![Los bloques de la memoria](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201905/24/media/cortadas/samir-combo24-kjPB-U80283151075HcH-624x385@El%20Correo.jpg)
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«Desde aquí se ve todo el mundo de mi infancia», dice Francisco Samir Lahdou, trazando un semicírculo con el brazo desde uno de los costados de la Campa de Basarrate. En realidad, su primera casa estuvo lejos de Santutxu, en el entorno de ... Rekalde, pero Samir solo tenía cuatro años cuando su familia se mudó a este barrio. Fue aquí, en estos dominios que se abarcan con una mirada, donde transcurrieron su niñez y su adolescencia, de manera que el paseo por Santutxu va a ser también un recorrido por la memoria sentimental del candidato de Ganemos Goazen, nacido en 1978.
«Crecí jugando en Basarrate y en otra plaza que hay más abajo. Ahí –recuerda, señalando hacia una esquina– había un árbol al que nos podíamos subir cinco amigos y quedarnos sentados arriba, porque tenía más base que los demás». El Santutxu de los 80 ya era similar al actual, con su urbanismo comprimido y severo, aunque entre los bloques sobrevivían aquellos descampados que acogieron y alentaron tantas aventuras infantiles. La sociedad sí que era muy diferente, y Samir, hijo de marroquí y vizcaína, estaba condenado a llamar la atención: «Bueno, en mi colegio –el Pío Baroja– había dos chicos guineanos, César y Robus, con los que solía andar. Las primeras personas como yo que conocí fueron los hermanos del Melilla y Fez, el bar de Iturribide. Cuando los vi, me chocó mucho».
El paseo se detiene en una de esas plazas interiores, cercadas de grandes bloques de viviendas, tan características de Santutxu. En una de esas casas, el número 5 de Cocherito de Bilbao, vivió de alquiler la familia durante sus primeros años en el barrio. «Estábamos nosotros en el primero, mi abuela en el séptimo y mis tíos en el quinto. La plaza no tenía nada que ver con la de ahora, no había columpios ni jardín. Salías del colegio, tirabas la mochila en casa y bajabas a jugar hasta que tu madre te llamaba a gritos o aita silbaba desde la ventana. Todos reconocíamos el silbido de nuestros padres. Si volvías a casa y te decían que tu padre había salido a buscarte, era la frase más aterradora que ha escuchado un ser humano».
Durante el recorrido, Samir va señalando el local que ocupaba un salón de recreativos y la parroquia de María Reina, donde hizo la primera comunión. «Iba vestido de almirante. Vamos, de marinero, pero con la chaqueta azul y los galones». También hace un alto en un paseo arbolado, que en su infancia era placita de arena: «Ahí me di mi primer beso. Yo tenía 9 años y ella 10». Pero la parada obligada es el domicilio donde se estableció finalmente la familia: los bloques de Azurleku, junto a la empinadísima calle Marques de Laurencín, donde funciona ahora un ascensor municipal. Samir, que en diciembre no faltó a la inauguración, habrá subido esa cuesta endiablada miles de veces. «También la he bajado. Una vez, sobre la puerta de una nevera», confiesa con una mueca traviesa.
¿Era muy trasto de crío? Mejor que responda Eusebio Merino, que regenta desde hace 41 años en esta misma calle el bar Artagan II. «Era un poco bala, sí, pero todos lo hemos sido, ¿no?», se ríe este animoso palentino, que recuerda al niño Samir sacando a pasear a su perro Furia, mezcla de pastor belga y samoyedo. A Eusebio le ha hecho mucha ilusión toparse con el concejal («lo acababa de ver en el periódico, qué casualidad»), pero aun así le avisa con una sonora palmada en el hombro: «Yo no te voté a ti, ¿eh?».
Samir lleva grabado en la memoria el mapa de las campas de su infancia –«ahí había una furgoneta abandonada en la que nos metíamos a jugar»–, un territorio mitológico al que se sumó, a partir de los 10 años, el centro cívico de Bolueta. «Estábamos todo el día allí metidos, molestando a la directora y al conserje. Teníamos un grupo de zancos, Lurretik Taldea, y otro de tiempo libre». ¿Cuándo se calzó los zancos por última vez? «Hace cuatro o cinco años, para ver si me acordaba. Subí con más miedo que entonces, claro: son zancos de metro y medio, así que podía partirme la cabeza».
El final del itinerario es la Nueva Bodega de la calle Santa Lucía, que él ya frecuentaba cuando todavía no era nueva: «Se llamaba La Bodega y, con 18 años, veníamos aquí a por vino y 'coca-colas' de dos litros». Para entonces, Samir ya sabía lo que era alejarse de Santutxu: a los 16 se marchó de casa y se enroló un año en el circo, donde tenía muchos conocidos a través de su padre, que trabajó para Ángel Cristo. «Estuve de tramoyista. Quería trabajar, ¡y vaya si trabajé! Me fui como un niño largo y estirado y volví con espalda de hombre, cuadrado. Lo recuerdo con nostalgia, porque en el circo siempre son fiestas y yo tenía 16 años, pero también fue el mayor sentimiento de soledad que he experimentado». Algunas noches, reconoce, lloraba pensando en volver aquí, a casa.
El candidato de Ganemos Goazen echa un vistazo a la plaza de su infancia, cuando la familia vivía en Cocherito de Bilbao. «No tenía mucho que ver con esto, porque los columpios y el jardín los han puesto luego. Estaba asfaltada, había una pérgola y ahí estaba el patio de la ikastola Kirikiño, que ahora es una residencia de ancianos. Aquí jugábamos todos los niños de estos portales».
En el entorno de Azurleku han sobrevivido algunos establecimientos de los 70 y los 80, como el estanco de Marqués de Laurencín o el bar Artagan II. Su propietario, Eusebio, le cuenta a Samir que está a punto de jubilarse: «Soy de Cervera de Pisuerga, vine con 14 años y, para entonces, ya me había tocado cuidar ovejas durmiendo en el monte, con la trébede». Desde el bar se divisa un parque infantil: «Eso –evoca Samir– fue aparcamiento de camiones. Quedaron las piedritas y la llamábamos así, Plaza de las Piedritas».
A lo largo del paseo, Samir Lahdou va repartiendo saludos. «Conozco a todo el barrio. He vivido en otras zonas de Bilbao, buscando alquiler barato: en Rekalde, en Zurbaran... Pero seguía viniendo aquí a hacer vida. Santutxu tiene de todo, es un pueblo dentro de Bilbao. Y le pasa un poco como a Bilbao, que es capital del mundo y lo absorbe todo para él: en Santutxu ocurre con el Parque Europa, con Bolueta...», explica el candidato, que actualmente reside en la zona de Solokoetxe.
María Jesús Izquierdo atiende a Samir en la Nueva Bodega, uno de los locales que el candidato frecuentó en su juventud. «Cuando empezábamos a salir de bares, en la época de los kinitos, también íbamos a Ollerías, donde había mucho ambiente: Los Unos, el Amaia... Íbamos a sitios baratos, porque estábamos pelados».
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