Un Cary Grant de Bilbao

No es fácil. No sé, sin exagerar y por puro reduccionismo verbal, ¿bilbainazo, quizá? Y también por la ciudad que llevabas dentro hasta la médula y en la que se te veía deambular con ese aire de Gary Grant, elegante y sietecallero. No he visto a nadie al que le quedara tan bien la txapela como a ti, cuando te daba por dignificarla -bueno sí, a los K.Toños, padre e hijo-, ni a nadie que fuera dejando su deslumbrante sello allí por donde pasaba. Porque Patxuko Abrisketa, felizmente, siempre se hacía notar. Dejaba huella.

Irrepetible Abrisketa, la ciudad hoy, sin ti, está solitaria. Has hecho muchas cosas y casi todas bien. Tu paso por los tribunales, por el Cocherito, por el Deportivo, por el 'Arte de Vivir' en general… Pero la mejor de todas, sin duda, tu mayor obra, es la de haber compartido el viaje con Tere Uriarte, nuestra añorada Tere. En eso también fuiste un privilegiado.

Deja ahora que te despidamos los amigos por lo mucho que nos diste compartiendo cumbres y divisando mares, con aquella frase del poeta Wordsworth, en su Oda a la Inmortalidad: «Aunque ya nada pueda devolvernos la hora del esplendor en la hierba, no debemos afligirnos porque la belleza subsiste en el recuerdo». Agur Abrisketa, agur Jaunak.