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Si la abstención es una variable esencial para entender lo que ha ocurrido en las elecciones del domingo en Euskadi, aún lo es más para analizar lo sucedido en Bilbao. Porque en la capital vizcaína quienes se quedaron en casa (o se fueron a ... la playa) son mayoría absoluta. Dicho de otro modo: la participación se desplomó hasta 48,54% del censo. Hace cuatro años, en la anterior cita autonómica, había superado el 60%. Un bajón muy superior al registrado en el conjunto de la comunidad autónoma.
Esta circunstancia explica que el PNV, partido incontestablemente hegemónico, haya mantenido un porcentaje del 42% de los sufragios pese a haber perdido más de 13.700 papeletas. Y que el PSE haya subido dos puntos, hasta el 14,54%, aunque haya cosechado 1.411 apoyos menos que en 2016. Lo de PP-Cs y Elkarrekin Podemos ya no tiene matices porque ambos pierden más de la mitad de los apoyos de los que disponían hace cuatro años en una tendencia similar a la registrada en el resto de Euskadi. ¿Quién sube entonces? EH Bildu aumenta un 10% sus sufragios y se hace con un 18,37% de los votos (frente al anterior 13%). Y Vox logra 3.425 en su primera comparecencia en unos comicios autonómicos.
Claro, los resultados van por barrios. Incluso por calles. Es ahí donde se aprecian ciertos matices. Como norma, el PNV ha ganado en todos los distritos y en la inmensa mayoría de las secciones censales. Pero hay un par de zonas donde eso cambia. En el Casco Viejo y Bilbao la Vieja manda EH Bildu. Y el PSE-EE es mayoritario en ciertas zonas de Otxarkoaga y de Arangoiti. Estas últimas son como pequeñas sombras rojas en un mapa teñido de verde.
Un vistazo a los datos deja claro que la clave ha sido movilizar a la gente, convencer a los fieles de la importancia del voto. Porque en el Casco Viejo, feudo soberanista, la participación roza en algunas zonas el 60%, uno de los porcentajes más altos de todo Bilbao. Y en Otxarkoaga, feudo socialista, en varias secciones ni llega al 30%. Ronda, de hecho, un pírrico 25%. En los barrios del sur de la ciudad (lugares como Uretamendi, Rekaldeberri o Betolaza) apenas se supera el 30%.
Si se toman los datos de participación por distritos el asunto se diluye un poco más, pero sigue siendo claro: Otxarkoaga es, junto a Uribarri, el distrito con un porcentaje más bajo, al no llegar en ninguno de los casos al 43%. Y Rekalde le sigue de cerca, con un 44%. En el otro extremo están Abando y Deusto, con un 56,1% y un 52,3%, respectivamente. Y en estos dos se da la circunstancia de que es donde el PNV logra una mayor índice de penetración: en Deusto, se ha hecho con el 43,3% de los votos; y en Abando, con casi la mitad del total, el 49,77%. Esto es curioso. En el distrito más céntrico de la ciudad, uno de los feudos tradicionales del PP, la coalición de los conservadores con Ciudadanos sólo ha logrado cosechar el 17,8% de los sufragios, lo que parece dejar claro que aquí ha habido un claro trasvase de apoyos a la propuesta jeltzale. Es algo que ha ocurrido en el conjunto de Euskadi.
De fondo está el perfil socioeconómico de las distintas áreas urbanas. Hace unos meses el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó una herramienta en la que se revelaba la renta familiar media por zonas. En Bilbao hay dos extremos: la calle Txotena y alrededores, en Otxarkoaga, donde los ingresos por hogar se quedan en 14.243 euros al año; y el entorno del parque Doña Casilda, en el distrito de Abando, donde escalan hasta los 89.015. La diferencia entre una y otra en cuanto a compromiso político ha quedado más patente que nunca el domingo. Así, en la barriada más pobre, la participación se quedó rondando el 25%, y en secciones contiguas el liderazgo alterna: en una parte de la calle gana el PNV, y en otra PSE. Mientras, en la zona más rica de la ciudad fue a votar casi el 57% del censo, una proporción mucho más alta que la media de la ciudad y más que el promedio en el propio distrito. Aquí, los jeltzales ganan de calle, con más del 48% de los sufragios, y les siguen en resultados la coalición PP-Cs, con el 26,3%.
¿Y qué hay de Vox? La formación ultra ha logrado 3.425 votos en la capital vizcaína, una cifra considerable, pero muy por debajo de sus resultados de la última cita electoral, las generales de noviembre, cuando logró 5.598. No son datos comparables porque el comportamiento del electorado es muy diferente en ambas convocatorias. Sin embargo, sí se aprecia que la ultraderecha tiene una implantación bastante homogénea en los distintos distritos de Bilbao. En el conjunto de la ciudad suma el 2,62% de los apoyos y en casi todos los distritos tiene un peso que se sitúa entre el 2% y el 3%. Menos en dos. En Abando, con 889 votos, se lleva el 3,8% de los sufragios, la proporción más alta. En el otro extremo, Ibaiondo, donde la ultraderecha recaba 431 papeletas, sólo el 1,95% de las depositadas.
Lo de Podemos es una montaña rusa mareante. En las autonómicas de hace cuatro años, en 2016, aquello fue una revolución. La formación morada se situó como la segunda fuerza más votada de la ciudad, sólo por detrás del inalcanzable PNV. Cosechó entonces 23.500 sufragios, el 14,25% del total. Aquel mismo año, en las generales, su pujanza fue inusitada, ganando en cinco de los ocho distritos y recabando prácticamente los mismos apoyos que los jeltzales.
¿Qué queda de todo aquello? Bastante poco. De segunda fuerza ha pasado a quinta, superada por EH Bildu (que se ha llevado buena parte de sus votantes), PSE y PP-Cs. Y de aquellos 23.500 votos le quedan 11.599, es decir, menos de la mitad. En sólo cuatro años.
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