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El atletismo vizcaíno ha perdido a uno de sus representantes más populares. Un corredor que siempre hizo honor a su apellido allá donde participara. Porque Fortunato Vencedor siempre estuvo por encima de resultados y marcas. El siempre fue un ganador. El más aplaudido, el más aclamado, Fortunato siempre entraba en la meta escoltado por una nube de niños que acompañaban en los metros finales al veterano atleta. Fortunato Vencedor ha fallecido a los 93 años tras una larga enfermedad, pero estuvo a pie de meta hasta el final, como hace apenas un par de semanas en la Milla de Bilbao, cuando con ayuda dio su última vuelta al circuito de la Gran Vía para recibir los aplausos de los aficionados y atletas.
Nacido en Artea en 1929, de niño jugó a pelota mano, pero lo tuvo que dejar para empezar a trabajar. Ya afincado en Bilbao abrió un bar, en el que trabajó durante 40 años. El trabajo de Fortunato tras la barra le dejó secuelas. «Las rodillas ya no me funcionaban bien», explica. «Me dolían mucho. Fui al médico y me recetó gimnasia, andar y hacer 'footing'». Fortunato se familiarizó tarde con el atletismo, pero fue un amor para toda la vida. Su hijo, inseparable compañero de carreras, le dijo que probara con la Herri Krosa y a sus 65 años, Fortunato se convirtió en un atleta popular que ya nunca dejó de disfrutar corriendo. La ausencia de su mujer, fallecida años atrás, le llevó a ocupar su tiempo con las pruebas populares. Siempre sobre asfalto, probó con todas las distancias, incluso el maratón.
A su ritmo, muchas veces cerrando el pelotón, con su inseparable gorra y pañuelo al cuello, Fortunato se fue ganando el cariño tanto de participantes como de aficionados, que siempre esperaban a su llegada para tributarle un aplauso. «Yo voy a las carreras a divertirme, a pasarlo bien, a que me digan muchas cosas los que me pasan», contaba el veterano atleta en una entrevista con EL CORREO hace tres años. «No me importa que me adelanten, yo pido a Dios que me dé salud para llegar el último», declaraba entonces.
Durante casi tres décadas, Fortunato se divirtió y disfrutó con el atletismo. «Tengo una salud de hierro», se encargaba de recordar a cada llegada a meta tras explicar que la clave era una buena alimentación. De hecho, tenía una receta para hidratarse que era básica. «Una mezcla de agua, tres higos, medio plátano, medio limón y azúcar». Eso y estar activo. «Lo que no se puede hacer es levantarse cada mañana para sentarse en una butaca o en el parque y no hacer nada. Ese es el mayor error», recordaba.
Las carreras populares echan en falta a una persona que no le hacía falta ganar para ser un Vencedor. Su hijo y su nieto, al que entrenó para inculcar su amor por el atletismo, serán los encargados de mantener vivo el recuerdo de Fortunato.
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