Para Chantal Mouffe, el consenso en democracia es una ilusión, porque el fin de la democracia no es poner a todo el mundo de acuerdo, sino ofrecer un espacio donde proyectos que aspiren a ser hegemónicos se puedan confrontar sin aniquilarse los unos a los ... otros. Se aparta, así, del concepto que de lo político tenía Carl Schmitt, para quien «la distinción política específica, aquella a la que pueden reconducirse todas las acciones y motivos políticos, es la distinción de amigo y enemigo». Sin llegar hasta ese extremo y, precisamente para huir de él, Mouffe insiste en que es necesario que existan proyectos «realmente» diferentes, lamentando la tendencia a la homogeneización política del momentum neoliberal.
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Estas elecciones al Parlamento vasco nos ofrecen una pugna cerrada entre dos formas de entender el país, de gobernarlo, pero también entre dos tradiciones políticas muy diferentes. El historiador Gerard Noiriel nos explica, en su 'Invención del pueblo soberano', el surgimiento de las dos concepciones de la democracia que encontramos, también hoy y aquí, de forma evolucionada: la girondina, partisana de la democracia representativa, y la jacobina, defensora de la democracia directa. (Sabemos que aquello tuvo un final schmittiano, de ahí lo de evolucionada).
Como síntesis, diremos que la democracia vasca hoy es más avanzada que ayer, porque ha incorporado una competición política real, entre alternativas realizables y diferentes, sin precipitarse por el estrecho esquema de 'amigo/enemigo'. Esta es la perspectiva que no se debe perder: la normalización política, a la espera de una plenitud democrática (sin límites al soberano, el pueblo vasco), era esto.
Y preocupado, tal vez, por el excesivo parecido que se empezaba a percibir entre los dos principales candidatos, Pradales ha dado un giro macronista a su campaña. Introduciendo elementos muy ideológicos del repertorio liberal-conservador, algo que no estamos tan acostumbrados a ver en el PNV, ha concretado su idea del bienestar y su visión de la seguridad. Su partido debe levantar una campaña complicada, y pronosticamos que este empeño en la diferenciación solo podrá intensificarse durante la decisiva última semana. Pradales sabe que gobernará: lo que no sabe aún es con qué debilidad o con qué fuerza lo hará.
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Arnaldo Otegi, por su parte, ha desarrollado un sentido del tiempo político que no admite prisas, pero tampoco pausas. Por eso, Otxandiano es una apuesta de fondo. Le veremos hacer cosas que hasta ahora no se habían visto hacer, y no esperará a ser lehendakari para hacerlas. Cuando las haga, no debemos interpretarlas como búsquedas de consensos ilusorios o autoenmiendas. Afortunadamente, ni EH Bildu es el PNV, ni el PNV es EH Bildu, ni ninguno de los dos considera al otro enemigo suyo.
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