La vida de Mikel Goiri, responsable del bar Basajaun de Romo, se apagó la noche del lunes a los 56 años de edad después de luchar contra un duro cáncer de huesos. «Era un hombre encantador, siempre con una sonrisa en la cara. Tenía una ... gran empatía con las personas, pese haber tenido que torear desde pequeño con la vida. Es más, siempre intentaba comprar a varios proveedores para repartir las ganancias y dar trabajo a todos», contaba a este periódico su fiel amigo Rafa Salas, que lo consideraba como «un hermano».
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Amante de su profesión, Mikel comenzó a trabajar como extra los fines de semana en este sombrío establecimiento ubicado en la calle Caja de Ahorros de Getxo hace algo más de 38 años. Su pasión por la hostelería le llevó sin embargo en 1995 a coger las riendas del local, conocido por su especial encantó y su amplia variedad de destilados, aptos para todo tipo de paladar. «Mikel hizo del Basajaun un sitio al que podías ir a tomarte un copazo o un simple zurito ¡lo tenía todo!», narra Jesús Aparicio, uno de sus clientes. Pero Goiri convirtió este espacio en algo más que un bar de copas. Rafa, que compartía profesión con él, puesto que tiene un bar cerca de la estación del metro de Las Arenas, relata que «hubo una época en la que se dedicó también a hacer cafés irlandeses en la parte superior del establecimiento. ¡Cada día iba gente a probarlos!».
El buen rollo con Mikel detrás de la barra estaba asegurado. Cuentan que era un hombre con «carácter, generoso, muy buena persona y con una memoria privilegiada». Tanto, que sus seres queridos le llamaban 'Mikelpedia' –haciendo alusión a la Wikipedia– por la «infinidad de anécdotas pasadas que recordaba con pelos y señales». Su última pareja, Marimar Harillo, quien pudo despedirse de él en el hospital «brindando por los buenos momentos con una cerveza sin alcohol», confiesa que «conversar con él, siempre con una copita de vino o cava como tanto le gustaba, era muy enriquecedor». «Después de todo lo que ha pasado y lo que ha sufrido, quiero pensar que he sido una especie de ángel para él. Gracias a Mikel nos hemos unido un maravilloso grupo de personas que no quisimos dejarle sólo en ningún momento durante su enfermedad. Mikel se ha ido feliz y en paz, sin la sensación de estar en un centro médico», añade sin poder contener las lágrimas.
Jugador de balonmano
La música –era un apasionado de las canciones de los años 80– acompañó siempre al hostelero en sus malos momentos, que por desgracia, no fueron pocos. Este querido vecino de Romo tuvo que sufrir el fallecimiento temprano de varios familiares, como el de su hermano cuando él apenas tenía 12 años. «Se murió en un atraco y él no sólo perdió un referente, sino que también tuvo que vivir en cierta manera, con la soledad bajo el brazo por la pena que padecía su madre», explican sus amigos.
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Algunos lo definen también como un «defensor de las causas perdidas», una persona que siempre «miraba por los demás» y que tendía su mano a «los más débiles» frente cualquier situación. Su pérdida deja un gran vacío en Romo, barrio en el que siempre vivió y donde incluso llegó a jugar cuando era un chaval en el equipo local de balonmano.Adiós Mikel, tus amigos y clientes siempre te recordarán.
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