Comer en familia, el mejor 'alimento' para evitar la obesidad de los adolescentes
Alimentación de los jóvenes ·
Hace no tantos años era lo normal, pero ahora con los comedores escolares y los horarios de padres y madres cada vez nos reunimos menos en torno a la mesa con nuestros hijos e hijas, una grave pérdida que debemos paliar
No hace tanto, padres, madres, hijos, hijas y, a veces, hasta algún abuelo que vivía en casa, se sentaban juntos a la mesa para comer y cenar. O, al menos, en una de las dos ocasiones. En esos momentos surgían las risas, las conversaciones, las historias, las discusiones... y también se realizaba cierto 'control'. No sólo se preguntaban unos a otros sobre cómo les iban las cosas, también se veía quién comía y quién no. Y qué. Y, tradicionalmente las madres 'regulaban' la ingesta de cada miembro de la casa. A los peques les echaba menos cantidad, a los que se encontraban en edad de crecer o realizaban mucha actividad les 'cebaba' más, a quien estaba gordito le quitaba un poco, a los abuelos les insistía en tomar cosas sanas y que les convenían... Vamos, que era un momento importante. Según los expertos de la Fundacion Alícia, uno de los centros de investigación alimentaria y culinaria de referencia en Europa, este sistema de regulación familiar tenía un gran valor, que se ha ido perdiendo con los años. Actualmente, debido a los horarios laborales de padres y madres ya es muy complicado que se repitan estas estampas. Y los chavales, mayoritariamente, van a comedores escolares desde que son muy pequeños y cuando ya llegan a la adolescencia pasan mucho tiempo solos en casa, delante de pantallas y, a menudo, picando alimentos poco saludables.
Con este cambio de hábitos se han perdido muchas cosas, sí. Entre otras cosas, comer en familia influye en los hábitos de alimentación de los adolescentes y previene trastornos de comportamiento alimentario. Así lo ha determinado un estudio elaborado por científicos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) que se ha publicado en la revista científica 'International Journal of Environmental Research and Public Health'. «En un momento en el que el confinamiento por la pandemia ha revivido las comidas en familia, este estudio apunta a uno de los posibles aspectos positivos de la situación que nos ha tocado vivir», explica la investigadora del estudio Anna Bach-Faig, del grupo de investigación Foodlab y profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud.
La investigación establece que algunas rutinas de las comidas familiares, como compartir los alimentos, sentarse alrededor de una mesa sin aparatos digitales o tener una conversación agradable, son aspectos beneficiosos para la adolescencia y contribuyen a su salud. De acuerdo con otros estudios, apunta que esta convivencia, en que es común conversar y comer de manera más lenta, promueve que los adolescentes reconozcan la sensación de saciedad en las comidas e, indirectamente, evita la obesidad. Además, el estudio, que se llevó a cabo mediante entrevistas en profundidad a familias con adolescentes de entre doce y dieciséis años, analiza uno de los aspectos menos estudiados de la dieta mediterránea: la socialización en las comidas y cómo la manera en que se consumen los alimentos repercute también en la salud. «Para llevar una dieta saludable, no solo influye lo que comemos sino también cómo lo comemos», explica Anna Bach-Faig. «La dieta mediterránea es mucho más que una lista de alimentos. Es un modelo cultural que incluye cómo se seleccionan, se producen, se procesan y se consumen esos alimentos.»
Dieta mediterránea
Los investigadores analizaron la frecuencia y la duración de las comidas familiares, el lugar donde se hacían, el uso de aparatos digitales, la preparación de los alimentos y el tipo de comunicación que se establecía entre los comensales. Según el estudio, la mayoría de las familias se reunía únicamente para la cena y sus hábitos variaban dependiendo de si comían solos o con sus seres queridos. La investigación identificó que las comidas familiares eran un espacio para comunicarse y socializar, y que cuando las familias les dedicaban menos tiempo, no se sentaban a la mesa, se distraían con aparatos digitales o no mantenían conversaciones agradables en esos encuentros, también seguían en menor medida la dieta mediterránea.
Para la mayoría de los progenitores, comer en familia era especialmente importante si tenían hijos o hijas adolescentes, ya que este hecho favorece la conversación y estrecha los lazos familiares. «Cuando los niños y las niñas son pequeños es más fácil, pero en la adolescencia hay una desconexión entre tú y ellos y, mediante estas conversaciones, uno puede entrar un poco en su mundo», indicaba una de las madres entrevistadas. Además, la mayoría de las personas encuestadas consideraba que, gracias a estos encuentros familiares, los progenitores se convierten en modelos que ayudan a establecer patrones saludables para sus hijos. Esta impresión coincide con los resultados de otros estudios, en los que se demuestra que comer en familia se relaciona con una dieta más saludable, con más verduras y frutas y menos bebidas azucaradas.
La 'tele', mala compañía para comer
Para la experta en nutrición Anna Bach-Faig, preservar las tradiciones en la manera de comer es esencial para conservar los beneficios de la dieta mediterránea y promover la salud de las nuevas generaciones. Pero, desde hace varias décadas, la dieta mediterránea pierde peso ante la llamada 'dieta occidental', en la que predominan los alimentos procesados y comer de manera rápida, muchas veces frente al televisor. «Igual que aconsejamos comer cinco frutas y verduras diarias», explica Bach-Faig, «se podría recomendar hacer como mínimo una comida en familia al día». Y no nos agobiemos si no nos es posible porque los horarios no acompañan: siempre nos quedarán los fines de semana para juntarnos todos en torno a la mesa. Y si es posible implicarnos todos en la preparación del menú, mejor.
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