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LAS RELACIONES SOCIALES

LAS RELACIONES SOCIALES

La vida después del coronavirus | Capítulo 16 ·

Las distancias se quedan aquí... Conviviremos con más desigualdad

Lunes, 15 de junio 2020

Todos somos vulnerables, pero algunos bastante más que otros. Lo de menos son las distancias que nos hemos acostumbrado a medir en nuestra vida cotidiana. Cuando por fin llegue el día en que hablemos del coronavirus en pasado, deberemos hacer frente a una brecha más profunda que se abrirá en varias direcciones. La crisis traerá más desigualdad en cada país, porque el teletrabajo acentuará la diferencia entre los oficios más o menos cualificados, y en el ámbito internacional. Cambiarán las pautas de consumo y tendremos que utilizar nuevas herramientas sin olvidar las viejas enseñanzas de las humanidades, para que la tecnología no se convierta en un caballo desbocado. Se fortalecerá el sentimiento de pertenencia a una comunidad y cuidaremos nuestro entorno, donde nos sentimos más seguros. Pero, aunque queramos, no podemos bajarnos de la locomotora global.

Ya que vivimos sumidos en la incertidumbre, empecemos por desterrar falsas creencias. Esto no es una guerra con uniformes de bata blanca, por mucho que los discursos políticos abusen del lenguaje bélico. A Javier Elzo ese relato le chirriaba cuando estaba ingresado en el hospital y también cuando, como sociólogo, trata de imaginar el día después del coronavirus. Frente a los manifiestos que auguran un nuevo comienzo, lo primero que elimina de la ecuación es la grandilocuencia. «Tenemos que admitir que somos vulnerables y que la historia a veces nos atropella. Nos ha faltado humildad. Mirando a dos o tres años, hay algo que se puede decir con certeza: seremos más pobres».

REFERENCIAS

  • Javier Elzo (Catedrático emérito de Sociología en la Universidad de Deusto) Formado en la Universidad de Lovaina, una etapa importante en su vida, sigue investigando tras ejercer la docencia durante tres décadas. Fue primer investigador para España del European Values Study. Experto en sociología de valores, juventud, religión, violencia, droga y familia, ha publicado diez libros y es coautor de más de otro centenar.

  • Susan Fiske (Catedrática de Psicología en la Universidad de Princeton) Es una de las más influyentes psicólogas sociales en activo y este año ha ganado, junto a Shelley Taylor, el premio Fronteras del Conocimiento que otorga la Fundación BBVA en Ciencias Sociales por sus investigaciones pioneras. Fiske es experta en estereotipos y discriminación, autora de 380 publicaciones.

  • Julián Casanova (Catedrático de Historia Contemporánea en Zaragoza) Ha sido profesor visitante en universidades británicas y americanas y ahora lo es en la Central European University. En libros como 'Europa contra Europa', 'España partida en dos' y 'La venganza de los siervos: Rusia 1917' analiza grandes conflictos. Fue el asesor histórico de Amenábar en 'Mientras dure la guerra'.

Tampoco hay espejos donde mirarnos, porque esta crisis «tiene elementos de muchas, pero es diferente a todas. No se puede comparar con una guerra ni una posguerra, ni una crisis económica ni una pandemia cuando ni siquiera había penicilina», afirma el historiador Julián Casanova. Él suele citar la frase atribuida a Mark Twain de que «la Historia no se repite, pero a veces rima». «Es un camino con carreteras secundarias -argumenta-. Creo que la sociedad va a cambiar mucho porque se van a modificar los hábitos de consumo, desde lo cotidiano al lujo y las vacaciones. Y el consumo en el capitalismo lo es todo».

Además del frenazo de la máquina en la que todos estamos montados, algo que será «muy positivo para la batalla contra el cambio climático, pero muy negativo para la economía», cree que se avecinan cambios soterrados, impulsados a golpe de clic. Pone un ejemplo en un ámbito que conoce bien. En Harvard, donde ha sido profesor visitante, «valoramos las bibliotecas, los grandes nombres que están dándote clase, el legado de la investigación... pero si se generalizan las clases 'online' va a aparecer mucha universidad sin ninguna tradición ni control que se va a llevar muchos más estudiantes, a los que exigirán pagar 60.000 o 70.000 euros».

Lo que más preocupa a los expertos consultados para este artículo es el aumento de la desigualdad que traerá la crisis. Junto al impacto de la destrucción de empleo, el teletrabajo marca la diferencia entre quienes pueden permitírselo y quienes no, al igual que la enseñanza en estos meses ha dejado al descubierto una brecha digital. Y frente a eso, ¿habrá una marea de solidaridad más allá de conciertos benéficos? «Todo el mundo dice que hay que ser solidario, pero luego son cuatro los que participan en asociaciones humanitarias -responde Elzo-. La cuestión es ¿hasta qué punto está la gente dispuesta a cobrar menos?».

«Esta crisis no se parece a ninguna otra, aunque tiene elementos de muchas. Va a modificar los hábitos de consumo desde lo cotidiano hasta las vacaciones, y el consumo en el capitalismo lo es todo»

Julián Casanova

Este horizonte afectará de forma distinta a cada generación. «Los jóvenes son los que están mejor armados. No digo que lo vayan a pasar bien, perderán puestos de trabajo, pero están acostumbrados a la provisionalidad». Entre los mayores, «muchos sentirán que están aquí de prestado. La salud es muy importante, pero para mí lo es más la calidad de vida, que los días nos sepan a algo. Y la generación que probablemente peor lo pase es la que tiene 50 años, porque le queda más futuro» y más incertidumbre. «Ha nacido en un mundo determinado y llega a otro en el que sentirá que le van quitando la silla».

También se marcarán más las fronteras entre países y regiones por el mayor o menor acierto a la hora de afrontar la crisis. Casanova opina que «el PIB se recuperará si no hay una catástrofe. El capitalismo va a seguir de una forma o de otra, y si no tienen alternativa es mejor que siga, lo digo como historiador. Pero las desigualdades van a aumentar profundamente» y las organizaciones humanitarias internacionales sufrirán recortes presupuestarios. «La solidaridad necesita crecimiento, canales y redes. El cristianismo las ha perdido, y ese es uno de los grandes problemas».

La ilustración: NAIARA GOIKOETXEA

Artista gráfica 'freelance', su obra y técnicas son variadas, desde la ilustración y la pintura al diseño gráfico y la fotografía. Combina sus proyectos personales con encargos profesionales de distinto signo. Ha titulado este trabajo 'Distante'.

Web: www.iamnai.com

Aunque la Historia no se repita, «es maestra en determinadas cosas» y nos enseña la importancia del liderazgo. «Lo malo es que esto no nos ha pillado con 'roosevelts' ni con 'churchills', sino con 'trumps' y 'bolsonaros'», incide Casanova. «En Alemania está Merkel, y eso es una tabla de salvación». Para Susan Fiske, una de las profesionales más influyentes en el campo de la psicología social, «algunos líderes explotarán el miedo y la culpa. Otros ofrecerán ayuda, esperanza y consuelo. Estos perfiles pueden inclinar la balanza en una u otra dirección».

Susan Fiske y Shelley Taylor, a la que conoció en los años setenta cuando era su profesora en Harvard, han ganado este año el premio Fronteras del Conocimiento que otorga la Fundación BBVA en Ciencias Sociales por sus investigaciones pioneras en el terreno de la psicología social. Unieron dos campos que hasta entonces discurrían en paralelo: demostraron que el contexto social influye en nuestra manera de procesar la información y, al mismo tiempo, al interpretar la realidad la transformamos. Cuando tenemos que asimilar mucha información en poco tiempo y tomar decisiones rápidas, justo lo que nos ocurre ahora, utilizamos «atajos y sesgos», nos convertimos en lo que ellas llaman «avaros cognitivos». Aceptamos lo que concuerda con nuestras creencias y reforzamos los estereotipos.

Esto ha vuelto a ocurrir ante una crisis «que nos marcará de por vida, al igual que a las personas que sufren una guerra o depresión importante», porque «todos nos sentiremos más vulnerables de forma permanente». Para muchos es la primera vez que un hecho histórico se mete en nuestra casa, cierra la puerta y nos hace sentir que todo se tambalea. «Nada es seguro, ningún trabajo está garantizado, ninguna medida sanitaria puede garantizar nuestra seguridad. Dicho esto, las personas son resilientes y son capaces de superar estos tiempos trágicos; podrán sobrevivir y prosperar cuando esto pase».

En ese camino nos ayudará desprendernos de etiquetas, reconocer los estereotipos contra los que ella lleva luchando toda la vida. «Me entristece la rapidez con la que algunas personas quieren echar la culpa a otras nacionalidades. Esta vez es 'la gripe china', antes fue el 'síndrome respiratorio de Oriente Medio' y antaño, la 'gripe española'». Pero los prejuicios no necesitan grandes causas, anidan en los rincones. «¿Se ha fijado en que la gente bautiza los platos de carne cruda con nombres de grupos de extranjeros a los que desprecia? Lo que para los americanos es 'steak tártaro', para los belgas es 'steak americano'». Una manera sutil de identificar a 'los de fuera' como «más primitivos y sucios».

«Deberemos trabajar como hormiguitas, no hay varitas mágicas. Hemos de cambiar lo que se pueda, por ejemplo la escala de salarios, para ir a una sociedad más justa y humana. Si lo fiamos todo a la tecnología, el efecto puede ser devastador. Necesitamos más filosofía que nunca»

Javier Elzo

«Los desastres hacen que la gente se encierre en su propio grupo porque la Humanidad parece demasiado grande, pero hay excepciones», añade Fiske. «Necesitamos el liderazgo de personas que priorizan el bienestar global sobre el interés nacional», sobre todo porque, cuando esto pase, la gran amenaza, el elefante del cambio climático, seguirá en nuestra habitación. La manera más rápida de superar recelos es «poner a las personas a trabajar en equipo, que se necesiten unas a otras».

En España nunca volveremos a mirar como antes a los turistas orientales que llevan mascarilla en espacios públicos. Se nos habrá borrado la media sonrisa, aunque cabe preguntarse hasta qué punto nos hemos acercado a unas sociedades complejas que conocemos de forma superficial. El sociólogo David Doncel Abad, director del Máster de Estudios en Asia Oriental de la Universidad de Salamanca, tiene bien medidas las distancias. Los 8.940 kilómetros que separan Bilbao de Pekín se cubren en 16 horas de vuelo, pero si hablamos de «cómo se regula nuestra conducta social», sigue habiendo «un abismo entre un ciudadano de Bilbao y uno de Pekín, Tokio o Seúl».

Usar mascarillas y guardar las distancias en el contacto social, llevando la contraria a nuestra cultura mediterránea, «no nos convierte en japoneses», asegura. «Prácticas cotidianas como el saludo responden a complejos esquemas culturales y sociales que no son fáciles de extrapolar». Lo más importante es que «las sociedades occidentales son individualistas y en las orientales prevalece el grupo. Esta es una diferencia clave para comprender por qué en sociedades colectivistas como Japón, Corea del Sur, China y Singapur se han desarrollado respuestas que parecen más eficientes para combatir el coronavirus».

Como consecuencia de ello cambiará nuestra mirada y «nuestras costumbres pondrán en valor hábitos como el respeto oriental hacia el prójimo a la hora de interaccionar socialmente». Pero la prevalencia del grupo «tiene otra cara, el control social», más difícil de aceptar en las sociedades occidentales. Por ejemplo, los seguimientos a través del móvil para trazar la línea de contagios. La gran pregunta es «hasta dónde y hasta cuándo estoy dispuesto a ceder en la esfera de mi libertad individual».

La señal que más nos identifica en estos tiempos, la distancia social, será la primera en borrarse, aunque no del todo. Los expertos creen que marcaremos más la diferencia entre nuestros familiares y amigos, los compañeros de trabajo y los conocidos, como si fueran círculos concéntricos que van del abrazo al saludo formal. Sin llegar al extremo de Japón, «donde la principal regla es no tocar y lo habitual es una inclinación de cabeza como muestra de respeto a la otra persona», es probable que decaigan las presentaciones con dos besos, una costumbre ya en retroceso en el ámbito laboral. Curiosamente, «en China se estaba poniendo de moda el hábito de besar a tu pareja en público» antes del coronavirus.

A dos metros de distancia, preguntamos a la gente qué tal está con genuino interés y nos ofrecemos a ayudar a las personas mayores del vecindario. Les sentimos más cerca. De puertas adentro, aunque las mujeres son mayoría en las profesiones que han prestado servicios esenciales durante la crisis -73% en personal sanitario, 70% en farmacias, 90% en limpieza y 85% en las cajas de los supermercados, según datos de la Asociación Española de Psicología Social-, «los hombres no están haciendo muchas más labores domésticas ni cuidando mucho más de los niños», afirma Susan Fiske. «Los sesgos de género y edad en la familia son difíciles de cambiar». El teletrabajo puede potenciar los roles tradicionales, y está por analizar el impacto de la convivencia forzosa en la violencia machista.

En el futuro imperfecto que nos aguarda hay muchas aristas, pero también tenemos puntos de apoyo. Julián Casanova destaca que «es la primera vez que una crisis nos coge con estados y sociedades civiles tan fuertes, con tantos canales de participación». La línea roja es «el control de la violencia por parte de los estados democráticos. Si no hay paramilitarismo ni se dividen las fuerzas armadas, la democracia tiene salvación».

«Me entristece cómo se echa la culpa a otras nacionalidades. La gente bautiza los platos de carne cruda con nombres de grupos extranjeros a los que desprecia. Lo que para los americanos es 'steak tártaro', para los belgas es 'steak americano'»

Susan Fiske

En nuestro día a día, todo apunta a que se fortalecerá la vida en comunidad. Manuel Campo Vidal, que además de periodista es doctor en Sociología, cree que «la sociedad va a cambiar porque pondrá la salud en el centro» y priorizará la producción de recursos estratégicos «frente a la excesiva dependencia de China y países lejanos solo por el precio. Vivíamos con demasiados excesos, de consumo, ambientales... del turismo nos habíamos ido a la turismofobia -sostiene-. Esta sacudida puede ayudar a centrarnos, aunque debemos estar vigilantes frente a tentaciones autoritarias».

Como observador de la realidad, sigue dos tendencias que tendrán recorrido. En comunicación no solo se acelera la transición digital, sino que «se fortalece el criterio de veracidad frente a velocidad. Nos hemos dado cuenta de que es difícil que la comunicación arregle una crisis, pero tiene muchas posibilidades de agravarla», explica. Ganarán peso las agencias de verificación de datos como Maldita.es, que «ha desmontado más de 500 noticias falsas» sobre el virus.

También aprecia «una mirada distinta al campo, espero que de agradecimiento». Hijo de emigrante aragonés, «hablo mucho con alcaldes y me dicen que hay gente que empieza a llamar preguntando si se venden casas con parcela». Si el teletrabajo ha llegado para quedarse, «habrá quien piense en vivir en los pueblos» de forma «menos desbocada» y cambie la segunda residencia por la primera.

A Javier Elzo le suena bien la apuesta por «reducir el ritmo de vida y volcarnos hacia lo más próximo», pero ve una contradicción: «Si todos los economistas dicen que hay que relanzar el consumo, ¿cómo resuelvo yo eso? La realidad es compleja y creo que necesitamos trabajar como hormiguitas, no esperemos una solución milagrosa. Ya hay grupos de personas a nivel local que reflexionan y van haciendo una labor» para avanzar hacia una sociedad «más justa y más humana».

Un paso fundamental es «modificar la escala de los salarios, sobre todo de los grandes ejecutivos y las estrellas del fútbol, que no se vayan a la estratosfera. Para mí, el gran problema del mundo no es la salud, sino la pobreza y la desigualdad social». Para salir bien de esta crisis no hay atajos. Ni dejar las soluciones solo en manos de expertos ni fiarlo todo a la tecnología. «Nos facilita la vida y tendremos que buscar métodos para detectar nuevos virus, pero hay unos límites -advierte-. Necesitamos más filosofía que nunca. Es lo que nos ayuda a pensar y a entender la vida».

«No es viable el sexo con certificado sanitario»

Lorena Berdún cree que el impacto del coronavirus en las relaciones sexuales no será comparable al del sida. No veremos campañas tipo 'Póntelo, pónselo' porque no hay preservativo que proteja de la enfermedad, «ni tampoco es viable el sexo con certificado sanitario. Entre otras cosas, porque aunque ayer dieras negativo hoy puedes haberte contagiado». Durante el confinamiento, ha aumentado la masturbación, el consumo de porno y el 'sexting', con el riesgo de que las imágenes que compartimos se vuelvan en nuestra contra. En este periodo de transición, «el sexo a ciegas, sin conocer a la otra persona, tendrá que esperar. Se alargarán los tiempos en las relaciones y la gente se lo pensará más antes de ser infiel. Pero esto pasará y volveremos a la normalidad».

REFLEXIONES

  • Redes de apoyo | Estrechar lazos en la comunidad Lo colectivo gana importancia frente al individualismo y se prestará más atención a las relaciones entre vecinos y la mejora del entorno más próximo. Pero las redes internacionales de solidaridad se debilitarán por los recortes presupuestarios derivados de la crisis.

  • Comunicación | Más exigentes con la veracidad La crisis no solo acelerará la transición digital en todos los medios, sino que aumentará nuestro sentido crítico respecto a los contenidos. La verificación de datos cobrará fuerza porque hemos comprobado cuánto daño hacen los bulos.

  • Con el teletrabajo | Renovado interés por los pueblos Ya hay quien mira con otros ojos la España rural. Con la generalización del teletrabajo, aumentará el interés por llevar una vida más tranquila en los pueblos, siempre que tengan acceso a recursos sanitarios y otros servicios básicos, como una red de telecomunicaciones que garantice la conectividad.

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