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Irene Montero es la antítesis de lo que se considera 'mujer de político'. Lejos de quedarse a la sombra de su pareja, Pablo Iglesias, el líder de Podemos; ella brilla con luz propia y, de hecho, tiene un papel esencial dentro de la formación morada. ... En 2016 irrumpió en el Congreso como diputada, siempre respaldada por su gran amigo Rafa Mayoral, y se convirtió en la mujer más joven en ocupar el puesto de portavoz parlamentario. Está acostumbrada a dar la cara, antes lo hizo en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.
Tiene 31 años y da la impresión de que esta mujer, que firma siempre en mayúsculas, vive deprisa. Es rápida en general, algo que se ve cuando tiene que responder al resto de políticos en la Cámara Baja o cuando se enfrenta a las preguntas de los periodistas. Con solo 16 años se significó políticamente al afiliarse a las Juventudes Comunistas. En su círculo no sonó raro. Es hija de una famila obrera: su padre, Clemente, fue empleado de mudanzas; y su madre, Adoración, es educadora, un camino que después ha seguido la hija.
Fue a un colegio concertado también moderno: el Siglo XXI. Se creó como cooperativa y defendía una educación progresista inspirada en el modelo Freinet, un profesor francés que daba las clases dando paseos, como en la película 'El club de los poetas muertos'. «Me enseñó a tomar decisiones de manera consensuada y a vivir con pasión», ha dicho del centro. Hoy día todavía conserva muchos amigos de los que hizo en el patio.
Cuando el curso acababa y llegaban los largos días del verano, Irene iba con sus pueblos a Ávila, al pueblo del que es originaria la familia, Tormellas. De allí guarda muchos y buenos recuerdos, lo confiesa en sus redes sociales. Y allí fue donde aprendió a nadar.
Sin embargo, el lugar donde se crió fue el madrileño barrio de Moratalaz, aunque la familia vivió en otras zonas antes de instalarse definitivamente. Y allí ha mantenido su residencia hasta hace poco, cuando compró junto a Iglesias un polémico chalet en Galapagar, un municipio cercano a la capital y que está entre los cien de más de mil habitantes con mayor renta per cápita de España, en concreto, 32.248 euros por vecino, según los últimos datos publicados.
Esta mudanza ha sido muy comentada, sobre todo, por las características de la propiedad. La casa tiene tres dormitorios, el principal, con vestidor y baño. La cocina está abierta al salón, que dispone de dos ambientes: el de la chimenea y el del comedor. Además, hay otra vivienda de 48 metros cuadrados para los invitados. Todo ello está en una finca enorme, de 2.000 metros cuadrados, en los que hay construida una piscina exterior de piedra.
El precio que han pagado Iglesias y Montero por todo ello ha sido nada menos que 600.000 euros, una cifra que no puede asumir todo el mundo. De hecho, se les ha criticado mucho ya que este inmueble dista mucho de lo que ellos defienden como formación. A Montero se le ha planteado si su generación podría permitirse lo que ella se ha comprado con Pablo. Y no es para menos. Al final, concluyen que la clave es que la política les ha enriquecido y les ha hecho alejarse de la realidad de la que tanto han hecho gala antes. Vamos, que se han convertido en la 'casta' que tanto detestaban cuando irrumpieron en el panorama nacional.
La vida antes de Podemos de Montero pasaba por ser la de una estudiante brillante con un imponente futuro por delante. Se formó como psicóloga en la Universidad Autónoma de Madrid -todavía guarda los apuntes, ordenados en carpetas, como buena empollona- y luego hizo un máster en Psicología de la Educación. Durante el doctorado, también en la Autonóma, obtuvo una beca de Formación de Profesorado Universitario y a punto estuvo de ir a Harvard, pero renunció por su carrera en la Cámara Baja.
Le gusta viajar y siempre que puede recuerda sus dos estancias en Chile. Cada una de ella duró varios meses: la primera fue como estudiante, la segunda ya no. Allí aprendió mucho, tal y como ella misma ha confesado. Y reforzó su independencia, la que le ha permitido convertirse en una profesional y política fuerte y segura. En el plano personal, dice que allí le enseñaron a hacer lentejas, una receta con la que conquista a sus amigos, pero de la que no ha contado más detalles jamás, como buena cocinera.
Los que la conocen aseguran que no se lanza al vacío sin red. Pese a que se la ve bastante impetuosa, es de esas personas que piensa muy bien dónde poner el pie antes de dar el paso. Ella misma lo ha explicado alguna vez: «Ante la duda, prudencia. Me gusta volar, pero... digamos que me gusta arriesgar con garantías».
Conoció a Pablo Iglesias cuando ejercía como portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca en Madrid. Participaba asiduamente en La Tuerka, el programa de televisión que montaron Juan Carlos Monedero y el propio Iglesias. Aunque su relación amorosa no arrancó ahí. Entonces, él salía con la diputada autonómica por Izquierda Unida Tania Sánchez. Su noviazgo fue muy mediático, como su ruptura, y ello ha marcado la discreción con la que luego ha llevado su relación con Montero.
Incluso ahora intentan mantener los dos planos separados, y eso que ya han formado una familia que va para numerosa. En julio, Irene dio a luz a los gemelos Leo y Manuel. Fue un experiencia dura porque nacieron de forma prematura, no llegaban a los seis meses de gestación. Ello provocó que ambos se retiraran un tiempo de la política para dedicarse a los niños, que estuvieron muchas semanas ingresados.
Consiguieron salir adelante pese a que su estado era muy grave. Y a día de hoy, Montero, que es hija única y bastante «cabezota», asegura que están muy bien. Tanto que se han lanzado a tener un tercer vástago. En este caso, se trata de una niña que nacería al final del verano. «Yo ahora tengo tres poderosas razones para querer cambiar la sociedad y para pelear cambios que son urgentes», ha dicho. Y es que Irene nació para dar guerra.
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