Una novedad en una familia con abertzales... y hasta 'peperos'

Cuenta ella misma, mientras se mete entre pecho y espalda un desayuno de campeona en el Katazka de Durango, que proviene de una familia donde hay de todo, políticamente hablando: abertzales de todo signo, gente de diferentes izquierdas... «y también alguna persona del PP», añade. Dicen por ahí que ni siquiera han faltado los carlistas. Así que decidió añadir más variedad a la variedad y, cuando surgió Podemos, se decantó por esta opción novísima. «Hasta entonces no me había sentido representada, no tenía 'casa'», aclara. Eso fue hace nueve años y, aunque admite que a veces se ha preguntado, aunque fuese fugazmente y en sus contados días de mosqueo, por qué diablos empezó en política, el balance acaba siendo positivo. «Me siento cómoda y lo veo como una posibilidad de hacer cosas», indica Gorrotxategi.

Para ella, hacer cosas es importante. Poder cambiar las cosas. De hecho, dice que su primera «acción política» fue mucho antes de dedicarse a esto, cuando impulsó junto a otras madres del cole de sus hijos una iniciativa contra el desperdicio de comida en Durango, donde vive. Eso era cuando sus hijos -tiene dos chavales ya mayorcitos a los que adora («me caen bien, son unos tíos majos»)- eran unos enanos y ella, una jurista muy vinculada a la universidad que veía cosas que no le gustaban y quería cambiar... aunque no resultaba fácil sin entrar en política.

Sus amigas le animaron a asumir responsabilidades dentro de Podemos. Las de toda la vida -algunas son gente también comprometida-, las que hablan con ella de lo divino y de lo humano (vale, más de lo humano) mientras apuran un café y untan de miel y queso sus tostadas mañaneras.

Y en su heterogénea familia, también. «Me apoyaron, se sintieron orgullosos de mi paso y no les sorprendió», comenta algo pensativa. Bueno, es lógico. Ella es la mayor de cuatro hermanos y, desde niña, tuvo vocaciones que se salían de la norma. «Siempre decía que quería ser cantante y soltera, ja, ja, ja... Me parecía que era algo como de ser muy libre e ir por el mundo. Hasta tuve una época de querer ser misionera, porque me parecía muy de mujer empoderada ir sola a países lejanos. Es que estudié en un colegio de monjas...», desvela.

Al final ni hizo votos, ni se quedó soltera, ni se convirtió en cantante... al menos profesional, porque sí que afina bien y está en el coro Bogoroditsie. No al nivel de su hermano Andeka, uno de los mejores tenores vascos, pero sí como para defender un repertorio complicado con mucha solvencia. «En familia cantamos mucho. En 'petit comité' también lo he hecho. De pequeñitos, a mis hijos les cantaba todas las noches canciones en euskera que aprendí de los míos. Ahora son ya mayores y lo echo de menos... Es que creo que ser madre es lo que más me define», se confiesa.

Y también ser hija. Su aita ya ha fallecido y cita a su madre como un ejemplo a seguir. «Es proveedora de seguridad, emocionalmente muy fuerte. Y tiene frases que llevo conmigo como 'si no te cuidas tú, quién te va a cuidar', que ella me lo dice en euskera, claro», señala. Sus amigas reconocen en ella esa fortaleza de su ama y ese afán por cuidarse para poder cuidar. «Tiene genio Miren, ¿eh?, y mucha correa, le encanta hacer mil cosas y estar en forma», apuntan sus compañeras de desayuno. «Le gusta el jamón bueno, los productos buenos, de kilómetro cero... ¡Ella tiene sus tiendas favoritas!», desvela una señora que la ve de compras por el pueblo, escogiendo unos puerros con ojo experto.

En la zona donde vive la tienen muy fichada, pero la verdad es que están muy acostumbrados a los políticos: Iñigo Urkullu también vive por allí. «Y se le ve en el parque con los nietos, un tío majo parece», añade la espontánea, como para equilibrar elogios.

A Miren, antes de tirar para casa, le toca coger el pan (no uno cualquiera, uno rico), pero tarda porque se lía a hablar con el chico de la tienda. En el ámbito político también tiene ganas de interactuar con todos. «A nivel personal casi todos los compañeros tienen algo bueno y todos somos más normales de lo que la gente cree», dice mientras se pierde por las calles de Durango con sus reflexiones y la bolsa (reciclable) de la compra.