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Las palabras se quedan cortas para definir a Jesús Marquínez Marquínez. 'Tolín', como era conocido entre los suyos, falleció este jueves a los 93 años. Este «hombre libre en tierra de nadie», como le gustaba definirse, era toda una institución en Montaña Alavesa, donde ha ... dejado una huella imborrable. Un legado que se condensa en cientos y cientos de de grabaciones y fotografías que, en su conjunto, crean un gran retablo costumbrista de esta Cuadrilla, donde brillan con luz propia personajes irrepetibles, hombres y mujeres de otra época que tenían una forma diferente de entender la vida y el mundo.
Las fiestas populares, las técnicas de labranza, los ritos, el patrimonio de las palabras y los términos locales de la comarca alimentaron e integraron su paraíso personal. Un universo singular y único que no caerá en el olvido. La popular Sony 3000 de Marquínez inmortalizó durante años la memoria, la voz y los gestos de innumerables campesinos, sabios guardianes de los conocimientos del mundo rural, que él supo captar gracias a la tremenda curiosidad que siempre impulsó su existencia. Una vida que transcurrió entre Santa Cruz de Campezo, la que fue su patria chica, y Vitoria, donde 'Luchy', su esposa, despachaba productos de mercería en el negocio familiar. Allí aprendió Jesús los trucos de su oficio de viajante como representante textil; una de sus facetas profesionales, como antes lo fue la carpintería, su trabajo en una empresa de clavos o su paso por la granja de Arkaute.
De sus «fuentes» bebió el periodista Oskar Anzuola, que compartió con Jesús infinidad de aventuras en el afán de ambos por documentar la vida y recuperar historias de Montaña Alavesa. «'Tolín' era un auténtico autodidacta. No tenía formación cinematográfica, ni académica, ni periodística; pero gozaba de una gran intuición y una virtud especial para caer bien a la gente -le recuerda-. Tenía la grandeza de un hombre sencillo. Era generoso, muy humano, muy curioso e inquieto. Un pájaro libre y un ser irrepetible. Nos deja grandes recuerdos y un patrimonio documental etnográfico de incalculable valor. Era un defensor de la naturaleza y contribuyó a recuperar el Día del Haya -luego conocido como Día del Árbol-, un 'auzolan' de reforestación. Es un orgullo haberle conocido», confiesa a EL CORREO el director de la revista Mendialdea Press.
Nada de lo que ocurría ante la mirada de Marquínez le era indiferente. Su sagacidad le llevaba a observar la naturaleza y las cosas de la vida hasta el punto de que la inmensa mayoría de los fines de semana los solía pasar fuera de Vitoria en contacto con los habitantes de los pueblos o el monte. Tal era su don de gentes que, como él dijo hace años en este periódico, en Santa Cruz le conocían «hasta las hormigas». De hecho, incluso muchos de sus convecinos le llegaron a llamar 'O sea', por repetir con frecuencia ese latiguillo, y 'Capitán Araña', «por su facilidad para embarcar a todo el mundo en sus proyectos», escribió sobre él nuestro compañero Francisco Góngora, ya que fue todo un impulsor de las veredas y el trabajo comunitario. Su 'leitmotiv' eran la independencia y una máxima: prohibido prohibir.
Jesús recorrió, cámara en mano, todos los pueblos de la Montaña Alavesa. Se conocía como la palma de su mano sus montes, bosques, ermitas e iglesias, donde buscaba personajes que encarnaran y le relataran las escenas de un tiempo pasado que no trataba de idealizar, sino de atesorar en forma de testimonios, fotografías, vídeos y diapositivas que ya se han convertido en joyas de la etnografía alavesa. Suyas son, por ejemplo, algunas de las fotografías más populares del antiguo ferrocarril Vasco-Navarro. Su estilo directo le permitió también recrear escenas en las que llegó a participar todo un pueblo. Las lavanderas y el serrón de San Román, la siega de Santa Cruz, los carboneros del valle de Lana o los antiguos fogones de la Montaña. «Cada vecino es un libro de conocimientos, historias y leyendas. Si nadie recoge esos testimonios, todo ese patrimonio se perderá», solía repetir este videoaficionado.
Su última aparición pública fue el pasado mes de octubre, tal y como recogió la revista Mendialdea Press. Se desplazó en compañía de varios de sus hijos hasta La Llana, un paraje situado a más de 1.200 metros de altitud, en la subida del monte Ioar. Un lugar muy unido a él donde la Junta Administrativa de Santa Cruz ha creado una balsa-abrevadero donde podrán beber aguas aves, cabezas de ganado y especies cinegéticas. Un rincón, bautizado 'Tolín' en su honor, que le recordará también gracias a la instalación de un tótem. Ese objeto que, en algunas sociedades, se toma como emblema o protector de la tribu.
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