Una 'alineación' de consejos para evitar que tu hijo tenga lesiones deportivas

La temperatura o el tipo de superficie son algunos de los aspectos a tener en cuenta. La Asociación Española de Pediatría incide en un buen calentamiento y estiramientos musculares antes de iniciar la actividad física

Martes, 23 de noviembre 2021, 21:17

No lo niegue, seguro que en alguna ocasión se ha imaginado a su hijo o hija en la piel de algún deportista internacional. Esos que ve por la tele sobre todo coincidiendo con las grandes citas: Mundiales, Juegos Olímpicos, Europeos…Pero, como diría aquel, vayamos «partido a partido». Esto se trata de una carrera de fondo en la que tropezar puede hacer que se quede rezagado, por no decir descolgado por completo del grupo. Y en este caso, aparece en forma de lesión. En las siguientes líneas encontrará una alineación de consejos para evitar que su peque esté en el dique seco y poder así estar siempre en la cabeza de este particular pelotón. ¿Sabía que la temperatura ambiente podría llegar a influir en este campo? O el tipo de superficie.

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Hay que tener el motor a punto. Imagínese el contratiempo que sería perderse toda una temporada por una lesión de nueve meses. En pleno desarrollo, mientras el resto de compañeros continúan mejorando sus habilidades, su hijo se tiene que centrar en la recuperación, y casi siempre más lenta de lo deseado. Bien, es cierto que a veces el grado es menor y con unas semanas es suficiente. Pero aquí también entran en juego las dinámicas, que se encuentre en plena forma -en el pico, como se suele decir en las conversaciones entre amigos- y tenga que volver a probarse y confirmar que todo seguía tal y como lo dejó. Y eso si no incluimos en esta ecuación que hay otro compañero que le puede quitar el sitio. Vaya, que se va al banquillo.

Para no tener que levantar el cartelón del cambio, lo primero que hay que conseguir es mantener el hábito de los entrenamientos. Esas sesiones deben arrancar antes de lo que tiene que ver directamente con el deporte en cuestión. Habría que «incluir estiramientos musculares y calentamiento previo a la actividad física intensa». Durante unos minutos -la carrera continua puede ser de unos diez o doce minutos- se centrarán exclusivamente en poner a punto el cuerpo. Esto además también permitirá mejorar su rendimiento inmediato, los primeros minutos del encuentro pueden marcar la diferencia.

Revisiones médicas

Bien, pero retrocedamos ahora un poco más en el tiempo para encontrar ese primer paso, antes incluso de preparar la mochila y dirigirse al campo o la cancha. Desde la Asociación Española de Pediatría recomiendan realizar una evaluación médica previa a la participación en deportes organizados. «Aunque no se pueden evitar todos los casos de muerte súbita, la detección de alteraciones cardiovasculares puede prevenir algunos. Diagnosticar defectos osteomusculares también puede evitar que se produzcan algunas lesiones músculo-esqueléticas». Y a la hora de iniciar la práctica deportiva, piden tener también en cuenta la temperatura ambiente. «Evitar las temperaturas extremas» porque se incrementa el «riesgo de deshidratación y golpe de calor».

Con todo en regla, ya es hora de saltar al ruedo. La superficie en la que se desarrolle la actividad también inclina la balanza en las lesiones. «Las superficies duras aumentan el riesgo de lesiones como tendinitis, sobre todo en rodilla y talón, debidas al impacto brusco en un suelo duro, especialmente en deportes de contacto como baloncesto o fútbol. Cuanto mayor sea la capacidad de absorción de golpes de la superficie, menor será la probabilidad de que se produzcan lesiones», explican los expertos. De ahí que sea determinante contar con un buen calzado -mejorarán el agarre- y una ropa adecuada -evitarán las lesiones de impacto y la deshidratación.

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Las lesiones de impacto no solo se producen contra el suelo, sino que también contra los adversarios. Aquí el árbitro juega un papel determinante para medir las conductas antideportivas y castigarlas. Aunque todo quedará en manos de los participantes. «Hay que respetar las reglas de juego para prevenir la aparición de lesiones asociadas a una mala práctica, como impactos, choques o traumatismos». Recomiendan también utilizar equipos que refuercen el escudo de la seguridad, como pueden ser los guantes, los protectores bucales o las rodilleras. Y en aquellos en los que no se den lances de choque, como podría ser por ejemplo el ciclismo, recomiendan «respetar las normas de educación vial». «Hay que llevar casco, usar caminos habilitados y carriles bici para la práctica deportiva».

El estrés por los padres

¿Y si ya no hay marcha atrás? ¿Y si la lesión ya se ha producido? Bien, la única vía será acudir a un profesional y seguir sus indicaciones. Y a rajatabla, ya que un paso en falso puede tirar por tierra todo el castillo de naipes. «Hay que hacer una rehabilitación adecuada de las lesiones antes de continuar con la participación en un deporte». No sería la primera vez en la que un deportista que trata de acortar etapas consigue justamente el efecto contrario, ahondar en la herida y alargar el periodo de reposo.

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Por cierto, ¿alguna vez ha reparado en el estrés ligado al deporte? En este caso, los padres y las madres tiene la 'llave' para evitar estos daños. «En algunas ocasiones, sin pretenderlo, los padres y entrenadores aumentan en exceso el estrés competitivo ligado al deporte, convirtiendo el hecho de perder en una frustración para el menor, lo que hace que no disfrute de su práctica deportiva y que pueda aumentar el riesgo de lesiones por el sobreesfuerzo», advierten desde En Familia, una web creada por la Asociación Española de Pediatría.

Para ello recomiendan Agrupar a los niños con edad, talla y peso similares, de manera que disminuya la desigualdad, las condiciones físicas sean parecidas y la competición equitativa, mantener, tanto entrenadores como padres, comportamientos adecuados y comprender la capacitación del pequeño. Si no puede más, no hay que forzar esa maquinaria que lo único que busca es divertirse y disfrutar. «La competición es aconsejable a partir de los seis años, por deseo del niño y con el objetivo de disfrutar». Esa es la meta que les debe animar a la hora de saltar al campo.

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