Borrar
EL OCIO PÚBLICO

EL OCIO PÚBLICO

La vida después del coronavirus | Capítulo 17 ·

Un sentido vital limitado... La disculpa para disfrutar con otra gente

Lunes, 15 de junio 2020

El futuro del ocio público colisionará frontalmente con la base de su principal fundamento: la socialización. ¿De qué manera se puede reinventar un negocio y un modo de vida sustentado «necesariamente» -según los expertos- en el contacto? Existen serias dudas de hacia dónde conducirá el coronavirus los establecimientos de miles de propietarios de bares, restaurantes y discotecas. Cambiará la forma de disfrutar las fiestas y romerías populares y se cuestionará incluso la democratización de una oferta que, todo parece apuntar, podría ser hasta más «precaria» con la irrupción de pequeños formatos y modelos más sostenibles y responsables. Nada de masificaciones. Pero el ocio seguirá siendo un elemento de sentido vital y continuaremos buscando fórmulas para disfrutar de él, aun con limitaciones. ¿Cómo? Esa es la gran incógnita.

Sostiene Malcolm Otero Barral, nieto del mítico editor Carlos Barral y cofundador de Malpaso ediciones, que hay quien cree que los bares se transformarán en algo parecido a karaokes con salitas individuales que limitarán el ridículo y el contacto con extraños. «Tristes cubículos de ocio, sin posibilidad de conocer gente de modo espontáneo», los define. «Todos y cada uno de esos escenarios se le antojan a uno como esa cafetería desolada que pintó Edward Hopper», célebre por retratar la soledad de la sociedad estadounidense contemporánea. Otero Barral asegura que los encuentros virtuales para beber con aire festivo que se están dando durante los días de pandemia solamente cobran sentido «porque nos recuerdan la vida que teníamos. Seguramente, quedaremos más en casas de amigos, pero eso ya formaba parte de nuestros hábitos», matiza. Sin embargo, tras este periodo sin bares, el editor prometió volver a la rutina y hacer lo mismo que Eliot Ness, en la película de Brian de Palma, al ser preguntado sobre sus planes más inmediatos tras el fin de la ley seca: tomarse una copa. «Pero esta vez con amigos y, si puede ser, rodeado de gente».

Si Otero Barral apenas albergaba dudas sobre lo que haría, no está tan claro hacia dónde girará el ocio público a medio plazo. Al menos, tal y como lo hemos conocido hasta que el coronavirus comenzó a expandirse por todo el mundo y a cobrarse cientos de miles de vidas humanas. En medio de un escenario plagado de interrogantes, emerge una sola certeza: nada será igual hasta que irrumpa la deseada vacuna. Pero, mientras llega ese momento, ¿qué? Distintos expertos no descartan incluso que aparezcan tendencias para quedarse definitivamente entre nosotros.

REFERENCIAS

  • Roberto San Salvador del Valle (Catedrático dela Universidad de Deusto) Licenciado en Filosofía y Letras y exdirector del Instituto de Estudios de Ocio, es en la actualidad miembro del Consejo del Basque Social Innovation y ejerce la cátedra en la Universidad de Deusto. Investiga cuestiones relativas a tendencias sociales, la transformación de las ciudades y la evolución de los conceptos de tiempo y espacio.

  • María Jesús Monteagudo (Investigadora) Licenciada en Psicología y doctora en Ocio y Potencial Humano por la Universidad de Deusto, preside desde junio de 2016 la Asociación Iberoamericana de Estudios de Ocio, que aglutina a diecinueve universidades de nueve países de la América hispana. Ha participado como investigadora en más de una treintena de proyectos nacionales e internacionales y es autora de ocho monografías.

  • Jaime Cuenca (Filósofo e investigador) Licenciado en Filosofía y doctor en Ciencias Sociales y Humanas, es autor de 'El valor de la experiencia de ocio en la modernidad tardía' y miembro del equipo de investigación Ocio y Desarrollo Humano, reconocido por el Gobierno vasco. Ha publicado artículos en revistas científicas como 'Arbor' y 'Pensamientos o Journal of Leisure Research'. Se interesa por el cruce entre la teoría del arte, la filosofía política y la historia de las prácticas cotidianas.

María Jesús Monteagudo, presidenta de la Asociación Iberoamericana de Estudios de Ocio (OTIUM), tiene claro que el ocio continuará siendo un elemento de sentido vital, «así que, de una forma u otra, continuaremos buscando fórmulas para disfrutar de él, aun con limitaciones, tal y como ha sucedido durante el confinamiento. Exploraremos maneras de garantizar que nuestras experiencias de ocio den respuesta a nuestras necesidades psicológicas, las mismas u otras distintas tras el Covid-19. No cambiarán, sin embargo, las más básicas, aquellas que necesitamos para sentirnos psicológicamente ajustados. Entre ellas, el sentimiento de pertenencia que moviliza nuestras relaciones sociales, el deseo de continuar sintiéndonos personas autónomas, con posibilidad de decidir, a pesar de las restricciones impuestas, y la necesidad de reconocernos competentes», esgrime.

¿Los bares, restaurantes y discotecas seguirán funcionando bajo las premisas de la 'antigua normalidad'? ¿Cuánto tardaremos en volver a disfrutar de las fiestas y romerías con tanto arraigo en la sociedad vasca? ¿Será un ocio menos democrático y solo al alcance de los ciudadanos de mayor poder adquisitivo? ¿Se impondrán los cupos de clientela? Roberto San Salvador del Valle, catedrático de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas en la Universidad de Deusto, coincide en que, «al final, necesitamos disfrutar. Y el papel de bares y restaurantes es darnos una disculpa -razona- para pasar un rato agradable en compañía de otra gente, lo mismo que lo es un polideportivo, una biblioteca o un teatro». Ahora bien, considera que la pregunta no debiera de ser «cómo va a ser el ocio del futuro, sino qué queremos que sea».

«Entrar a un bar sin lista de espera y pedir consumiciones sin más dilación para seguir disfrutando de la buena compañía se torna un lujo que habrá que preservar en la memoria»

maría jesús monteagudo

Intuye que será lo que la gente «con mayor capacidad y audacia» imponga a los demás. «Seguramente, las empresas e instituciones con más recursos van a marcar un poco el disfrute 'postvacuna'». San Salvador del Valle estima que el 'nuevo ocio' puede resultar «muy interesante» si incorpora valores que estaban «un poquito maltratados» antes del estallido epidemiológico por su «falta de equidad e insostenibilidad medioambiental». Cree que urge un ocio «distinto», más sostenible también «en términos económicos, sociales, culturales y creativos».

El filósofo Jaime Cuenca corrobora esta impresión y tiene la «sospecha» de que, «en muchos aspectos», la pandemia, el estado de alarma y el confinamiento han servido para apuntalar unos cambios que se venían produciendo desde hace bastante tiempo. «Por eso vamos a tener que acostumbrarnos a convivir con menos empleados en el mundo de la hostelería y ver trabajar negocios de pequeños formatos», detalla. Es más que probable que se pongan de moda los establecimientos de «muy poquitas mesas» y que la hostelería asista a una especie de «'europeización'». «Hay que pensar -argumenta- que en algunos países de nuestro entorno esto ya es habitual, sobre todo cuando uno iba a algunas ciudades centroeuropeas y veía una gran cantidad de pequeños restaurantes y cafeterías 'boutique' con muy poquitos empleados, en los que más que trabajar el tamaño priorizaban la atención personalizada». Esta estrategia comercial, enemiga de las políticas de masificación y de precios «más bajos», supondría un salto cualitativo de calidad. Pero, por el contrario, entraña graves riesgos, «porque, consecuentemente, también puede generar desigualdades de acceso al ocio. Claro, lo primero es la vida, y luego seguramente está la vivienda y el empleo, que garantiza una subsistencia digna, pero, a partir de ahí, el ocio juega un papel muy importante de valores tangibles que añadimos a nuestra existencia. Y tan importantes son que debieran ser objeto de vigilancia por parte de las instituciones para que puedan seguir estando al acceso de la ciudadanía», advierte San Salvador del Valle.

La ilustración: IKER AYESTARAN

Ilustrador y diseñador gráfico, sus trabajos pueden verse en carteles, publicidad y libros, pero sobre todo ilustra artículos de revistas y periódicos nacionales e internacionales. Ha colaborado, entre otros medios, con 'The Washington Post', 'The New York Times', 'The Boston Globe', 'The Daily Telegraph', 'Finantial Times', EL CORREO, 'Wired', 'Variety', 'La Nación'…

Web: www.ikerayestaran.com

Cuenca asume que tampoco hay que «tener miedo» en reconocer que «en algunas cosas vamos a salir perdiendo» tras la emergencia sanitaria. Y pone el acento, especialmente, en las fiestas populares. «Lo más esencial de ellas es la vivencia colectiva extraordinaria. Buscamos una socialización que rompa con muchos de los tabúes habituales de nuestra vida ordinaria. Anhelamos, por así decirlo, el roce de los cuerpos. En las txosnas la gente pretende estar realmente apelotonada. Lo buscamos de forma premeditada, pero ahora va a ser imposible. Una txosna cuyo suelo esté marcado por un damero recordando la obligatoriedad de mantener dos metros de distancia entre unos y otros no tiene sentido. Eso ya es otra cosa. La adaptación va a ser muy difícil, que no traumática, y tendremos que asumir que hay cosas que no se van a poder hacer. Nos acostumbraremos finalmente, pero va a costar», vaticina.

Al albor del nuevo escenario que se vaya configurando y «dependiendo de lo que dure», Cuenca juzga «muy interesante» observar el comportamiento de las nuevas generaciones y el desarrollo de sus formas de socialización «cuando salgan de noche, vayan a bares y salas de fiestas y se encuentren, de partida, con que tengan que llevar mascarillas y respetar ciertas distancias. Va a resultar curioso porque lo que para los demás puede suponer una pérdida y añoranza de una situación pasada, para ellos igual no lo es. Les puede suponer algo absolutamente normal». De todas formas, resta trascendencia a las pautas que, obligatoriamente, van a marcar el nuevo paso de la hostelería. «Los controles exhaustivos de los aforos en todos los locales de ocio nocturno y demás nos pueden sonar a ciencia ficción, igual que nos pareció en su día la prohibición de fumar en el interior de bares y discotecas. Al final, lo asumes y te acabas haciendo. No queda otra», subraya.

Los cambios en el sector, en cualquier caso, van a ser de fuerte calado, augura Ramón Mas Espinalt, presidente de la Federación de Asociaciones de Ocio y Espectáculos Nocturnos de España (Fasyde), aunque descarta que esta situación «vaya a prolongarse de por vida». «Me niego a pensar que en un futuro no podamos hacer lo que hacíamos antes. Los virus vienen y se van, y nosotros iremos regresando a la normalidad a medida que avance el tiempo», garantiza.

«Si esto dura, será interesante observar a las nuevas generaciones cómo socializan sin necesidad de rozar sus cuerpos, como pasaba antes»

jaime cuenca

Ahora bien, este empresario barcelonés, propietario de varias discotecas de moda en la Ciudad Condal, cree que la estética y funcionalidad de las salas de fiestas variará de forma notoria durante una larga temporada. «Algunas a lo mejor se reconvierten en grandes salones, con privados apartados y mesas para que la gente pueda disfrutar del ocio de otra manera». Esto, inevitablemente, conllevará una reducción del espacio de las pistas de baile.

Mas Espinalt no teme los cambios, pese a las costosas inversiones que deberán afrontar los empresarios. «Esto ya nos pasó con la aplicación de la ley antitabaco. Nadie se esperaba que no se pudiera fumar en una discoteca, pero la gente siguió viniendo porque quiere bailar y pasárselo bien. Tuvimos que cambiar y transformar la idiosincrasia del negocio», remarca. Sin embargo, a diferencia de entonces, actualmente observa un asunto que le preocupa enormemente: la profunda brecha económica que ha causado el patógeno importado de Wuhan. «Hay locales que trabajan con un público de un alto nivel adquisitivo y otros que se centran en clientes de clase media. Muchos de estos quizás no puedan asumir unos desembolsos que les pueden dejar fuera del mercado. Alguien va a perder», se lamenta.

De ahí que Fasyde haya movido ficha y exigido al Gobierno de Pedro Sánchez «flexibilidad horaria», al objeto de atender «a más público» y poder explorar «nuevas vías» de negocio. «Si en vez de abrir a las seis de la tarde pudiésemos hacerlo a las doce del mediodía, podríamos plantearnos la organización de distintos eventos comerciales y ferias -avanza-. Vamos a tener que ser muy imaginativos, teniendo en cuenta que es lo que nos demanda nuestro público».

Es algo que los expertos juzgan «lógico y razonable», dado el peso económico del sector. Si antes de la pandemia el ocio suponía «prácticamente» un 15 % del PIB y muy cerca del 20% del empleo en España, «estamos hablando de actividades de una trascendencia económica muy importante. Además, hay muchos otros sectores que dependen al final de que haya actividad de ocio», recuerda San Salvador del Valle.

De ahí que las terrazas estén llamadas a protagonizar un papel clave en los próximos años. No solo como motor económico, sino por el impacto psicológico que genera en la ciudadanía al trasladar una sensación de «seguridad». Con el ocio bajo mínimos, los tiempos venideros quedarán marcados por nuevos usos del espacio público. «Iremos hacia una hostelería más expandida. Las terrazas van a crecer para darnos tranquilidad a todos, y a la vez va a suponer la cesión del espacio público para fines privados. Pero la gente -reflexiona Cuenca- va a ver eso con más simpatía que si se destinase únicamente al transporte privado. Al final, se trata de unos usos privados, pero casi podríamos decir que resultan convivenciales».

«Habrá que recuperar la dimensión festiva en todo su sentido. seguramente, vivimos gracias a lo ordinario, pero lo que nos da vida es lo extraordinario, lo que es, en definitiva, el ocio»

roberto san salvador del valle

El apoyo al mundo de la hostelería, en opinión de Monteagudo, se antoja «imprescindible», ya que «nos asomamos a cambios importantes que amenazan con trastocar el extendido fenómeno del 'poteo'». El incremento de las medidas de higiene y seguridad contribuirá a que la ciudadanía «supere los miedos y cautelas» para volver a disfrutar de bares y restaurantes en una 'nueva normalidad' que quizá redunde en servicios de igual o mayor calidad, «pero siempre menos masificados».

Como ciudadanía, enfatiza la socióloga María Jesús Monteagudo, «nos veremos obligados a acotar y ser muy selectivos en nuestras relaciones sociales, organizar flujos de movilidad interna en la propia cuadrilla y, cómo no, cultivar la tolerancia a los tiempos de espera, renunciando a una cultura de la inmediatez de la que no éramos muy conscientes, pero que también disfrutábamos. Entrar a un bar sin lista de espera y pedir nuestras consumiciones sin más dilación para seguir disfrutando de la buena compañía se torna ahora un lujo que habrá que preservar en la memoria».

Ante la «insuficiencia» de apoyos institucionales para garantizar la pervivencia de un sector que comenzaba a ver la luz tras la crisis financiera de 2008, Monteagudo opina que la población buscará medidas de apoyo «a la carta», aunque admite que no encuentra respuesta para muchas «incógnitas»: «¿Reflexionaremos acerca del ocio que queremos? ¿Valoraremos formas más sostenibles, responsables y orientadas a preservar el bien común y a un nuevo modelo de desarrollo? ¿Cómo repercutirán estas nuevas experiencias de ocio no masificadas, estos nuevos microformatos, en la supervivencia de las empresas del sector? ¿Veremos pronto indicios de un incremento de la precariedad laboral que amenaza la diversidad y frescura de un sector que, más allá de su potencial económico, alimenta ilusiones, expectativas y estilos de vida contemporáneos? Habremos de lidiar con estas incertidumbres porque, aunque el virus quizá sí, los tiempos que ha inaugurado esta pandemia no responden a vacuna alguna».

Discotecas y pubs asisten a un ocaso desde que el consumo se trasladó al día

Fue la generación nacida en los años 70 y 80 del siglo pasado la que coronó a las discotecas como las reinas de la noche. Pero, desde que el consumo se ha trasladado al día, han entrado en un declive imparable que no parece tener fin. España llegó a contar antes de la crisis de 2008 con más de 20.000 pubs y 5.000 salas de fiestas. Ahora apenas quedan 16.000 bares de copas y 1.800 discos. Los números cantan: ha desaparecido el 64% de las salas. Los empresarios del ramo justifican parte de los achaques a las restricciones horarias impuestas por muchos ayuntamientos. Pero detrás de su ocaso subyace el 'tardeo', práctica impuesta por los 'baby boomers', la generación que más sale, consistente en ir de pintxos y copas por la tarde.

FUTURO

  • Protección | Rechazo a lo antihigiénico Si antes de la ley antitabaco a muchos ciudadanos les parecía antihigiénico que se fumase dentro de los locales de hostelería, ahora la barrera de lo que «es o no higiénico» lo marca el estar rodeado de una multitud.

  • Espacios acogedores | Impulso a la cultura Esta nueva era se postula como alternativa para que bares, cafeterías y también restaurantes recuperen su espacio como puntos de encuentro para el impulso de actividades culturales y el desarrollo de artes escénicas en pequeños formatos que sirva de apoyo a creadores emergentes.

  • Convivencia | El ocio como garante de salud El ocio ha fomentado a través de actividades en bares y restaurantes y la cultura del «celebrarlo todo» la proximidad, elemento fundamental para la socialización y convivencia, además de apuntalar «la cuadrilla, familia, amigos y vecindario». Con un ocio en crisis se pierde un gran recurso.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo EL OCIO PÚBLICO