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Condensar en el breve espacio de un artículo los cambios habidos en 75 años es tarea imposible. La evolución de Vitoria-Gasteiz y Álava en el siglo XX ha dado lugar a valiosos y extensos trabajos de investigación. Nos detendremos por ello en cuatro hitos ... temporales con la idea de apuntar al menos la transformación en el ámbito de la cultura de una ciudad y un territorio que han modificado su fisonomía para convertirse en la sociedad económica y socialmente avanzada del presente.
Cuando en 1946 se publicó por vez primera la edición de Álava del diario El Correo, tan solo habían transcurrido diez años desde el golpe militar y siete desde el fin de la Guerra Civil que aquel trajo consigo. Eran años oscuros, cargados de terribles certezas e incertidumbres, en los que la cultura mantenía modos decimonónicos. En 1942 se crea el Museo Provincial de Álava, con el fin de acoger las colecciones de bellas artes y arqueología entre otras. La ciudad, con apenas 50.000 habitantes, llegó a contar en la década de los 50 con siete salas de cine.
Saltamos 20 años en el tiempo. En 1966 se hace público el manifiesto del Grupo Orain, colectivo de artistas alaveses integrado en la llamada Escuela Vasca junto a los grupos Emen en Bizkaia, Gaur en Gipuzkoa y Danok en Navarra. Aquel colectivo de artistas –formado por Juan Mieg, Joaquín Fraile, Carmelo Ortiz de Elguea, Jesús Echevarría, Alberto Schommer– venía a expresar una voluntad de cambio y en cierto modo de ruptura con «toda fórmula artística caduca, reaccionaria, academizada». En una ciudad en acelerado crecimiento industrial y demográfico, la vida del grupo resultó efímera, aunque su impacto en la cultura y específicamente en el arte fue significativo. «El arte y la cultura son para todos. El arte y la cultura son para cada día», decía en sus últimas líneas aquel manifiesto. Algo, tenuemente, empezaba a cambiar.
En un nuevo salto, llegamos a los 80, una década de efervescencia en el territorio. Por citar solo algunos hechos significativos, en 1975 se había celebrado la primera edición del Festival de Teatro y en el 77 la del Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz. Se organizaban las bienales de pintura y escultura que premió en una de sus ediciones a la artista Juana Cima con una obra mural que hoy se puede visitar en las salas del Museo Artium. En los setenta la Diputación Foral de Álava había comenzado a adquirir obras de arte contemporáneo que fueron germen de la actual colección del Museo de Arte Contemporáneo del País Vasco. Y a medida que se dibuja un nuevo panorama político, la cultura adquiere impulso desde las recién creadas instituciones y, en especial, desde la reivindicación y los movimientos populares.
Se crean los premios Gure Artea, que genera una importante colección pública impulsada en este caso desde el Gobierno vasco, y se ponen en marcha proyectos como Arteleku, cuyos ecos llega a nuestros días, años después de su clausura. En nuestra ciudad se desarrolla la red de centros cívicos y se crean el Centro de Imagen y Nuevas Tecnologías, referente para una nueva generación de creadores, e iniciativas como como el Festival Internacional de Vídeo Musical; se abren la Sala Amárica, por impulso de la Diputación, y Trayecto Galería, una de las iniciativas privadas vinculada al arte contemporáneo de mayor relevancia, no solo en el País Vasco sino también en el Estado, y en donde expusieron artistas fundamentales como Esther Ferrer, Juan Luis Moraza, Fernando Sinaga, Concha Jerez, María Luisa Fernández o Juan Hidalgo.
Fueron esos años los de la emergencia de una cultura popular en los que se producían intercambios constantes entre las disciplinas –la música, la literatura, el arte–, muy vinculados a los movimientos sociales. En ese contexto, desde la militancia feminista, se definían nuevos espacios de interlocución no excluyentes que tuvieron sus efectos en proyectos e iniciativas culturales que se desarrollaron en los noventa.
En el cambio de siglo todo comenzó a acelerarse: la economía, la circulación de la información, el movimiento de las personas... La cultura entró en muchos sentidos en ese impaciente ciclo de consumo y rendimiento inmediato de la globalización. Las infraestructuras culturales, públicas o privadas, se vieron pronto sacudidas por sucesivas crisis que desdibujaron o directamente eliminaron proyectos llamados a perdurar. Hoy, nos encontramos enfrentando una nueva crisis sanitaria global e imprevisible que interrumpió abruptamente nuestras vidas y que también puso en suspenso el propósito y la orientación de todos los proyectos que se concibieron antes de su impacto. Un momento que nos obliga a reconocer tanto nuestra vulnerabilidad individual como nuestra potencia en lo colectivo. En este contexto, el arte y los y las artistas son piezas fundamentales para contribuir a pensar y transformar el presente.
La edición de Álava de El Correo cumple 75 años. En 2022 hará 20 de la apertura del Museo Artium. En momento como el actual, guardar la memoria del pasado y asegurar la del presente se ha vuelto más necesario que nunca. Museos, instituciones culturales y medios de comunicación comparten, entre otras, la responsabilidad de que la cultura y el arte sean herramientas para la ampliación del sentir de toda la sociedad. Un punto de encuentro y diálogo donde nos reconocemos como diferentes.
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