de que algunas personas puedan desarrollar una adicción o un consumo problemático de pornografía. Esto ocurre cuando el uso de la pornografía empieza a tener consecuencias negativas en diversas áreas de la vida, como la familiar, social y afectiva. Algunos signos incluyen la falta de control sobre el consumo (la persona quiere limitar o dejar de ver pornografía, pero no puede) y la urgencia de usarla como medio para regular sus emociones.
- ¿Qué se puede hacer para evitarlo?
Se puede actuar a distintos niveles: reducir la exposición accidental en los más jóvenes instalando sistemas de control parental en todos los dispositivos con acceso a internet; establecer normas sobre el uso de dispositivos en el hogar, limitando el uso a ciertas horas del día, preferiblemente cuando un adulto esté presente, para reducir la exposición a material inapropiado; dialogar con los hijos y proporcionar una educación afectivo-sexual adecuada a su edad; y reconocer cuando el consumo de pornografía se está descontrolando, considerando la opción de buscar ayuda profesional y terapéutica.
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