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Las nuevas tecnologías están cambiado no sólo las costumbres de nuestra vida diaria. También el vocabulario. En la mayoría de las ocasiones, son términos exportados directamente del inglés. Uno de ellos es 'binge-watching' y sirve para describir un fenómeno que está afectando cada vez a más chavales y, por extensión, a sus familias. ¿En qué consiste? ¿Tiene algo que ver con las pantallas a las que cada vez más jóvenes permanecen pegados durante un montón de horas seguidas? Por ahí van los tiros.
Se trata de un término compuesto por las palabras anglosajonas 'binge', que significa en español 'atracón', y 'watching', 'ver', utilizado habitualmente para referirse a la acción de mirar la televisión. Es lo que habitualmente entendemos en estos lares como realizar una maratón de nuestra serie favorita durante horas y horas sin parar, salvo quizás para ir al baño. Y a veces ni eso. Porque con la proliferación de los dispositivos móviles, las plataformas de streaming y la conexión Wifi podemos seguir dónde lo dejamos en cualquier parte de la casa. El caso es que es un hábito que se está extendiendo no sólo entre los mayores. También entre los más pequeños de la familia. Y ahí es cuando empiezan los problemas.
Según el último estudio sobre hábitos digitales realizado por Qustodio, plataforma dedicada a la seguridad online, los niños pasan una media de 45 minutos al día consumiendo vídeo en streaming. Si hablamos sólo de YouTube, la media sube a 64 minutos y su versión infantil (YouTube Kids) se dispara a 68 minutos. Pero cuidado, porque los nuevos servicios de streaming le están comiendo cada vez más terreno. Netflix está ya con 40 minutos diarios.
Y esto es sólo la punta del iceberg, porque la lucha de Netflix con Disney, HBO, Amazon Prime Video, Filmin o Apple TV por atraer a los que algún día se convertirán en sus futuros clientes es poco menos que encarnizada. No es casualidad que en un informe de la Universitat Oberta de Catalunya se señale que el 36% de los contenidos más vistos durante 2020 en estas plataformas de streaming fueran títulos para niños y preadolescentes.
Pero volvamos al principio. Quizás alguien pueda pensar que el hecho de que un chaval pueda pasar 45 minutos pegado a una pantalla al día no es un dato preocupante, pero lo cierto es que este porcentaje supone un aumento casi del 30% respecto a años anteriores. Y lo peor es que parece que esta tasa de visonado va aumentando mes a mes de forma exponencial. Cada vez son más los menores que se dan auténticas panzadas viendo sus series favoritas en los televisores, móviles y tabletas ante la aparente pasividad de sus padres que aprovechan ese tiempo 'sin niño' para ver contenidos más adultos.
Es a la larga cuando se empiezan a ver los efectos del 'binge-watching' entre los niños provocando diversos problemas no sólo en su vida estudiantil y social, también en su salud. El consumo masivo e inconsciente de contenidos audiovisuales puede causar una gran dependencia psicológica de los menores a las pantallas. Un tipo de adicción similar a la de los videojuegos, por ejemplo. De esta forma, los chavales que encadenan episodio tras episodio de sus series favoritas pueden llegar sufrir adicción problemas de sueño, pérdida o aumento de peso y menor autoestima.
«Para los menores, poner límites es más complicado que para los adultos porque se encuentran en las etapas iniciales de su desarrollo cognitivo. Por ello, es importante establecer medidas que aseguren que el tiempo que pasan frente a la pantalla no es excesivo», explica Eduardo Cruz, CEO y co-fundador de Qustodio. «Si no sabemos cómo enfrentarnos a ello, siempre podemos apoyarnos en herramientas de control parental que hagan más fácil el diálogo entre padres e hijos y garanticen su bienestar digital», añade este profesional.
¿Pero cuáles serían los pasos a seguir para que los padres puedan reconducir la situación y evitar que sus hijos sigan pegándose esos indecentes atracones de series? Según los psicólogos infantiles y educadores, hay una serie de sencillas pautas que sirven para romper con el hábito del 'binge-watching'.
1. Poner límites de tiempo. Los niños deberían ver la televisión una hora al día, dos como máximo.
2. Supervisar los contenidos. Se debe evitar que los niños tengan el control de lo que ven, porque a lo mejor pueden engancharse a series que no son las más idóneas para su edad. Un problema muy común en las familias, sobre todo las que cuentan con hermanos mayores que no dudan en imponer sus propios gustos sobre los de los pequeños. La supervisión de los progenitores debe ser continua, por lo que lo más recomendable es que vean la televisión junto a sus hijos y que, a su vez, también limiten su tiempo de visionado para dar ejemplo.
3. Prohibido ver la televisión mientras se come. Además de fomentar el diálogo entre los distintos miembros de la familia, se rompe el incesante goteo de capítulos propio del 'binge-watching'.
4. No ver la 'tele' antes de dormir. El uso de las pantallas por la noche puede provocar alteraciones graves del sueño, lo que a su vez desemboca al día siguiente en falta de concentración en clase, sopor e irritabilidad, entre otros síntomas.
5. Fuera pantallas de las habitaciones. Los niños, para evitar tentaciones, no deben tener en sus cuartos ni televisores, tabletas o teléfonos móviles. En la cama sólo se duerme, no se ven series.
6. Fomentar otras actividades. Los padres deben intentar que sus hijos tengan otros pasatiempos además de ver la televisión. Se puede incitar a que lean libros o que practiquen algún deporte para, de esta forma, mejorar su estado de forma.
7. Hacer planes familiares. Tanto fuera de casa como excursiones a parajes naturales como dentro de ella participando en juegos de mesa, realizando distintos tipos de manualidades, ayudando a las tareas de la casa o simplemente bailando y cantando. Los niños se sentirán felices de pasar tiempo haciendo cosas con sus padres y hermanos y no echarán de menos la televisión. Y, lo que es mejor, con un poco de suerte descubrirán que sus vidas son mucho más apasionantes que las que ven en cualquier plataforma de streaming.
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