
Gana el Athletic, ¿gana el PNV?
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La simbiosis emocional de los jeltzales con el club y la hipótesis de que el triunfo copero les propulse en Bizkaia sobrevuelan la campañaSe dice de la afición del Athletic que es la más transversal. La campaña electoral, que dejará virtualmente de existir en Bizkaia como mínimo hasta ... que vaya remitiendo la resaca de la gabarra del jueves, pone de manifiesto que el amor por los colores no entiende de siglas..., sobre todo si los candidatos entienden que pueden sacar provecho de la catarsis colectiva que supone la histórica victoria copera. A fin de cuentas, la política es emoción y las urnas, el reflejo de un estado de ánimo.
En una campaña hasta ahora más bien gélida, resultó elocuente no solo la exhibición de apoyo al equipo de todos los candidatos sin excepción, sino también el intento de algunos de los aspirantes de cultivar sin rubor la identificación de su marca con la del club, con sus valores. Escuchemos a Pello Otxandiano («Fue una victoria con sabor popular y EH Bildu también representa un proyecto político con sabor popular»), que presumió de vizcainismo en Amurrio pese a presentarse por Álava. O a Javier de Andrés, que también desde territorio alavés, opinó que si Ibaigane fichase jugadores no por sus cualidades futbolísticas sino por su perfil lingüístico el Athletic no hubiese alzado el trofeo en La Cartuja. O si jugase en una Liga vasca y no en la española. Si uno se esfuerza, hasta el programa electoral, en este caso el del PP, puede encajar con la filosofía rojiblanca.
En Araia (no hay duda de que este fin de semana tocaba echar el resto en territorio alavés para evitar agravios), Pradales, que es hincha pero no socio y vio el partido con su cuadrilla en la pantalla gigante de Portugalete, fue mucho más discreto y menos efusivo y puso el acento, curiosamente, en la «igualdad de oportunidades» entre territorios. Ya hemos glosado lo reñido de la batalla alavesa y su carácter decisivo; la cuestión ahora es dilucidar si el PNV evita alardes athleticzales (Andoni Ortuzar viajó a Sevilla pero sólo concedió entrevistas a medios de ámbito vizcaíno) para no encrespar a alaveses y guipuzcoanos y para no abonar la 'apropiación cultural' que muchos le achacan respecto del Athletic o si mantiene ese perfil bajo también porque está convencido de la euforia disparada engordará sus resultados en el territorio sin tener que hacer nada. A lo bajini, como los Williams.
Caben pocas dudas de que ese pensamiento ha cruzado por la mente de la cúpula jeltzale ya desde que, recién convocadas las elecciones, el Athletic selló su paso a la final de Sevilla. En el EBB como mucho admiten que la hazaña puede estimular la participación, que les beneficiaría, y apuntan que la percepción es más «de los partidos de la competencia» que propia. No obstante, a nadie se le escapa que se hacen cuentas sobre si el triunfo rojiblanco puede suponer uno o dos escaños extra para el PNV en Bizkaia.
¿Para el PNV? ¿Por qué? No es tanto por aquello que decía José Luis Bilbao de que lo más grande es ser del Athletic, del PNV y de la Virgen de Begoña. No es tanto porque el electorado identifique al Athletic con el PNV, aunque desde siempre se haya dejado sentir su impronta sobre todo cuando se convocan elecciones a la presidencia. Tiene más que ver con un mecanismo psicológico, estudiado por sociólogos y politólogos, que conecta los triunfos deportivos con el comportamiento de los votantes.
Algunos de esos estudios sugieren que la victoria del equipo local favorece a las fuerzas que en ese momento gobiernan con más de punto y medio extra. Cuando los 'tories' ganaron por sorpresa en 1970 al laborismo gobernante después de que Alemania batiera por sorpresa a Inglaterra en los cuartos de final del Mundial, se especuló sobre si había sido culpa del fútbol. Otros investigadores, que han analizado hasta qué punto es racional el voto y si puede verse afectado por fenómenos aleatorios como catástrofes naturales, no han encontrado pruebas concluyentes de que así sea. Cosa distinta es que la gente feliz sea menos propensa a castigar a nadie con su papeleta.
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