En el inminente escenario de las elecciones al Parlamento vasco los debates electorales se multiplican como punto de encuentro entre los partidos políticos. A los dos celebrados en TVE y en EiTB se suman debates específicos o sectoriales sobre temas concretos. Los debates electorales se ... convierten así en espacios donde confrontar modelos y observar diferencias; espacios donde hacer propuestas y diseñar futuros posibles.
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A los debates donde participan los candidatos y candidatas a lehendakari se le suman los que hay con cabezas de cartel de los diferentes territorios y con segundas espadas especialistas en temas sectoriales. Debates en los que los partidos coinciden en diagnósticos y difieren en las propuestas. Debates donde, pese a las diferencias, se confronta poco, muy poco.
Acostumbrados a la polarización y a la confrontación permanente, vivimos una campaña con falta de pulsión, dicen algunos. Una campaña, donde solo hay dos partidos que confrontan, pero en un espacio vacío porque dos no pelean si uno no quiere.
El PNV busca el cuerpo a cuerpo con EH Bildu intentando romper la ola ascendente que surfea. Intenta desgastar su credibilidad recordando su pasado como gestor en Gipuzkoa. Busca así, frenar la posible fuga de votantes que se observa hacia la fuerza abertzale y anular la tentación de un votante indeciso y desencantado que empieza a ver a EH Bildu como una verdadera opción de voto.
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El PP, por su parte, busca el desgaste del PNV, intentando atraer al votante conservador, ahondando en la percepción de que Euskadi ya no es lo que era y que ha perdido dinamismo. Un votante conservador (conservadora), que no entiende las alianzas de los jeltzales con el bloque plurinacional de Pedro Sánchez y que puede mirar a los populares como una opción real de voto. Sus alianzas con la ultraderecha es el envite que se permite el partido de Imanol Pradales.
El PSE, sin un enemigo claro, navega por la campaña envuelto en una doble fidelidad que le impide crecer. La disolución del espacio de Podemos debería ser una oportunidad para los socialistas de incrementar su base electoral, pero eso no sucede. Su fidelidad inquebrantable al PNV, impide que aquellos votantes progresistas que buscan un cambio, le puedan dar su voto: si de cambio se trata, el PSE-EE no parece ser la opción. Por otro lado, la fidelidad a sus votantes más veteranos, aquellos que guardan viva la memoria y a quienes todavía les cuesta pasar página, les impide dar el paso de un posible gobierno de izquierdas, el paso que cambiaría el rumbo político de Euskadi. De momento, esa doble fidelidad es la que garantiza la gobernabilidad al PNV. Y son razones tan validas como otras. Son todas ellas, estrategias de campaña.
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