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Carlos Cienfuegos
Jueves, 15 de junio 2023, 19:58
Para un hijo, ver a un padre o una madre con un cuadro de ansiedad puede ser un problema mayor de lo que se piensa. Los expertos coinciden en que los niños de personas que sufren un trastorno de este tipo, tienen más disposición a padecerla que los que no. Eso no quiere decir que sea algo preocupante, ni que exista un componente genético, pero sí supone un riesgo significativo.
La separación de sus progenitores, el cambio de domicilio o la sobreprotección son algunos de los casos más comunes para que los más pequeños cursen algunos de estos síntomas. Normalmente, los padres suelen evitar esos temas, pero para los psicólogos es un error. Enseñar a gestionar la ansiedad es la asignatura pendiente.
Acudir a terapia es la opción más accesible y más rápida. Ponerse en manos de un experto que les oriente y enseñe tácticas para gestionar esos sentimientos es una de las formas más recurrentes. Pero existen más formas de trabajarlo. La principal es la exposición, es decir, presentar a los niños sus miedos para combatirlos. «Son medidas un poco amargas, pero que resultan eficaces. Aguantar el tipo ante los miedos infundados», destacó el catedrático de la Universidad de Murcia Francisco Javier Méndez Carrillo en una charla organizada por la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
La relajación, meditación y mentalización son técnicas universales que sirven para la relajación y que pueden ayudar a los más pequeños a normalizarlas. La lectura de cuentos es una herramienta muy didáctica y una de las opciones que más les gusta. «A todos los críos les gustan que les lean estas historias y pueden conversar sobre el argumentario. Es importante que no aparezcan ogros, brujas o elementos que favorezcan miedos infundados. Existen cuentos para tratar cuestiones específicas», sostuvo.
La terapia de juego también es una técnica que funciona muy bien. Pero si individualmente ninguna de ellas logra su objetivo, se pueden hacer una combinación o probar métodos nuevos, como la escenificación emotiva, que consiste en que mediante el juego cada persona asume una representación de papeles tras elaborar un argumentario previo entre los participantes.
Pero ante todo, los psicólogos coinciden en que lo más importante es transmitir normalidad a los niños. Ante situaciones de estrés o alteraciones lo principal es no dar un refuerzo negativo, como un castigo o una regañina, sino intentar tranquilizarlos para desarrollen más herramientas para la gestión emocional a corto y largo plazo. «De aquí la importancia del superpoder de contagio emocional y trabajar con las herramientas adecuadas», apostilló Méndez Carrillo.
El trastorno de ansiedad en los niños cuando se separan de sus padres -o figuras de apego- puede aparecer a partir de los 2 años y puede llegar hasta los 14; siendo los 9 años la edad cuando más ansiedad presentan. Aun así, con la llegada de la preadolescencia puede que no desaparezca del todo.
Precisamente, para Méndez Carrillo son los padres los que generan, en muchos casos, estos cuadros. Entre los ejemplos más comunes, destaca el primer día de guardería, «el niño se queda contento en la guardería y los padres dilatan la despedida recordando la merienda, que no se quiten el abrigo porque hace frío, que no se separen de la profesora y así alertan al pequeño con su estado de ansiedad por separación». Lo mismo ocurre con los sentimientos de sobreprotección o con los miedos. Obviamente los padres no quieren que sus hijos lo pasen mal y por ello tienden a ayudarlos, pero a largo plazo «estás fomentando un niño débil que se verá comprometido en el momento de enfrentar sus problemas».
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