Los candidatos alaveses pelean al límite por el último escaño

Las encuestas señalan un escenario abierto. La publicada por este periódico el domingo, por ejemplo, aventuraba una pelea al límite entre Elkarrekin Podemos y EH Bildu por esa última acta. Otros sondeos vuelven a dejar sin asiento al PP. Todo se mueve en décimas y es probable que no se decida hasta el final. Así que los cabezas de lista batallan por arañar los votos decisivos. Lo demostraron Mikel Legarda (PNV), Isabel Celaá (PSE), Juantxo López de Uralde (Elkarrekin Podemos), el propio Ruiz de Pinedo y Mari Mar Blanco (PP), en un encuentro moderado por las periodistas Olatz Barriuso y Marta Madruga.

La representante popular era la gran novedad del debate después de que Maroto fuese nombrado senador por Castilla y León. Y fue con la lección aprendida. Evitó el cara a cara con el representante de EH Bildu -algo que influyó en el 'sorpasso' de Ruiz Pinedo sobre Maroto el 28-A- y se presentó como la única «alternativa» real a Sánchez.

Blanco buscaba sobre todo atraer a los votantes que hace siete meses apoyaron a Ciudadanos y Vox. Entre las dos formaciones sumaron más de 12.000 papeletas, que el PP considera vitales para asegurarse el escaño en Álava. Movilizar al electorado de centro derecha alrededor de una sola candidatura que pueda sacar a Sánchez de La Moncloa. «En Álava si dividimos el voto Sánchez se queda y Bildu, gana».

Blanco buscó el cara a cara con Celaá. Acusó al presidente en funciones del bloqueo político, de ser «incapaz de mantener el orden en Cataluña», de crear más parados, de no atender las inversiones que necesita Álava... La candidata del PSE intentó desmontar todas las acusaciones y también apeló a la utilidad. «Votar a la derecha es votar a Vox», afirmó. Y por eso llamó a «concentrar» a los progresistas alrededor de los socialistas. Una apelación clara a los que apoyaron en abril a Elkarrekin Podemos.

Si Blanco se presentó como el único remedio contra Sánchez, Ruiz de Pinedo buscó hasta la extenuación el enfrentamiento con la representante del PP. Durante los últimos meses, la coalición soberanista ha insistido en que gracias a su discurso «la derecha» se quedó sin representación en el Congreso. Y de cara al 10-N Ruiz de Pinedo quiso repetir una escena similar. Mostrarse como el antagonista de Blanco.

Hasta en cuatro ocasiones le preguntó a la representante popular si tras las elecciones del domingo su partido pactará con Vox. Blanco le obvió. «Son ustedes los que le dan mayor protagonismo» a la formación de Santiago Abascal, se limitó a señalar la candidata del PP. Solo al final añadió: «Hablaremos con todas las fuerzas constitucionalistas».

López de Uralde, por su parte, también tenía claro dónde centrar su estrategia. Frente al posible «desencanto» que se haya podido instalar en la sociedad ante la repetición electoral, el candidato de Elkarrekin Podemos cargó la responsabilidad sobre los hombros de Sánchez. «No quiso formar una coalición porque hay poderes económicos que no quieren a Unidas Podemos en el gobierno», afirmó Uralde, quien en todo caso aseguró que «nuestra mano sigue tendida». «Hay un riesgo real de que el PSOE haga algún tipo de acuerdo con el PP», advirtió para movilizar al electorado de izquierdas. Para evitar esa hipotética alianza transversal presentó a su formación como la única garantía de que el PSOE defenderá políticas progresistas.

El resto de candidatos también se esforzaron en evitar que el cansancio del electorado se transforme en un aumento de la abstención. «Un rollo es cobrar una pensión mínima todos los meses. Si ir a votar son diez minutos», proclamó Ruiz de Pinedo, quien aseguró que «estamos a un puñado de votos» de evitar que la «triple derecha» esté en el Congreso.

«No hay motivos para que se queden en casa», apuntó Legarda. El representante del PNV fue, quizás, el que tuvo un debate más cómodo. Por varios motivos. Las encuestas señalan que no tendrá problemas en revalidar el acta lograda en abril. A eso hay que sumar que los ataques del resto de candidatos fueron mínimos. Solo Blanco le acusó en varias ocasiones de apoyar la, en su opinión, mala gestión de los socialistas. Legarda prácticamente ni se inmutó. Fue a lo suyo, a dibujar al PNV como el único partido con responsabilidad y con capacidad para defender los asuntos vascos en el panorama político español. «Hay que combatir la política espectáculo», afirmó el diputado jeltzale, quien apuntó una frase que puede marcar la política del PNV en los próximos meses: «No se puede desligar investidura y gobernabilidad».

Se habló de Álava, del vino, de Foronda y de la automoción. Fue cuando López de Uralde marcó más perfil propio. Alertó de que el mayor riesgo para la denominación es el cambio climático, rechazó ayudas públicas para «fomentar vuelos» y abogó por fomentar el coche eléctrico en un territorio donde se fabrica un importante número de vehículos diésel.