La noche electoral empezó el lunes pasado con las ultimas encuestas. La sensación de que EH Bildu pudiese dar el sorpasso al PNV colocó todos los focos en una campaña electoral que no terminaba de coger el tono. La mera sensación de imaginarse a Pello ... Otxandiano anunciando que EH Bildu ganaba las elecciones colocaba a Euskadi ante un escenario desconocido. Aunque la gobernabilidad estuviese clara, el cambio podía ser más profundo de lo que muchos querían creer. EH Bildu parecía tocar el cielo con las manos y tenía que empezar a gestionar la posibilidad de ganar las elecciones en los dos ámbitos en disputa: el número de votos y el número de escaños.
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Si echamos la vista atrás, las elecciones de ayer comenzaron con los resultados de la noche electoral del 28M. Unos resultados que colocaron al PNV ante un escenario desconocido. Un shock de una magnitud que ni las encuestas fueron capaces de anticipar. Un correctivo de sus votantes ante un partido que parecía haber agotado una manera de gobernar y de entender el país. El correctivo fue de tal magnitud que, viendo los resultados de ayer, parece que sus propios votantes han decido recular y conservar su bien más preciado, la estabilidad.
EH Bildu atravesaba una campaña de manera plácida, al ritmo sostenido que marcaba su crecimiento. Una campaña falta de emociones, al tran tran. Cuando todo era favorable para ellos, cuando la ola no parecía bajar, perdieron el control del entorno. En una sociedad que cada vez concentra su atención en periodos de tiempo más cortos, parecía evidente que la última semana de la campaña iba a ser decisiva. No errar en ese momento era condición indispensable para no sufrir el síndrome de la expectativas. EH Bildu es la fuerza política que más crece, sí, ha conseguido disputarle la hegemonía al PNV, sí, pero cuando uno sueña con inaugurar un nuevo ciclo político, este resultado sabe a poco. Más con una izquierda confederal prácticamente desaparecida, que le deja sin alianzas más allá de las que pueda tejer con el PSE-EE.
Y es el PSE quien ha cumplido las expectativas con más margen de lo que le anticipaban las encuestas. Consigue retener parte del voto que conquistó en las elecciones del 23J y se coloca en una posición de privilegio para negociar la gobernabilidad con el PNV y para mover al Gobierno hacia políticas más progresistas. Como decía su líder, Eneko Andueza, será quien decida (aunque ya hubiese decidido). Hoy se inicia una nueva legislatura, en la que PNV y PSE revalidaran el acuerdo de gobierno, Imanol Pradales será el nuevo lehendakari de un Ejecutivo que tendrá que girar más hacia la izquierda. El PP solo mejora un parlamentario y VOX seguirá siendo la sombra que no consigue anular. La izquierda confederal entra en un escenario desconocido: lo que fue y ya no queda.
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