Este pueblo es todo un filón estadístico. Lagrán, en plena Montaña Alavesa, es el municipio más envejecido de Euskadi (casi el 40% de sus 185 vecinos tiene más de 65 años) y, a la vez, es el que tiene más restaurantes con respecto a su ... población, con dos negocios que ponen mesa y mantel a los 45,6 kilómetros cuadrados que abarca su término. Sin embargo, el pasado año estuvo a punto de perder este título. Los dos locales cerraron y su Ayuntamiento se las vio y se las deseó para encontrar relevo. Por fortuna, llegaron Jon y Noelia y, más tarde, el pequeño Hodei. Esta joven familia ha sido decisiva para devolverle la esperanza a la diminuta localidad alavesa.
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Un bar de pueblo es mucho más que un simple sitio al que ir a echar el café. Es centro social, punto de encuentro, oficina de turismo y, a ratos, hasta consulta del psicólogo. Los alcaldes saben muy bien que mantener una barra abierta es fundamental para evitar la muerte de un municipio pequeño. De ahí que en Lagrán, a escasos 40 minutos de coche de Vitoria y una de las zonas demográficamente más deprimidas de Euskadi, decidieran lanzar una oferta muy atractiva para evitar el cierre del restaurante, de propiedad municipal. Por una renta de 2.000 euros al año ofrecían la gestión del local, un modernísimo espacio completamente equipado y con unas vistas apabullantes a la montaña. Una ganga. Pero eso no era lo más atractivo: el restaurante iba en 'pack' junto a «la mejor casa del pueblo», por la que se pedían otros 2.000 euros anuales.
El mismo día que este periódico publicó tan atractiva oferta, los teléfonos del Ayuntamiento de la localidad montaraz empezaron a echar humo. Hubo cientos de interesados. Al final, Jon Estívariz y Noelia Azkunaga lograron hacerse con él. Estaban exultantes. La imagen de la pareja recordaba de algún modo a la de aquellos jóvenes agraciados en esos sorteos de las VPO de comienzos de la década. También ellos sintieron que, en cierto modo, les había tocado el Gordo.
«La verdad es que no conocíamos muy bien el pueblo hasta venir aquí», concede la pareja. «Vivíamos en Vitoria, íbamos a ser aitas y los alquileres se habían puesto imposibles», destacan tras la barra de su negocio, La Traviesa. En efecto, los precios de la vivienda en la capital vasca han experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años. El metro cuadrado ronda los 11 euros, cuatro más que hace una década y resulta prácticamente imposible encontrar un piso por menos de 800 euros.
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Noelia y Jon, ambos con mucha experiencia en hostelería, encontraron en Lagrán mucho más que trabajo estable y un hogar a precio de saldo. «Es verdad que aquí hay cuatro gatos, pero se hace mucha vida en común, se organizan quedadas para juntarnos todos los del pueblo y en el polideportivo hay un montón de actividades. Vamos a yoga, a aprender a hacer 'patchwork'... en la ciudad sería imposible tener tanto tiempo libre», cuenta ella mientras su bebé duerme a pierna suelta en el carrito.
Hodei es el más joven de un pueblo en el que, cuando crezca, no tendrá que hacer cola para jugar en esos columpios impolutos de tan poco usados y en el que la haurreskola y el pediatra se encuentra en Campezo, a 27 kilómetros. Sin embargo, Lagrán cuenta con un flamante centro de día que es la envidia de la provincia y que permite a sus mayores encarar la recta final de sus vidas muy bien cuidados y sin salir de su hogar.
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«Tenemos muy buenos servicios, lo único que nos falta es quizá algo de comercio (aquí no hay ni un colmado) y mejores horarios de autobús, pero hemos encontrado tranquilidad y podemos trabajar para vivir y no vivir para trabajar», razona Jon mientras la pareja disfruta de una caña en la terraza del otro bar del pueblo.
«Que vinieran a vivir al pueblo y, además con un crío, ha sido una gran suerte», destaca Urtzi Gaintzarain, el regidor, de EH Bildu, convencido de que iniciativas como mantener el restaurante abierto logra «fijar población».
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