El pasado febrero, cuando el lehendakari convocó las elecciones para el 5 de abril, apenas se podía vislumbrar que la amenaza del Covid-19 golpearía a todo el mundo con la violencia con que lo ha hecho. La pandemia no solo retrasó los comicios más ... de tres meses, sino que ha provocado un colapso económico sin precedentes. También en Euskadi, donde el Gobierno que salga de las urnas tendrá que lidiar no ya con la desaceleración del crecimiento que arrastrábamos en los meses anteriores al 'crack', sino con la misión más ardua aún de resucitar la actividad.
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Crisis y encrucijada económica
Joseba Madariaga
Director de Estudios de Laboral Kutxa. Profesor de Deusto Business School
La economía global ha recibido un impacto sin precedentes con una crisis sanitaria tan inesperada como dañina. La forma de enfrentar la crisis adoptada por los gobiernos –confinamiento y paralización de la actividad– supone de facto un shock tanto de oferta como de demanda cuyas consecuencias son complicadas de evaluar por el momento.
La economía vasca no ha sido ajena a este relato y el primer trimestre de 2020 ha sufrido una caída del PIB en términos interanuales del 3,2%. Pero quizá resulte interesante pormenorizar algunos datos sectoriales. Posiblemente es el sector servicios el que ha sufrido con crudeza las consecuencias de la crisis. Algunas ramas de actividad como el comercio de productos no esenciales, la hostelería y el transporte en lo que respecta al de pasajeros y de mercancías no esenciales han vivido caídas de actividad espectaculares. Y el peso de todas ellas sobre el PIB ronda el 20% y sobre el empleo el 30%, lo que da una idea de la relevancia que tienen para nuestra economía. Y quizá tan negativas como la ausencia actividad son las perspectivas en esta nueva realidad en la que el distanciamiento social implica una barrera que dificulta el normal discurrir en dichos sectores.
Pero al margen del sector de servicios, el industrial también ha sufrido su parte. Ligado al contexto internacional, las caídas de producción en abril en ramas como material de transporte (-65% anual), caucho y plásticos (-56,7%), metalurgia (-47,9%), maquinaria y equipo (-35,4) y material y equipo eléctrico (-34,8%) son muy abultadas. Además, se puede establecer un claro nexo con las caídas de las exportaciones de las secciones arancelarias relacionadas con las mismas. Y seguramente la vuelta a la actividad también será complicada por depender del proceso de desescalada de otros países entre otras cuestiones. En este sentido, las empresas con largas cadenas de suministro tendrán dificultades y en algunos casos deberán reconstruirlas para evitar en el futuro las consecuencias de una crisis como la que estamos sufriendo. Porque además, el principal elemento que en estos momentos dificulta la toma de decisiones es la incertidumbre acerca de un posible rebrote de la pandemia a la vuelta del verano.
Los datos apuntados en los párrafos previos presentan un panorama complejo para la economía vasca que compartimos con otros ámbitos como España o la propia Eurozona. De hecho, las diferentes previsiones que van conociéndose auguran una corrección del PIB y del empleo más que llamativa. Por ello será necesario disponer de unas instituciones fuertes para transitar por este periodo en el que más que nunca el tejido empresarial requiere de apoyo, no solo para afrontar el complejo trance vivido, sino también para prepararse para el futuro. En este sentido son destacables las acciones emprendidas por las diferentes autoridades fiscales (europeas, españolas y de Euskadi) y el Banco Central Europeo para paliar las consecuencias de la crisis tanto para el empleo como para las empresas.
Finalmente, el Fondo de Recuperación Europeo impulsado por la Comisión ha sido una de las noticias más relevantes de este difícil periodo. Fundamentalmente porque a través del mismo va a ser posible canalizar importantes cantidades de fondos para proyectos de inversión con el objetivo de reestructurar el tejido productivo y otros relacionados con objetivos europeos como son la lucha contra el cambio climático o la digitalización. Todos estos fondos se unirán a la inversión del sector privado, que es de esperar que, una vez finalice la crisis sanitaria, cobrará impulso. Todo ello será una buena noticia para el maltrecho mercado laboral y el crecimiento potencial de la economía.
safa
Raúl Arza
Secretario general UGT-Euskadi
Esta crisis nos ha permitido comprobar las fragilidades de nuestra sociedad, de su mercado laboral –caracterizado por su alta temporalidad y su creciente parcialidad–, de su sistema sanitario, asistencial y de servicios sociales, que presumíamos el mejor del mundo hasta que llegó la pandemia. Nos dimos de bruces con la realidad como consecuencia de los recortes sufridos y las privatizaciones, basadas en ocasiones en la degradación de las condiciones laborales. En muchos casos solamente ha primado el coste económico, sin pensar a quién prestan sus servicios y sus repercusiones en nuestro sistema económico y productivo. Una de las consecuencias es la inexistencia de tejido productivo en sectores estratégicos, que han sido laminados por una competencia imparable y una deslocalización galopante. Así, el tejido industrial ha demostrado su incapacidad para atender ciertas necesidades básicas en materia sanitaria. Hemos constatado, también dolorosamente, que la apuesta por una economía basada principalmente en el sector servicios y que abandona la industria al 'libre mercado' y a una excesiva dependencia de grandes empresas que no tienen aquí sus centros de decisión, supone un lastre para construir una sociedad avanzada.
Hemos comprobado de nuevo que, frente a otros países en la misma situación, nuestra legislación laboral favorece la destrucción masiva de puestos de trabajo. Ni siquiera tienen que despedir, simplemente esperan a la finalización de contratos temporales. Esta situación nos obliga a reclamar la derogación urgente de los aspectos más lesivos de la reforma laboral y recuperar la causalidad en la contratación.
Quiero hacer especial mención a los profesionales de Osakidetza, ayuda a domicilio, personal de emergencias, transporte sanitario, residencias de mayores y limpieza de hospitales, comercio y distribución alimentaria, entre otros, a los que tantas veces hemos aplaudido. Exigimos para ellos buenas condiciones laborales, menor carga de trabajo y más medios humanos y económicos si queremos prestar unos cuidados de mayor calidad. Esta crisis también nos ha servido para darnos cuenta de lo fundamentales que son los servicios esenciales a los cuales pagamos míseros salarios y tienen precarias condiciones. Además están mayoritariamente prestados por mujeres.
No podemos olvidar los retos en Euskadi. La pandemia no ha hecho más que aflorar problemas estructurales ya existentes como la digitalización; la transición ecológica y el desarrollo sostenible sin coste social; la necesidad de más recursos con una reforma fiscal; la importancia de la formación y la cualificación de las personas trabajadoras; la regulación y el coste del suministro energético, que no debe poner en riesgo la competitividad de las empresas; la inversión en I+D+i para adelantarnos a los cambios que vienen; acabar con la brecha de género; el envejecimiento de nuestra sociedad; el cuidado de nuestros mayores, dependientes y con discapacidad; la urgente reforma de Lanbide para convertirlo en un verdadero servicio de empleo que oriente a personas y empresas y no en un mero gestor de ayudas; la necesaria mejora de nuestros servicios públicos, especialmente nuestro sistema sanitario, que necesita más recursos económicos, más personal y más medios materiales, o la lucha contra la desigualdad y la pobreza, haciendo necesaria la actualización de la RGI para hacerla más flexible y que llegue a más personas. Y acaba de nacer también la necesidad de regular el teletrabajo.
Todo ello para crear más y mejor empleo. El Gobierno vasco y el resto de las administraciones públicas tienen una oportunidad de demostrar con el ejemplo, reduciendo su alta temporalidad, que en muchos casos es insoportable. Para todos estos retos podrán contar con la UGT Euskadi. Desde el diálogo, el compromiso y la cooperación, ya que juntos afrontaremos mejor los cambios que nos vienen, sin dejar a nadie atrás.
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Más allá del post-Covid: I+D+i
Leire Bilbao
Directora general de Innobasque
No quiero restar importancia a las dificultades que van a marcar nuestro futuro más inmediato, pero la recuperación es solo el primer paso. Es solo el objetivo inmediato. La crisis, comparable con ninguna por su inmediatez y profundidad, tiene además un carácter global que ha puesto nuestros mercados de referencia en situaciones similares a la nuestra. Es decir, en todos van a luchar por reinventarse buscando oportunidades de negocio en nuevos o renovados ámbitos. También nosotros en Euskadi observamos dos grandes tendencias, la sostenibilidad y la transformación digital, que llevan implícitas oportunidades como la innovación en modelos de negocio, la economía circular y la salud, que están ya demostrando su potencial.
Mientras se cimenta la recuperación van a nacer nuevos espacios competitivos y alianzas estratégicas. Países y regiones que hoy son referencias mundiales en innovación tecnológica cederán su liderazgo a otros que darán un vuelco al mercado internacional tal y como hoy lo conocemos. Quizá fuera una tendencia inevitable, dado que las tecnologías que posibilitarán esos cambios ya están identificadas, pero la pandemia las ha acelerado. Por eso en este momento estamos obligados a definir el papel que queremos jugar en ese nuevo escenario. Y por eso, al plantearnos cómo saldremos de esta crisis no debemos intentar volver al punto en el que estábamos hace cuatro meses ni limitarnos a las medidas urgentes que sin duda la situación requiere. El futuro y la competitividad de nuestras empresas pasan por el diseño de estrategias que nos posicionen en esos nuevos juegos de intereses, formando un bloque de innovación en Europa que pueda colaborar a nivel global con países como China o EEUU.
Estamos obligados también a ser ambiciosos. Si queremos ser justos con el esfuerzo de quienes ya superaron otras reconversiones dramáticas y dieron prestigio internacional a nuestras empresas debemos aspirar a que ese papel sea verdaderamente relevante. Tenemos mucho a favor para lograrlo. Sabemos en qué ámbitos estratégicos debemos centrarnos para sacar más provecho de nuestros recursos económicos y nuestro talento y contamos con un sólido entramado de empresas, agentes de investigación, universidades y políticas públicas que apoyan la innovación.
Nos queda, sin embargo, incentivar y acelerar la cultura de la innovación en todas las pequeñas empresas; y aunque éste puede parecer el peor momento para pedirles un esfuerzo es ahora cuando hay que dar el paso. La tecnología y la innovación han dotado de mayor capacidad de reacción a las compañías que apostaron por llevar la innovación tanto a sus productos o servicios como a su propia gestión o a sus modelos de negocio. Trasladar esta certeza al amplio tejido de pymes y micropymes vascas y ayudarles a seleccionar las herramientas más adecuadas para cada proyecto ha de ser también un objetivo prioritario.
Todos estos planteamientos son ramificaciones de un mismo tronco: nuestro futuro va a depender de la inversión en I+D. Esta vez no podemos permitirnos ahondar la brecha que abrió la anterior crisis financiera, en la que las empresas vascas redujeron un 9% su inversión en I+D mientras las europeas, de media, la incrementaban en un 23,5%. A más crisis, más innovación. Necesitamos que las inversiones en I+D, especialmente en las grandes empresas, no vuelvan a sufrir el revés de la crisis anterior. Necesitamos que el porcentaje de pymes que hacen innovación no disminuya como en la crisis anterior, sino que crezca, y aproveche las oportunidades que traen la digitalización y la sostenibilidad. La inversión privada es fundamental para elevar la competitividad, el posicionamiento y el bienestar social de Euskadi.
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Malos tiempos para ser lehendakari
No son buenos tiempos para ser lehendakari. En general son malos tiempos para ocupar cualquier puesto de representación política. En unos casos, porque han incrementado su exposición pública ante problemas nuevos y graves de muy difícil gestión. En otros, por todo lo contrario, han desaparecido del mapa de la actualidad y a muchos se les cuestiona su utilidad real. Hay que tener mucho apego al poder o unas inclinaciones tremendas hacia el servicio público, con un inmenso sentido de la responsabilidad para ser de los primeros y presentarse a unas elecciones sabiendo que te espera por delante un rosario de sinsabores, una montaña de exigencias, un aluvión de críticas –hagas lo que hagas–, y muy pocas alegrías. Los segundos, los desaparecidos, solo necesitan disponer de un buen estómago en el que los jugos gástricos sean capaces de disolver esa espesa sensación de inoperancia. ¿Compensa todo ello? si observamos la larga lista de candidatos que piden nuestro voto es evidente que sí. Por eso, aquí va mi respeto y mi admiración por los primeros y mi deseo de que se analice el futuro de los segundos.
En el País Vasco nos llegan estas elecciones, ligeramente adelantadas, en un momento malo para la gestión sanitaria, dado que no acabamos de terminar con la enfermedad, al producirse los temidos rebrotes y serán muchos los votantes que recelen del ejercicio de un derecho que les obliga a entrar en locales cerrados que cobijan a mucha gente durante muchas horas. Y, si hay cierto temor a realizar esa simple función, que se cumple en cinco minutos, no digamos el que deben padecer aquellos que se pasarán todo el día encerrados en los centros de votación. Si, en las elecciones anteriores, eso de estar tanto tiempo sentado en una mesa era ya un deber aburrido, en estas es también causa de prevención. Ahora que hemos desarrollado una gran tendencia al aplauso social, deberíamos de dedicar uno a quienes cuidan de que nuestro voto llegue hasta el Parlamento.
Pero también es un mal momento en el campo de la economía. La pandemia ha dejado el panorama empresarial hecho un páramo yermo. Y, si en la vertiente sanitaria, el problema es que reaparecen los contagios, aquí lo es que la actividad se resiste a aparecer en su totalidad. Entramos en el confinamiento en marzo, cuando sufríamos una preocupante desaceleración, y nos hemos pasado tres meses con una atonía general, que en muchos sectores ha sido total.
Por esa razón las dos primeras obligaciones del nuevo Gobierno vasco serán controlar la pandemia, asegurando un buen funcionamiento del sistema mientras no aparezca su remedio definitivo, y empujar a la economía para que despierte de su actual pereza. Aquí se enfrenta a otra doble tarea. Tendrá que mantener las ayudas a las personas a quienes la enfermedad ha puesto en riesgo social y a las empresas que se han quedado sin demanda; una costosa tarea que deberá acometer sin dañar excesivamente el equilibrio de las cuentas públicas.
En el País Vasco estamos en una mala situación, en términos absolutos, pero en una mucho mejor en comparativos. Todos los gobiernos han sido cautelosos con los déficits, lo que ha permitido una buena evolución de la deuda y eso nos da fuelle para gastar ahora, cuando resulta imprescindible. Por otra parte, nuestra economía está menos expuesta a los rigores de la crisis, con un mayor peso de la industria y uno menor de los sectores ligados al turismo. Aunque, no deberíamos olvidarnos, de que también estos cuentan y mucho.
En cualquier caso, no podemos ser complacientes, ni olvidar el problema del ámbito de actuación. La crisis es global y nosotros somos pequeños, en muchos ámbitos, demasiado pequeños. Por eso debemos centrarnos en hacer bien lo que está en nuestra mano y no empeñarnos en hacer lo que somos incapaces de hacer.
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