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Miriam Najibi
Miércoles, 28 de octubre 2020
Un, dos, tres... Responda otra vez. Nombres de científicas (sí, mujeres). ¿Marie Curie? Y... Ehm....No será de extrañar que, si nos preguntan por ciencia y mujer, la primera figura célebre que nos venga a la mente sea la de la polaca: ganó en dos ocasiones el premio Nobel. Muy bien. No es que hayamos olvidado las clases de historia ni, desde luego, que no haya más mujeres. He aquí un ejemplo (más) de discriminación, que explica cómo la ciencia y la historia han sido concebidas dentro del sistema patriarcal.
De hecho, la invisibilización consciente de las científicAs ha sido tan ruidosa que ha dado nombre a un concepto: el 'efecto Matilda'. En 1993, Margaret W. Rossiter denominó así el olvido sistemático sufrido por las mujeres científicas e investigadoras. El asunto es que ahora, de cara a las nuevas generaciones, hay que ampliar referentes, porque talento ha habido (y hay) de sobra.
Actualmente, de cada diez personas que trabajan en el ámbito científico y tecnológíco, así como en las ingenierías o matemáticas, solo dos son mujeres, según datos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico. Las ciencias y las diferentes disciplinas técnicas se presentan como verdaderas carreras de obstáculos. Sumémosle a ello que el entorno, los referentes y la familia, entre otros factores, influyen de forma sexista en nuestras elecciones. Un reciente estudio desarrollado por un equipo de investigadoras liderado por Milagros Sáinz –directora del grupo GenTIC (género y TIC) del Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)–, publicado en la revista 'Frontiers in Psychology', muestra cómo los modelos de referencia influyen en las preferencias de las niñas por los estudios STEM: ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas.
Las investigadoras han evaluado la efectividad de una intervención en dieciséis escuelas situadas en varias ciudades españolas, con 304 niñas de entre 12 y 16 años. A esas alturas, la influencia del entorno y de esa falta de referentes ya puede haber resultado decisiva de manera irreversible. «Las niñas 'aprenden' que no se les dan tan bien las matemáticas como a sus compañeros niños a una edad muy temprana, en torno a los 6 años. Sin embargo, se interviene más tarde, en la educación secundaria, cuando las niñas tienen entre 12 y 17 años, porque es un momento crucial en el que deben elegir los itinerarios académicos», ha explicado Sáinz.
El estudio consistía en analizar, junto con las más jóvenes, ciertos estereotipos de género ligados al éxito masculino en estas disciplinas. Así pues, según los resultados, exponer a las menores ejemplos de mujeres con éxito en ámbitos tradicionalmente dominados por hombres contribuye a fomentar el interés de las chicas por esos estudios. «Además, en las sesiones, se muestra a las chicas una realidad contraria a la de los estereotipos de género, que dicen qué tipo de persona se supone que trabaja en estos sectores y qué requisitos se necesitan para entrar», apunta la investigadora de la UOC.
«Aunque una parte de los progenitores y del profesorado parece ser consciente, no posee estrategias para combatir estos sesgos de género», apunta también Sáinz.Otro estudio de esta misma investigadora de la UOC, también publicado en 'Frontiers in Psychology', pone de manifiesto cómo las valoraciones de los padres y del profesorado sobre las competencias académicas de los adolescentes, a menudo expresadas de manera inconsciente, contribuyen a reforzar estereotipos y roles de género. La investigación, en la que participaron ocho grupos compuestos por 39 padres y madres y 34 docentes de secundaria, muestra que muchos adultos desconocen que las chicas sacan mejores notas en todas las asignaturas, también en las asociadas tradicionalmente con la masculinidad, como las matemáticas, la tecnología, la física y la química.
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