De las coladas incandescentes de arrabio que vomitaban los altos hornos al 'Metal.0', ese tránsito ineludible que ha cambiado las acerías y a quienes las habitan. Olvídese de aquellos obreros metalúrgicos que subían la cuesta de La Iberia bañados en sudor; ahora lo que ... se estilan son ingenieros y técnicos forjados en los programas de FP, ya sean electricistas, mecánicos, gruistas o ajustadores. Puede que el territorio ya no sea el imán que fue para la inmigración, pero los números hablan por sí mismos Según la Federación Vizcaína de Empresas del Metal, 900 empresas asociadas emplean a 35.000 personas. Un sector que genera 3.000 millones de valor añadido, destina 1.800 millones a salarios y otros 500 a cotizaciones. Heavy metal.
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Cruzamos la puerta de la planta de ArcelorMittal en Etxebarri y descubrimos un bosque de bobinas, de paneles de lucecitas y procesos monitorizados. Aquí no hay coladas. La materia prima es acero laminado en frío y decapado -'full hard'- que llega en tren desde Avilés. No trabajan para la construcción, los electrodomésticos ni la automoción; hacen algo en apariencia más pedestre: envases, que luego revisten de estaño para hacer hojalata o de cromo, protegiendo así el metal de la corrosión. Puede que una lata de espárragos tenga menos glamur que un BMW, pero en la pandemia fueron declarados estratégicos porque la gente comía más que nunca conservas. 350.000 toneladas salen de sus almacenes cada año.
Son 344 trabajadores y otros 70 ligados a contratas, que trabajan en turnos de 8 horas. En este escenario, la llegada de las elecciones autonómicas no deja indiferente a nadie. Y como sucede con la industria en general, los metalúrgicos vascos esperan que el nuevo Gobierno les dé alas y no se las quite.
Cristina Pereda (Balmaseda, 29 años) estudió para administrativa. Pero Lanbide sacó un cursillo industrial enfocado a mujeres y... Tres años más tarde, «no volvería a una oficina ni loca». Desde su cabina a 10 metros de altura maneja la grúa que desplaza las bobinas de acero, cada una del grosor de un caballo; 14.000 metros de plancha, afilada como navajas. Allí arriba, manejando el joystick, es la imagen de la fortaleza y el empoderamiento. Por eso no choca que su primera encomienda a quien salga de las urnas sea «que impulse la industria en Euskadi, porque este sector genera empleo y estabilidad para las familias». También que potencie la formación de las mujeres: «Aquí hay un hueco para ellas, pero lo desconocen».
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Sanidad, educación, bienestar... todo le interesa, todo es importante para que una sociedad funcione, y aunque lleva años votando lo mismo, confiesa que nunca toma la decisión «hasta el último momento y después de leerme los programas». ¿El cambio climático? «No tiene solución». ¿La independencia? «Es tiempo de romper fronteras, no de levantar otras nuevas». Y sigue mojándose: «La política es política, en todas partes cuecen habas. Pero si existe menos crispación que en Madrid es porque aquí hay dinero. Donde este falta hay más follones». Cree que PNV y Bildu van a estar muy próximos en votos, «pero los que van a gobernar son los jeltzales con el apoyo del PSE».
Jonatan Nozal tiene 33 años y es oficial de primera de mantenimiento eléctrico. El hombre que le susurra a las máquinas. Es tercera generación en el oficio y sabe de primera mano lo mucho que han cambiado las cosas: menos esfuerzo físico por obra y gracia de los avances tecnológicos, pero también menos gente, aunque la producción sea la misma. «Fuimos importantes y lo seguimos siendo, fíjate lo que ocurrió en la pandemia. ¿Qué hubiera sido de la sociedad sin conservas? La política le interesa, pero los nombres propios le patinan. «Sé que hay un candidato de mi pueblo -Pradales-, pero no recuerdo su nombre ni el de los demás. Salga quien salga espero que siga apostando por la industria. Por ella y por la vivienda», añade.
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«Hablamos de un sector extraordinariamente sensible a los cambios políticos», recuerda Aitziber Nograro, ingeniera técnico industrial y responsable de mantenimiento eléctrico en la planta de prerrecubiertos. «El precio de la energía puede condicionar que nuestra bobina acabada se mueva en márgenes de beneficios o que ni siquiera cubra costes. O que dentro del grupo se acuerde llevar una parte de la producción a Francia en lugar de a Avilés. Y eso por no hablar de las trabas administrativas, las subvenciones al sector... Es un combo».
Y no es una cuestión baladí, «porque si no cuidamos nuestra industria nos convertimos sólo en un país de servicios. Y no podemos permitírnoslo, hay que diversificar. Si nos limitamos a servir cañas al turista que viene, tenerle lista la cama o llevarle en coche, nos acabamos convirtiendo en la criada de España; en lugar de crear e innovar, que es lo que hacen en otras partes y tan bien les va», razona Aitziber. «Que se apueste por la industria significa defender lo nuestro, que la producción de fuera no se nos coma. A veces tienes la sensación de competir en desigualdad de condiciones ¿Por qué las emisiones de CO2 nos penalizan a nosotros tanto y a otros no?».
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A las órdenes de Aitziber trabajan 18 personas -las mujeres representan el 7% de la plantilla, pero ocupan el 54% de los puestos de mando-. Cuando se le pregunta por cuáles deberían ser las prioridades para el Gobierno que salga de las urnas el próximo 21, no alberga dudas. Sin empleo, todo va mal, dice, pero las políticas de natalidad deberían centrar los esfuerzos «y eso incluye educación, sanidad, vivienda... Llegará el día en que esta sociedad no sea sostenible y si no logramos invertir esa tendencia, tenemos un problema». ¿Cómo? «Atajando la inestabilidad económica, impulsando la emancipación, poniendo los medios para que formar una familia no suponga renunciar a las aspiraciones personales, al futuro laboral, al bienestar».
Aitziber defiende la necesidad de pactos y no ve nada reprobable en ocultar las cartas hasta que se conozcan los resultados y luego sumar con diferentes. Es más, lo contrario, le resulta «obsceno»; reivindica la negociación, sabedora de que a veces ceder es la única manera de avanzar, aunque sea a costa de dejarse pelos en la gatera. Y añade que «una de las razones de la crispación que preside el clima político tiene que ver con ese afán de ganar por goleada tan del bipartidismo, de estar conmigo o contra mí», que lleva a imponer con mayorías absolutas y a gobiernos estancados cuando estas faltan.
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Sergio García -26 años, ingeniero mecatrónico- cumplirá en septiembre un año en la empresa, donde está a cargo del taller de cilindros con el que laminan en frío, reduciendo el espesor de la banda de bobina. Siempre ha votado «lo mismo», aunque admite que no hace un seguimiento de los candidatos «muy concienzudo». Atribuye el desapego de la sociedad por la política a «la falta de resultados a corto plazo, que desmotiva».
Pero va más allá. «Tenemos un concepto frívolo de lo que nos jugamos cada cuatro años. Sales del colegio sin tener idea de política, sin otro criterio que repetir lo que oyes en casa. Un mundo de buenos y malos, sin grises intermedios». Cuando habla de lo que debe centrar la atención también barre para casa, y apunta que quien salga vencedor del envite debería «apostar por la innovación y financiar más los planes de desarrollo». También la formación, «porque a medio plazo va a haber muchas jubilaciones y tenemos que trabajar el banquillo».
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Por contra, si algo le sobra a Alberto Vez, 59 años, 37 de ellos en la planta de Etxebarri, es experiencia y, sobre todo, perspectiva. Su padre era contramaestre del departamento de hojalata y él es químico. Hubo un tiempo en que la fábrica era sinónimo de estallido social, de movimientos obreros, de enconadas protestas... Pero aquella industria era pública y esta no lo es y encima está globalizada -«Mi jefe está en Londres, figúrate»-. Ese clima, dice, se ha calmado y tampoco condiciona las amistades. «Aquí ya no discutimos de política; como mucho, me pongo burro con el Athletic».
Alberto no va a mítines, pero le interesan «las decisiones que toman nuestros representantes porque afectan a mi futuro y al de mi familia» y se informa por la prensa y los noticiarios. Le preocupa, «y mucho», que los políticos se fijen más en el corto que en el medio y largo plazo «por buscar réditos electorales». Tiene claro que la prioridad debería ser atraer centros industriales y potenciar las nuevas tecnologías. «No hay mayor fracaso para un gobierno que sus ciudadanos tengan que irse a otro país por la falta de oportunidades». Y confía en un nuevo ciclo, «con tanto candidato joven, adaptado a los nuevos tiempos; que no sea todo marketing».
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