Corría el año 1977 cuando entré en contacto con la Asamblea de Mujeres de Álava. En aquel entonces no sabía lo que era el feminismo, y, aunque había vivido episodios de discriminación tanto en casa como en el trabajo, pensaba que se debían a la ... educación de mis padres y a que tenía un jefe chapado a la antigua. Desconocía por completo la palabra patriarcado y las consecuencias derivadas del mismo.
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En diciembre de ese año se celebraron en Leioa las Primeras Jornadas de la Mujer de Euskadi. Un encuentro apasionante, donde se habló de todo lo que preocupaba al movimiento feminista: sexualidad, lesbianismo, patriarcado, anticonceptivos, aborto, trabajo doméstico, trabajo asalariado, educación, doble militancia… Hay que recordar que todavía ese año los anticonceptivos estaban penalizados y también el adulterio, no existían ni el divorcio ni la interrupción voluntaria del embarazo y la violencia machista que se ejercía en el ámbito privado no se reconocía como tal. Solamente las agresiones y violaciones callejeras tenían algún eco en la sociedad. Así las cosas, nuestras primeras luchas se centraron en cambiar algunas leyes y aprovechar el 8 de marzo para reivindicar la igualdad salarial entre mujeres y hombres.
Tras la despenalización de los anticonceptivos y del adulterio, dedicamos gran parte de nuestros esfuerzos a elaborar una ley de divorcio y luchar por la legalización del aborto. Era el año 1979, y en Basauri iban a juzgar a 11 mujeres por haber abortado. Las movilizaciones que siguieron a ese hecho fueron numerosas y traspasaron nuestras fronteras. Años después fueron absueltas.
Por otra parte, el año 1979 ocurrió un hecho sin precedentes: en las Jornadas de Granada, el movimiento feminista se partió en dos. Por un lado, las llamadas 'dobles militantes', y, por otro, las mujeres de militancia única, llamadas 'independientes' o 'radicales'. Aunque yo no militaba en ningún partido, no estaba de acuerdo con los postulados de las independientes. Afortunadamente, en Álava convivimos sin problemas ambas corrientes.
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La década de los 80 fue una época de profundos cambios. En primer lugar, se aprobó una ley de divorcio que, aunque supuso un paso adelante, no era la que queríamos las feministas. Posteriormente, con la llegada del PSOE al poder, se creó el Instituto de la Mujer y se aprobó una ley del aborto de tres supuestos. El movimiento feminista, por su parte, empezó a utilizar el término 'perspectiva de género' como herramienta de análisis para explicar mejor la situación de las mujeres, y eso afectó a todas las disciplinas. Y a mediados de esa década abandoné la Asamblea de Mujeres de Álava. En esa decisión fueron determinantes las Jornadas de Feminismo Socialista que se celebraron en Madrid en 1983. Las ponencias presentadas bajo el título Feminismo, poder político e instituciones hicieron que cambiara radicalmente mi postura ante las instituciones. A partir de ahí, no solo pensaba que había que colaborar con ellas, sino que había que exigirles que hicieran políticas a favor de la igualdad.
El año 1986 me embarqué en otro proyecto. Mujeres de distintos ámbitos profesionales y políticos nos reunimos en Zarautz para exigir al Gobierno vasco que desarrollara la competencia en materia de igualdad que tenía transferida. Tras intensos debates, presentamos a los partidos políticos del arco parlamentario una propuesta para crear un mecanismo institucional, adscrito a Lehendakaritza, que impulsara la igualdad. Animadas por la creación de Emakunde, nos constituimos en asociación. Así nació el Fórum Feminista María de Maeztu. El Congreso Mujer y Realidad Social, celebrado el año 1987 y enmarcado dentro del Congreso Mundial Vasco, me dio muchas claves para tener una visión más amplia sobre el feminismo y conocer las experiencias de distintos países. A partir de ahí, los países nórdicos empezaron a ser una referencia en mi vida.
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Los 90 fueron años de claros avances y de nuevas reivindicaciones: se aprobaron leyes y planes de acción positiva en la práctica totalidad de las comunidades autónomas, la ONU celebró en Pekín la Cuarta Conferencia de la Mujer, y en el movimiento feminista, sin olvidar las clásicas reivindicaciones, empezamos a hablar de corresponsabilidad, de dependencia, de cuidados. Iniciamos el nuevo siglo con leyes de profundo calado en nuestro país: ley de divorcio sin culpables, ley de plazos del aborto, ley del matrimonio homosexual, ley contra la violencia de género... Los avances en materia legislativa son evidentes, pero los cambios sociales avanzan más lentamente.
A lo largo de la historia, siempre ha habido distintas corrientes dentro del feminismo. Y también las hay en este momento, pero creo que las discrepancias no deberían ser un obstáculo para trabajar conjuntamente. Las huelgas generales del 8 de marzo de los últimos años y la incorporación de mujeres jóvenes a esta lucha como consecuencia del movimiento #MeToo deberían ser un acicate de cara al futuro. Urge un debate sereno y tranquilo que nos lleve a aunar esfuerzos para avanzar y hacer frente a los discursos homófobos y machistas que últimamente proliferan en la sociedad.
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