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Los resultados del 26-M, que deberán cristalizar en la constitución de los ayuntamientos el próximo 15 de junio, y la cercanía de la sesión de investidura de Pedro Sánchez, prevista para finales de ese mes, han revuelto el patio político y sembrado de incógnitas ... las siempre delicadas negociaciones para dar forma a las futuras instituciones. En Euskadi, el panorama está mucho más despejado porque tanto el PNV como el PSE, socios hasta ahora en diputaciones y ayuntamientos, han rentabilizado su alianza y se mantienen al alza. Nadie se atreve a pronosticar otra cosa que no sea la reedición del pacto global para conformar los Ejecutivos forales y locales que ya suscribieron en 2015 por la «estabilidad» que garantiza al conjunto del país pero, aun así, a la espera de que ambas direcciones den luz verde oficialmente a la negociación la próxima semana, hay dos focos de incertidumbre que el PNV vinculó ayer a la renovación del acuerdo: Madrid y Navarra.
Dos burukides del EBB -uno muy próximo al ' núcleo duro' de Andoni Ortuzar, Koldo Mediavilla, y el otro representante del 'contrapoder' guipuzcoano, Joseba Egibar- avisaron de que la negociación con los socialistas no podrá «abstraerse» de las negociaciones para investir al futuro presidente -o presidenta- de la comunidad foral ni de las conversaciones que previsiblemente desemboquen en la reelección de Sánchez al frente de La Moncloa. El más explícito fue el presidente del GBB, que recalcó que las decisiones que adopte el PSOE en esos dos «vértices» condicionarán el tercero, el vasco. Y avisó: «Si no hay acuerdo en Madrid y si, por ejemplo, el PSN se alinea en Navarra con la derecha, ¿de qué diantres vamos a hablar con los socialistas en la comunidad autónoma vasca?».
Distintas fuentes consultadas en el PNV relativizan el alcance de la advertencia, entre otras cosas porque no existe una alternativa clara a una fórmula que garantiza la mayoría absoluta en cinco de las seis principales instituciones y se queda a un edil de la cifra mágica en Vitoria, máxime de cara a las elecciones autonómicas que se celebrarán como tarde en otoño de 2020. «¿Con quién pactaríamos en Gipuzkoa entonces? ¿Con Bildu?», se preguntan. El propio Mediavilla habló en público de pacto «fructífero» que aporta «certidumbre». Los jeltzales auguran, de hecho, «pocos» sobresaltos en una negociación a la que se hincará el diente a partir del lunes, aunque las ejecutivas territoriales analizan ya los pros y los contras caso por caso. El PSE, por su parte, se hace valer e incluso amaga con la posibilidad de quedarse en la oposición, por ejemplo, en Bilbao y en las Juntas vizcaínas, donde el PNV se ha quedado a solo un escaño de la mayoría absoluta y podría intentar renegociar a la baja la representación socialista. «No es lo mismo gobernar con nosotros que sin nosotros», advierten. Es más, tras escuchar a Egibar, fuentes de la ejecutiva del PSE advirtieron de que ninguna negociación que afecte a las instituciones vascas estará condicionada por cuestiones «ajenas» y se decidirá «en Euskadi».
Pese al ruido, la impresión general es que el pacto se reeditará en todas las instituciones donde den los números, lo que arrebataría a Bildu las alcaldías de Pasaia y Andoain, esta última fuente de conflicto en 2015 por la negativa de los jeltzales a desalojar a la izquierda abertzale.
Pero lo que de verdad inquieta en el PNV es el impacto que tendría en las negociaciones un posible acercamiento de Sánchez a Ciudadanos en Madrid. El presidente en funciones ya está tentando a Albert Rivera para que levante el cordón sanitario y los jeltzales, aunque seguros de que los liberales no darán su brazo a torcer, creen que las presiones de los poderes económicos en pro de una abstención naranja en la investidura irán 'in crescendo'. Eso daría al traste con sus planes de convertirse en socio estable del PSOE y obtener a cambio nuevos avances en transferencias e inversiones.
Menos decisiva parece la cuestión navarra, aunque en Euskadi hay temor a que Ferraz presione para que el PSN, en lugar de aliarse con Geroa Bai, deje gobernar a la alianza de foralistas, naranjas y populares a cambio de que los dos diputados de UPN no boicoteen la elección de Sánchez. El Gobierno foral, en todo caso, se formará semanas más tarde que los ayuntamientos y, además, en ese supuesto Sánchez seguiría necesitando a los jeltzales para ser investido. Además, el PSN ya ha advertido por activa y por pasiva que impedirá un gobierno de la derecha.
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