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Una de las cosas más entretenidas de organizar un debate, en este caso de candidatos forales, es tener acceso a la interacción entre ellos justo antes y después. ¿Entrarán a la sala como boxeadores hambrientos de victoria, soltando guantazos al primer saludo, o más bien ... evidenciarán una vez más ese viejo teatro de la política, como compañeros de trabajo que coleguean hasta que se enciende el pilotito de la cámara? En realidad, al menos en principio, ni una cosa ni otra: la comunicación política se ha profesionalizado tanto que cada candidato trae incorporado su propio corrillo de asesores de prensa, de manera que tampoco resulta obligatorio parlotear mucho con los adversarios.
La primera en llegar a las instalaciones de EL CORREO, casi media hora antes del debate, ha sido la socialista Teresa Laespada. Y el segundo, con veinte minutos de adelanto, Iker Casanova, de EH Bildu. Son, seguramente, los dos candidatos más expansivos del lote, así que ahí no han faltado saludos y conversación. Laespada ha tenido por un momento la impresión de que el pin que lucía Casanova en la solapa era de la Universidad de Deusto, pero qué va, era de Euskal Herria: «He buscado uno de diputado general, pero no lo he encontrado», ha bromeado el aspirante abertzale. Y se han puesto a hablar de cosas de políticos, los eternos lamentos gremiales: que muchos ciudadanos no consideran lo suyo un curro de verdad, que la campaña a veces parece exigir el don de la ubicuidad...
La tercera en presentarse ha sido Raquel González, del PP, y las últimas, a la vez y ya más justas de hora, Elixabete Etxanobe, del PNV, y Eneritz de Madariaga, de Elkarrekin Podemos. Y cada cual se ha centrado en sus asuntos. Etxanobe ha consultado unos últimos mensajes en el móvil y ha pasado directa al plató. Casanova se ha tomado un cafecito (menos mal que alguien amortiza la máquina) y se ha recompuesto un poco la ropa: «El otro día me dijeron que el jersey era de Massimo Dutti, ¡ni que hubiese sido de Armani!». González ha repasado sus papeles, como una escolar aplicada: «Sándwich no he traído», ha sonreído mientras contemplaba las profundidades de su carpeta. Y Laespada y De Madariaga se han interesado por los tiempos del debate: los políticos de hoy son expertos en escaletas de televisión, hasta el punto de que casi podrían autogestionarse esto de los debates, en plan comuna anarquista.
«¿No tenemos el logo de los partidos? ¿Cómo van a saber quiénes somos?», ha ironizado González al ver el atril, conocedora de ese hondo misterio que supone para muchos la política foral. Después de una hora larga debatiendo sobre sus propuestas, al apagarse el pilotito, la comunicación ha ganado fluidez. «Me gusta más debatir de pie que sentado –ha celebrado Casanova–, el otro día me dijeron que colocaba las manos como un obispo». También es verdad que la obligación de posar juntos para las fotos ha contribuido a propiciar la interacción. Mientras se preparaba el set, Laespada y De Madariaga han estado charlando unos minutos, con un tono bajito que desaconsejaba al periodista meter las narices y las orejas entre ellas. Después, las cuatro mujeres que aspiran a diputada general han formado corrillo por fin. ¿Tema de conversación? La agotadora campaña, cómo no. «Luego, el día de reflexión, nos suelen preguntar los medios qué vamos a hacer. ¡Pues sentarnos y estirar las piernas!», ha avanzado Laespada. «Yo no pensaba que el día pudiera dar para tanto. Me va a dar hasta gusto limpiar la casa», ha apuntado Etxanobe. Y, al incorporarse Casanova, han surgido los comentarios inevitables sobre esa novedad del varón en minoría: «Después de siglos», ha dicho Laespada. Y el representante de EH Bildu se ha puesto serio como era más o menos su obligación: «Eran mujeres en minoría y en discriminación, yo solo estoy en minoría», ha puntualizado.
Para los retratos de familia, los candidatos han posado delante de una pantalla con paisajes vizcaínos: Gaztelugatxe, la Casa de Juntas, el Puente Colgante... «¡Ezkerraldea!», ha celebrado en ese momento Casanova, que es de Barakaldo. «El Puente Bizkaia», ha corregido Laespada, señalando a la otra margen, que se puede enfadar. «Ahí pierdo pocos votos», le ha replicado él con una carcajada. Como es costumbre en estos casos, la fotógrafa ha disparado una y otra vez, y los políticos ya empezaban a revolverse como si les estuviesen haciendo un retrato de EGB, que seguramente fue algo que les tocó a todos. «Alguno debe de estar fallando con la sonrisa. Esto es como hacerse fotos de carné, o como ser de la farándula», comentaba González. Hasta han empezado a reclamar estampas de fondo: «¿No tenéis el Arriaga? ¿Alguna de Durango?».
Ha llegado la hora de irse. «Que tengáis suerte», les ha deseado alguien. Y Eneritz de Madariaga ha replicado rápido, como si continuase el debate: «Todos a la vez no puede ser».
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