No hay ciudad sin comercio
CÓMO HEMOS CAMBIADO ·
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CÓMO HEMOS CAMBIADO ·
Más allá del mero aprovisionamiento de bienes, el comercio es animación del espacio público y creación de momentos y lugares de encuentro que dan un carácter propio a la calle y al barrio. EnVitoria-Gasteiz la industrialización acelerada y la llegada masiva de mano de ... obra a partir de los cincuenta provocan la gran metamorfosis de la ciudad, que se convierte en la capital española con un mayor incremento porcentual de población en el periodo 1950-1975. En estos años de desarrollismo, con el propósito de compensar unos salarios que apenas alcanzaban para cubrir las necesidades básicas, aparecen los primeros economatos.
Alcanzada una masa crítica de población, en los años setenta, la consolidación de las clases medias, con mejorada capacidad de consumo, favorece la implantación de nuevos modelos de negocio. Irrumpen en el centro los grandes almacenes Galerías Preciados y las primeras galerías comerciales cubiertas. Y, distribuidos por la ciudad, se promueven nuevos mercados de barrio. Este nuevo tejido comercial aumenta la competencia con el comercio de calle, pero funciona también como polo de atracción, reforzando la actividad existente y jerarquizando la estructura comercial de la ciudad en un centro atractivo y unos barrios autosuficientes.
En unos años de inestabilidad social y política, la ciudad prepara su gran transformación: la peatonalización del centro y de parte del casco histórico. Alentado por la visión de ciudad del alcalde José Ángel Cuerda, el proyecto se enfrenta inicialmente a un fuerte rechazo social y comercial. Pero el peatón recupera el espacio que el vehículo privado le había arrebatado, las calles se vuelven más amables y el plan se convierte en un modelo de éxito que sirve de referencia para otras capitales.
A partir de los noventa, la expansión de la ciudad y el desarrollo de nuevos barrios periféricos (Lakua primero y, posteriormente, Zabalgana o Salburua) motivan una nueva competencia entre diferentes sectores de la ciudad. Vitoria-Gasteiz se sube al carro de las grandes superficies, enclaves especializados en el tridente alimentación-moda-ocio y con una accesibilidad orientada al automóvil. Con la apertura de los centros comerciales Lakua Centro, Gorbeia y El Boulevard (este último promovido en origen con el objetivo de proteger el comercio local frente al desembarco de grandes cadenas comerciales, para terminar poco después en manos de fondos de inversión), comienza la escisión entre ciudad y actividad comercial: se diluyen las relaciones de proximidad y se produce una concentración de la actividad en detrimento del pequeño comercio, reduciéndose el número de locales abiertos que permiten que los barrios sigan manteniendo su vitalidad.
Estos nuevos barrios periféricos, con una población joven y con nuevos hábitos de consumo, cuestionan al centro urbano como área de mayor significado y relevancia funcional de la ciudad, y rompen su hegemonía a la hora de acaparar la actividad terciaria. A la par, la falta de acierto de los diferentes agentes económicos y políticos con capacidad de actuación no consigue frenar el progresivo desgaste comercial.
En el Ensanche, la introducción del tranvía a través de la calle General Álava genera una profunda cicatriz, transformando la calle, otrora pequeña milla de oro vitoriana, en un espacio poco amigable donde se suceden las salidas de grandes firmas. La pérdida de vitalidad se acentúa con el repliegue hacia posiciones más alejadas de generadores de actividad como los Juzgados, la Caja Vital, la Seguridad Social o el propio Ayuntamiento. Y las nuevas iniciativas surgidas para revitalizar la zona, como el fallido proyecto Urteim, no terminan de cuajar.
En la Almendra Medieval, a pesar de los diferentes esfuerzos realizados para asentar actividad comercial tractora, no se consigue el dinamismo de otras ciudades donde procesos de rehabilitación, con frecuencia con efectos gentrificadores, están reavivando el atractivo de sus cascos antiguos. La situación del comercio en los barrios de oro es fiel reflejo de una población reducida y envejecida, y de la obsolescencia de su tejido físico. La falta de relevo generacional apenas se ve compensada con la apertura de pequeños negocios, frecuentemente regentados por población de origen extranjero y, por lo general, especializados en actividades con bajo margen de beneficio.
Los nuevos barrios, lastrados por un modelo urbanístico de baja densidad, no consiguen consolidar actividad comercial más allá de sus arterias principales, acumulando lonjas vacías. En la actualidad, al margen de a sus desafíos locales, el comercio vitoriano debe hacer frente a una amenaza global. El fenómeno de la compra online, multiplicado por la pandemia, obliga a la búsqueda de nuevas estrategias que permitan competir contra la comodidad, diversidad y precio que ésta ofrece. El comercio tradicional tendrá que apoyarse en factores diferenciales y apelar a que el consumidor valore la mayor sostenibilidad del consumo de proximidad o el fomento de la producción local.
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