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Los Celedones de Oro lloran por segundo día consecutivo. Cuando se encontraban en la capilla ardiente del actor Txema Blasco, los guardianes de las esencias ... vitorianas se han enterado de la muerte a los 82 años de José María López de Elorriaga 'Coppi', que recibió el galardón en 1993. Le apodaban como la leyenda italiana por su afición al ciclismo, pero no se le recordará por coronar grandes puertos, sino por ser un precursor y defensor de la cultura vasca en los años más grises de la posguerra.
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Sí que fue en un monte, en el Gorbea, donde organizó uno de los eventos por los que más se le recordará. Cuando visitaba las cuevas de Mairuelegorreta con el Grupo Espeleológico Alavés del Consejo de Cultura de la Diputación y observó la gran sala denominada Plaza de Toros (de unos 27 metros de diámetro) pensó que sería un escenario precioso para interpretar la Ezpatadantza de Amaia. Así fue. En 1963 organizó allí la primera edición de Euskal Jaia junto al txistulari Jesús Moraza y el fallecido dantzari José Antonio Zabalza, un evento que se ha mantenido en el tiempo, pese a que en los primeros años tuvo que soportar la dura represión franquista.
'Coppi' nació el 6 de enero de 1942, de ahí que en su DNI también se incluyese el nombre de Baltasar. Empezó sus estudios en el colegio San José, en la calle La Paz, y cuando pasó a las Escuelas Profesionales Diocesanas coincidió con Moraza, que le introdujo definitivamente en el mundo de la música. Con 15 años pasó a fomar parte del grupo Excelsior del centro parroquial de San Pedro y de ahí a Oldarki. Formó parte de la Sociedad Excursionista Manuel Iradier y allí fundó Gaztetxu, todo un semillero de dantzaris que sirvió para recuperar piezas musicales originales de Rioja Alavesa que se desconocían en el resto de Euskadi.
«A toda una generación nos enseñó a bailar. Era una persona que siempre se mostraba alegre y con ganas de ayudar a todos los demás. El Gaztetxu buscaba retener a los niños que dejaban las dantzas cuando pasaban a ser adolescentes y lo consiguió», apunta Gotzon Azkarraga, director del Grupo Adigest, que con seis décadas a la espalda sigue bailando el aurresku y otras piezas.
Desde la cuadrilla vitivinícola al resto del territorio también consiguió extender el sonido de alboka y dulzaina que a principio de los sesenta parecía condenadas a caer en el olvido. Este delineante de Mercedes-Benz no sólo tocaba estos instrumentos de viento, sino que también los fabricaba en el taller que montó en su domicilio de la calle Prado. Utilizaba un torno y cuerpos de pasta, que eran más baratos que los de madera, mientras que los cuernos los recogía en el viejo matadero donde ahora se encuentra el centro cívico de Iparralde.
Junto a Fernando 'Tito' Aldama (saxofonista de Hertzainak), y después Patxi Martínez de Luna y Kepa Pinedo, conformó la pionera banda de gaiteros 'Hiru-bat'. «Fue un pionero, un virtuoso que se mojó cuando más complicado era defender la cultura vasca», destaca Pedro Elosegi, director de la Escuela de Música Luis Aranburu y expresidente de las Juntas Generales de Álava.
«Su amor por los instrumentos musicales llegaba hasta tal punto que una vez encontramos en unas excavaciones una especie de silbos y enseguida hizo un estudio para saber cómo podían funcionar. Era una persona siempre dispuesta a echar una mano y a aprender», recuerda el arqueólogo e investigador Armando Llanos.
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