Salvo algún desajuste de última hora con el recuento del voto exterior, si los resultados de PNV y PSE se mantienen, la mayoría absoluta por la mínima que van a reunir entre ambos lo salva todo, pero solo aparentemente. Magro consuelo si contemplamos el panorama ... que queda fuera. Porque lo que hay alrededor es el caos. Caos moral por un EH Bildu que ha impuesto una política de izquierdas sin condenar el terrorismo. Caos político por un PP que no levanta cabeza, que no ha sido capaz de absorber el voto a Vox y que no va a tener ningún papel en la legislatura. Y eso, para un partido que aspira a gobernar España, tener una comunidad como la vasca donde no pinta nada resulta demoledor. Y caos para la izquierda no nacionalista, que, en particular en el caso de Podemos, lo pierde todo. Este es el resultado de ser el único partido, aparte de los nacionalistas, siendo además de ámbito nacional español, que ha celebrado el Aberri Eguna.

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El resultado de EH Bildu supone que ya no podamos obviar el hecho de que tenemos un elefante en la habitación y que no podemos movernos sin sentir su presencia. Cómo hemos podido llegar a esto resulta dramático para nuestra sociedad. Y en particular para nuestra juventud, que ha votado en una proporción mayoritaria a una coalición que sigue sin condenar a ETA. Esa juventud desinformada -en el mejor de los supuestos, porque sería ya insoportable cualquier otra causa- sobre nuestro inmediato pasado y aun sobre toda nuestra historia contemporánea, debería leer la introducción con la que Alfonso Otazu, refiriéndose a esa pretendida singularidad vasca basada en mitologías, abría su clásico libro 'El igualitarismo vasco': «Todo da la sensación -aun para el profano con ciertas inquietudes- que estamos ante «historias» escritas para débiles mentales o cuanto menos para seres que han renunciado ya hace tiempo a la tarea de pensar de cuando en cuando».

Que EH Bildu no consiga finalmente ganar, es un triste consuelo. Aunque si hubiera ganado en escaños habría sido ya sangrante. En cualquier caso, una reflexión profunda como sociedad es necesaria. Y sobre todo una constatación. Que para cualquier solución posible, deberíamos estar ya totalmente seguros que de la política vasca no va a venir. Tiene que venir de fuera, del resto de España. La responsabilidad es toda ya de los partidos de ámbito estatal, que siguen sin emplear los recursos necesarios en la política vasca si quieren aspirar algún día a revertir esta situación. Y en particular del PP de Feijóo, que ante la alianza estratégica e histórica entre PNV y PSE, que se consolida ahora, tiene que articular un nuevo paradigma político de ámbito nacional, descartando por completo la equiparación del PP gallego al PNV. El galleguismo no es ni será como el nacionalismo vasco. El galleguismo, o sea aquí el vasquismo, es lo que hay que construir desde abajo en Euskadi.

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