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Josetxu Canibe. L. a. g.
Muere Josetxu Canibe, memoria de los pueblos del Amazonas

Muere Josetxu Canibe, memoria de los pueblos del Amazonas

El sacerdote y periodista fallece a los 88 años. Comprometido con las misiones vascas, fue galardonado por el Ayuntamiento de Bilbao con el premio Norte Sur

Pedro Ontoso

Bilbao

Martes, 27 de diciembre 2022

Cuando el papa Francisco publicó en 2015 su encíclica 'Laudato si' para preservar el alma de la Amazonía, el sacerdote Josetxu Canibe Berganza (Retes de Llanteno, Álava, 1934), llevaba muchos años defendiendo los derechos de los indígenas y alertando de los peligros que acechan a nuestra 'casa común', el planeta, que en aquella vasta zona selvática tenía uno de sus mayores pulmones. Lo hacía desde que partió como misionero a Ecuador, en 1963, y luego a Venezuela, antes de incorporarse a las tareas pastorales de la diócesis de Bilbao.

Josetxu fue un pilar de las Misiones Diocesanas Vascas con un espíritu emprendedor y autocrítico que le mantuvo activo hasta el final de sus días, siempre en favor de los oprimidos, fiel a esa Teología de la Liberación que te mantiene pegado a las reivindicaciones de los más desfavorecidos. Cada vez que nos juntábamos para comer, y fueron muchísimas las veces que compartimos mesa y mantel, no perdía ocasión para rescatar y actualizar el 'Pacto de las catacumbas', aquel documento que firmaron en Roma (en la catacumba de Domitila) cuarenta obispos, la mayoría latinoamericanos. Era 1965 y faltaba muy poco para la clausura del Concilio Vaticano II. Lo firmaron profetas como Helder Cámara o Leonidas Proaño y luego lo harían suyo testigos como Leonardo Boff, Pere Casaldaliga o Jon Sobrino, y mártires como monseñor Romero o Ignacio Ellacuría. A algunos de ellos los conoció en persona y los entrevistó.

De lo que se trataba era de impulsar el advenimiento de otro orden social, de devolver la dignidad a los descartados, de conseguir que los indígenas fueran dueños de su destino, de construir un mundo más justo. Por eso el Ayuntamiento de Bilbao le concedió el premio Norte Sur. No era una pose, no era un misionero de salón. Josetxu, como periodista comprometido, se entregó en cuerpo y alma a la revista 'Los Ríos', la voz de las misiones vascas, que dirigió durante 30 años, y que le reportó más de un disgusto por sus atrevidos contenidos. Sus mensajes encontraron eco en los lectores de EL CORREO, en cuya sección de Opinión colaboró, y en las ondas de Radio Popular. Y en los libros que escribió; por ejemplo, 'Un atardecer de junio', en el que recupera la figura del misionero pasaitarra Isidro Uzkudun, asesinado en Ruanda.

Fue presbítero en muchas parroquias. En Andramari de Atxeta (Arabella), en Otxarkoaga, en Nuestra Señora de Nazaret (Portugalete), en la Inmaculada (Basurto) y en Nuestra Señora del Carmen (Indautxu). Pero el espíritu misionero lo llevaba inoculado en vena. En Latinoamérica y en Euskadi. En la crisis de los astilleros fue capellán de los huelguistas. Aquí, en Bizkaia, promovió la asociación Yan Lur, con el objetivo de sensibilizar a los ciudadanos sobre las necesidades de la Amazonía. Llamaban la atención las chozas que construía a la orilla del río Cadagua para que los escolares conocieran lo que era un poblado indígena. Recaudaba dinero para mantener a flote un barco hospital en el Amazonas y atender a las comunidades ribereñas. Él mismo se desplazaba hasta allí, tras agotadoras horas de avión, de autobús, de camionetas y de piraguas. Era reservado, pero tenaz, incansable.

Hasta que no pudo más. Un día tuvo que abandonar su apartamento en Indautxu, un auténtico museo con piezas de muchos confines del mundo y centenares de libros, y refugiarse en la residencia sacerdotal de San Vicente. Allí le visitaban sus familiares y amigos, que le sacaban a pasear en silla de ruedas por los Jardines de Albia y sus alrededores. Sufría una enfermedad que le impedía escribir, una de su pasiones, pero mantenía su espíritu crítico, como un compromiso indomable. Falleció el día de Navidad, fecha emblemática del calendario cristiano, después de 88 años muy bien empleados. Tres días más tarde le despidieron en la iglesia de El Carmen, en Indautxu. Será recordado como un hombre sencillo, austero y cercano, un hombre de Dios.

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