Los Sainz-Garzón tiran de la natalidad en Bizkaia

Por todo esto han pasado los Sainz-Garzón. En esta familia de Galdakao de seis miembros la compra se hace a lo grande; la fruta, por cajas; la leche y la pasta, por palés; carne y pescado se almacenan en un arcón congelador. Al cine van a la primera sesión cuando sale más barato si presentan su certificado de familia numerosa. Viajan en furgoneta. Si salen fuera a comer, cosa extraordinaria, acaban en una franquicia especializada en pollo frito. Numerosas compras, sustos, besos, lavadoras, peleas y «perdooona». Así es este hogar. Una familia numerosa de categoría general en España es la que tiene tres hijos y de categoría especial la que cuenta con cuatro o más y llega justa a fin de mes. También si hay alguno, como en los Sainz-Garzón, con necesidades educativas especiales. Estas son sus reivindicaciones.

«Contamos con una familia extensa que nos ayuda. Mis padres nos hicieron un préstamo personal para poder comprar la casa que les vamos devolviendo mes a mes. Pero el IBI es un mazazo». Iñaki Sainz, padre de estos cuatro hijos y empleado como conserje en la Sociedad Bilbaína, desearía que la Diputación de Bizkaia permitiera de nuevo a los ayuntamientos bonificar en el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) a las familias numerosas, tal y como sucedía hasta hace dos años. Facilitar los aplazamientos y fraccionamientos de deudas tributarias, recuperar la aplicación del tipo impositivo reducido del 2,5% en el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales cuando vendan la anterior vivienda en un plazo de 18 meses en el mismo municipio, establecer bonificaciones en las tasas y en los precios públicos, también cree que sería deseable. Está familia está acostumbrada a los números rojos. «Hemos pasado por momentos difíciles, sobre todo cuando pasamos de dos a cuatro (vinieron mellizos), pero siempre hay alguien que te ayuda a salir adelante».

¿Es posible negociar con todos y al mismo tiempo con cada uno? ¿Abrazar a cuatro al mismo tiempo y que cada uno se sienta único? La ONU, familia de naciones, ganaría mucho con una secretaria madre de familia numerosa como Sonsoles Garzón. Esta mujer de 47 años que trabaja como asistenta a domicilio para el Ayuntamiento de Galdakao está acostumbrada a pensar la casa –escasa, casi siempre– en tres dimensiones. Cada metro cúbico es un lugar precioso con innumerables posibilidades. ¿Es posible que quepa todo esto en ese armario? ¿Cómo, en una cocina tan pequeña cabe esa olla tan grande? Hay momentos en que se ha visto saturada cuando los niños se enzarzan en una discusión. «Pero ya no se hacen casas de más de 90 metros cuadrados», la suya llega por los pelos, y las posibilidades de abstraerse son complicadas. Las familias numerosas de Bizkaia luchan por que al menos en las promociones municipales se reserve un cupo de viviendas de mayor tamaño para ellas o que se permita unir dos viviendas. «Tenemos unas necesidades específicas».

Parece algo sin importancia, pero hay una gran lección de vida detrás de la limitación diaria de no poder hacer siempre lo que uno quiere. A Aingeru no le gusta compartir la tablet ni la play, pero lo hace, y preferiría no tener que ir a la biblioteca a estudiar, pero el wifi de casa llega para un número limitado de dispositivos. Aingeru tiene ganas de estudiar en Estados Unidos, pero no ha salido mucho de casa. Gana un dinerillo como árbitro los fines de semana. Se ha acostumbrado a que su padre trabaje seis días de siete, aunque se lo plantea («¿esto debe ser así?») y a no tener unas vacaciones como los demás. Hace años la familia iba una o dos semanas a una casa que les prestaba una amiga en Castellón, pero Iñaki y Sonsoles coinciden una semana al año, dos a lo sumo. «Todos los domingos, de nueve de la mañana a nueve de la noche, hacemos una excursión», indican sus padres. «Nuestra ilusión sería llevar a toda la familia a hacer un voluntariado en algún país de América del Sur, por ejemplo. Viajar te abre la mente, entendemos las aspiraciones de Aingeru».

Aimar es un chico «excepcional» que está algo apegado al móvil y «ha habido que llamarle la atención dos o tres veces» por este motivo. Los patines que usa eran de su padre y están «adaptados a sus pies». En su casa oye hablar mucho de «oportunidades» y sus padres se preguntan cuándo empezará a ser consciente de eso que tantas veces discuten, que «si no se ve necesaria la labor de los jóvenes en este país se van a acabar yendo de aquí», advierte Iñaki. Cuando Aimar ve a su padre con camisa azul sabe que no podrá acompañarles al cine porque trabaja. Está apuntado en una academia de inglés. Por suerte, ninguno de los demás niños lo ha pedido. Los descuentos que suelen hacer para familias numerosas son del 10% y, aunque es de agradecer, no resulta una panacea. A veces el descuento llega si se apunta un segundo hermano, ¿pero cuando son tres, cuatro? «A los hijos de familias numerosas les llamamos 'los niños del patio'. Mientras sus amigos están apuntados a mil y una extraescolares ellos juegan en el patio porque sus padres no llegan a todo», dicen en Hirukide.

En un mundo más justo probablemente los menores de doce años, como Endika y su hermano mellizo Iker, podrían tener acceso gratuito a los transportes púbicos, otra de las demandas de este tipo de familias. «Si queremos potenciar el transporte público y promocionar las zonas rurales nos tendrán que dar facilidades, porque a las familias que tenemos tres hijos o más no nos salen las cuentas. Con un 20% de descuento que tenemos las de categoría general o un 50% las de categoría especial, si llevas dos o cuatro veces al día a tu hijo al colegio...», explican en Hirukide, donde incluso apuestan por el transporte gratuito hasta que los hijos cumplan 18 años. A estas familias también les gustaría que se les habilitaran aparcamientos de 'carga' y 'descarga' de niños junto a los colegios.

A Iker siempre se le verá con Luna, una perra mestiza de meses que se ha incorporado a la familia hace cinco meses y que le ayuda a aplacar sus prontos. Es un niño con necesidades educativas especiales y las visitas al médico han sido frecuentes. «Me gustaría que los tres hospitales vizcaínos estuvieran interconectados con transporte público», sugiere su padre, Iñaki. Para cuando tiene problemas con las 'mates', una academia no es una opción, así que recurre a su hermano Aingeru. Iker ha pasado por numerosos recursos asistenciales, pero en ocasiones ha habido que recurrir a asistencia privada y eso ha conllevado un «importante desgaste económico». «Se oye mucho eso de que las familias numerosas lo son porque pueden. No es nuestro caso. Los hijos no nacieron por generación espontánea, los buscamos, pero lo que es poder, no podemos».