Cómo se entiende que tarde poco más de 4 horas en ir a Barcelona desde Sevilla, pero necesite casi 12 en venir a Bilbao? ¿No éramos una comunidad tan potente, tan estratégica?». María Jesús Ruiz venía este martes desde Los Rosales, entre Sierra Morena y ... la capital hispalense, a Urduliz donde tiene casa, para ver la gabarra descender por la ría en olor de multitudes. Cómo iba a perdérselo, siendo hermana de Carlos Ruiz, el legendario delantero del Athletic. Lo hacía en el Alvia que salía de Madrid Chamartín a las 17.38 y que, finalmente, lo acabó haciendo con media hora de retraso. «Es un calvario», resopla, porque está jubilada y el lunes vuelve a bajar a la Feria de Abril. Vamos, que una puede tener el corazón partío.
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El TAV -o, mejor dicho, su ausencia- es el reproche recurrente entre los viajeros del Bilbao-Madrid (y viceversa). Hombres de negocios, estudiantes que retoman las clases, parejas de vacaciones, jubilados con nietos que visitar... Y no es de extrañar. Desde que el proyecto se puso sobre la mesa por primera vez, en un Consejo de Ministros celebrado en 1988 (la primera estimación era iniciar las obras en 1995 y acabarlas en 2002), han pasado la friolera de 36 años y el plan tiene el dudoso honor de ser el que más tiempo lleva en marcha. La fecha barajada ahora es inaugurarlo en 2027, con parada provisional en Basauri, aunque en Abando no se le espera -soterrado- hasta 2033. Cuando los nuevos convoyes echen a rodar el tramo Vitoria-Burgos no estará listo aún, lo que en la práctica convertirá la línea en un Cercanías de lujo. A estas alturas, llamarlo de 'alta velocidad' suena a broma de mal gusto.
Realmente, el reportaje ha empezado de madrugada en la estación de Abando, cuando la ciudad se está aún desperezando y el tren sobrevuela colas de coches atrapados en hora punta. Sendoa García y Gaby Méndez, de Galdakao, se van unos días de vacaciones a Madrid, ella embarazada de cuatro meses y sin saber todavía «si es niño o niña, porque viene de culo», dice. «No es de recibo que un transporte público tarde tanto en materializarse, que sea permanentemente objeto de mercadeo electoral». El tren, aclaran no obstante, no será su prioridad en las próximas elecciones autonómicas; lo serán las políticas sociales, la economía y, sobre todo ahora, la sanidad, «muy importante junto a las mejoras laborales para alcanzar niveles de bienestar».
A unos asientos de distancia, Sara Jiménez, auxiliar de enfermería en La Paz, vuelve de visitar a su marido, un cántabro que trabaja en Bilbao. «A mí el TAV me vendría de perlas, figúrate, viviendo como lo hago dos veces al mes». Y lo cierto es que no le pesa, «porque yo al norte vengo muy a gusto. Entiéndeme, soy de Madrid y eso me tira, pero la calidad de vida es otra, allí todo son prisas». En la fila 20, Sergio Sánchez dice no tener ninguna fe en el gobierno que salga de las urnas el día 21: «la ideología -dice- no da soluciones, las da el criterio moral». Tampoco le quita el sueño viajar más rápido, «porque yo de hecho si cojo el tren es para ir sin agobios ni prisas». Coincide, sin embargo, en que tanto retraso «debe obedecer a que es una baza política».
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Fernando Molinero (Bilbao, 82 años) es aparejador jubilado. Dice que él de los políticos espera poco, más allá de que no caigan en la corrupción, algo de lo que, desliza, «aquí estamos un poco más a salvo». Para este votante del PNV, la prioridad debería pasar por controlar el gasto público y establecer mayores controles en las ayudas, «que están muy bien, pero hay mucho fraude. Si lo sabré yo, que vengo de la construcción». En cuanto al TAV, le parece «curioso» que lo tengan Madrid, Sevilla, Valencia, Zaragoza... «Que no me hablen de la orografía. ¿Qué pasa, que cruzar Despeñaperros no costó dinero, o qué? No más excusas». El interventor que pasa a su lado asiente: «¿Antes pocos se planteaban una escapada a Vigo desde Madrid, cuando ahora puedes ir de fin de semana. ¡El beneficio que es eso!».
José Luis, profesor universitario, espera del próximo gobierno «continuidad, lo que no es malo, porque supone cierta estabilidad y no hacer política como en Madrid, al borde siempre de un ataque de nervios». Usa el tren dos veces al mes y considera «incomprensible» que el TAV no lleve años funcionando, «tratándose de una de las regiones más ricas de España y la cantidad de gente que mueve». Recuerda, sin embargo, que los sucesivos retrasos se deben a muchos factores, «primero a que el plan no ha sido objeto de un pacto de Estado, sino de un mercadeo constante; pero también a que ETA lo torpedeó durante años, con amenazas, bombas y una batería de mociones para retrasar los permisos. Y ahora, encima, lo queremos soterrado, cuando en Europa la mayoría de las soluciones son en superficie».
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A su lado, Luis trabaja con el ordenador desplegado. Es salmantino, pero lleva 10 años viviendo en Bilbao y Getxo. Se dedica al marketing y su rutina incluye «un viaje al mes o así». Le gusta el tren, pero los horarios y la falta de cobertura, le obligan a coger el bus. Se le ve tan volcado que no puede reprimir una sonrisa. «Si te digo la verdad, prefiero hacer el viaje en tres horas que en dos». No le da la vida.
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