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Cuando le interpelan a Unai Rementeria, pide turno levantando la mano; y cuando le interrumpen, guarda silencio. El diputado general y candidato jeltzale es el sueño del moderador, pero peca de 'moderado'. Y de escueto. Ese temor a entrar en el cuerpo a cuerpo le ... resta vehemencia en las réplicas. Pero eso mismo transmite una seguridad tranquila que es virtud de cara al votante. Resulta extraño que la candidata del PP le llame 'señor Rementeria' y él le replique 'Amaya'. Ella fue la única que hizo mención, por encima, del 'caso Andoni el pescatero', con el que le podían haber apretado las demás. No lo hicieron. En el minuto final Rementeria 'acercó' la Diputación al ciudadano al hablar «del metro, de los centros de día, del Bizkaibus...» y pidió a la gente, más que que le votara a él, que fuera a votar.
Vehemente en sus exposiciones, la candidata de EH Bildu se mostró crítica con la labor del gobierno en la Diputación, pero sin resultar agresiva. Y eso que su tono era el más alto de todas las personas al debate y también era la que más rápido hablaba. Demasiado, hasta resultar un poco atropellada a veces. No sería una estrategia pero lo hizo varias veces, rebajar el 'catastrofismo' de la candidata del PP para ofrecer una imagen más real del territorio del que hablamos: «Bizkaia no es el Bronx, no tenemos un catálogo de servicios sociales malos, Bizkaia es un buen territorio...», como anticipo a las críticas. Lo que hace estas críticas, precisamente, más creíbles que cuando van precedidas de la exageración. Demasiado escueta en el minuto final.
La gestualidad no acompaña mucho el discurso de la candidata socialista. Porque en el minuto final presentó a su partido como garantía de estabilidad, pero lo hizo mirando hacia abajo, hacia los papeles. Lo que resta efectividad al argumento. Y le sucedió eso en varias ocasiones, lo de mirar hacia abajo. Y no porque pareciera que necesitaba consultar las notas, todo lo contrario, no se mostró dubitativa en ningún momento. Son las formas suyas, el tono demasiado bajo, el gesto demasiado serio. Mantuvo con la candidata popular algunos rifirrafes que no fueron más allá y estuvo bien en las réplicas por alusiones. «Yo se lo cuento para que lo sepa», zanjó el debate con su homóloga del PP a cuenta de las cifras de mujeres en la industria.
La candidata de Elkarrekin Podemos mantuvo prácticamente un 'cara a cara' con el diputado general. Favorecía su propósito la posición, ella y Rementería 'enfrente', con lo que se arrogó con naturalidad el papel de 'inspectora' de la labor de los gobernantes al frente de la Diputación. En su intervenciones se incorporaba un poco en el asiento, lo que daba sensación de cierta intranquilidad. Fue la única en presentarse: «Hola me llamo...» en el minuto final, un acierto porque los votantes siguen viendo a la Diputación una administración un poco lejana. Tuvo, como Rementeria, un guiño al euskera, y habló de «tú» a los votantes, aunque con un discurso con conceptos demasiado generales: «una Bizkaia solidaria, feminista, sostenible...».
Tiene la candidata del PP una buena gestualidad que refuerza su discurso. La vehemencia no solo en el argumento, también en el gesto, en las manos que invitan, matizan, señalan... Llevaba un cuadernito con post-it de colores, pero presumió de memoria con los datos. Aunque se equivocó al presentar una imagen catastrofista a veces porque pareció exagerada. La disposición de las sillas le obligaba a girarse mucho para mirar a Rementeria, a quien dirigió practicamente todas las críticas, que fueron muchas. Buena idea las 66.000 razones a las que aludió en el minuto final para querer ser elegida diputada general, aunque resultó encorsetada. Se le notaba que estaba haciendo un esfuerzo por hablar despacio, lo que le restó naturalidad.
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